La victoria del crimen
El crimen ha de estar de plácemes. Pese al reiterado fracaso de los gobiernos emanados de los tres principales partidos en materia de seguridad, estos insisten en proponer la fórmula fallida a lo largo del siglo: desarrollar una política de a tiro por sexenio, discutir quién carga más muertos y ceñirse las sienes no de oliva, sino de ineficacia y negligencia. Cómo no va a estar contento el crimen.
Pese a la brutal derrota del Estado que arrastra en su naufragio a las Fuerzas Armadas, los partidos albiazul, tricolor y guinda le han encontrado una veta explotable a la tragedia: usar la inseguridad como tema y ariete, además de sacarle el tuétano a los huesos.
Ni por asomo se les ocurrió lo contrario. Sustraer de la contienda electoral esa calamidad y encargar a especialistas la elaboración de una política transexenal de seguridad que dé paso a un acuerdo multipartidista y posibilite, al margen de quien ocupe la Presidencia de la República, ensayar en serio y por tiempo necesario una estrategia capaz de secar el río de sangre en el que por acción, error u omisión han ahogado al país. No buscan salir del río, sino chapotear en él.
Es absurdo querer derivar un triunfo de un fracaso compartido. En el afán de diferenciarse, las fuerzas políticas resultan cada vez más parecidas. Y si por ahí se va a seguir, al menos deberían acordar la modificación del cierre de la primera estrofa del himno, para dejarla así: “piensa, ¡oh patria querida!, que el cielo un soldado, un sicario, un muerto y un desaparecido te dio”.
En temporada electoral ha de irritar a la clase política un planteamiento de este tipo, pero sin duda menor al dolor que le han infringido al país. ¡Ya basta de sangre y extorsión! Urge encontrar la justicia y la libertad en paz, no hacerle el caldo gordo al crimen.
...
Desde el final de sexenio de Ernesto Zedillo se advirtió cómo el crimen desafiaba al Estado. Con ese motivo, se concibió y creó la Policía Federal Preventiva. Sin continuidad, esa iniciativa desató un muy plural concurso de disparates, de tumbos multipartidistas que fueron empoderando al crimen, dejando descubierta a la ciudadanía.
Los casos de la Secretaría de Seguridad y la Policía Federal son el ejemplo por antonomasia de los palos de ciego dados por los gobiernos de esos partidos. La secretaría apareció con Acción Nacional, desapareció con el Revolucionario Institucional y reapareció con Morena para, casi de inmediato, convertirla en un cascarón. La Policía Federal perdió su carácter preventivo con Acción Nacional, incorporó con el Revolucionario Institucional la gendarmería nacional de la cual ni el recuerdo queda, y desapareció con Morena para dar paso a la Guardia Nacional, cambiándole el uniforme a la Policía Militar y Naval.
Algo semejante sucedió con lo que fue, ha sido y es la policía judicial, la agencia de investigación y la policía de investigación y ni qué decir de la discusión sobre el mando único o mixto de las policías estatales y municipales que, en el fondo, revela –salvo contadas y temporales excepciones– la falta de mando e interés por ellas por parte de las autoridades. Circunstancia esta última que ha sido un deleite para los gobernadores, la mayoría se limita a entregarle el mando a militares en funciones o en retiro y pasa a hacerse guaje ante el desastre o a pegarse contra la pared para ver pasar el cortejo fúnebre de los caídos, arguyendo que son víctimas de delitos federales, razón por la cual ni meten las manos.
Las Fuerzas Armadas no han escapado a la competencia de ineptitudes desarrollada por los gobiernos de los distintos partidos a lo largo de este siglo. Soldados y marinos salieron del cuartel sin tener muy claro adónde iban ni dónde se encuentran ni qué sigue, mientras la superioridad militar se empodera ante los políticos, pero no frente a los criminales. Y, bueno, de la asociación del crimen y la política mejor ni hablar.
El beneficiario de los desatinos de los distintos los gobiernos ha sido el crimen no la ciudadanía y, entonces, llamar a los votantes a elegir por este o aquel otro modelo de seguridad después de tanto fracaso continuo y compartido es un sinsentido. Es inaceptable seguir con lo mismo, mejor ensayar algo distinto con una óptica nacional y estatal, no de partido.
...
La evidencia de la incapacidad, miopía y mezquindad mostrada, durante las últimas décadas, por los gobiernos y los partidos para acordar una política de seguridad con perspectiva está a la vista, ahora con un agregado.
La cúpula eclesial católica, los jesuitas, las y los religiosos, así como los laicos han convocado el próximo lunes a quienes abanderan la lucha por la Presidencia de la República al encuentro “Compromiso por la Paz”. Ahí, se les entregará la Agenda Nacional de Paz y las Estrategias de Política Pública para la Paz, supuestamente diseñada por expertos. A reserva de conocer el documento y calibrar su pertinencia, esas instancias han hecho lo que gobiernos y partidos ni siquiera han imaginado: una política.
Es curioso que a las y el candidato se les ha convocado al mismo acto, pero por separado, como si fuera imposible verlos juntos. A saber, por qué realizar un acto en tres partes. En todo caso, ojalá quienes aspiran a la Presidencia de la República no salgan con que firman con tinta o con sangre el compromiso sin asumir que involucra al conjunto.
Si lo adoptan y luego lo botan, llamando a votar exclusivamente el suyo, el crimen podrá declarar su victoria.
En breve
La oficina de la ministra Yazmín Esquivel emitió un comunicado, donde ella se declara “víctima de una violencia de género, exacerbada, injusta e implacable” sin haber sido escuchada. Quiere hablar, basta con decirlo. Hay foros, Entredichos entre ellos.