Las mujeres cubanas y un “pastor” que hace silencio
HARRISONBURG, Estados Unidos. – En la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas realizada en Copenhague, Dinamarca, en 1910, la líder comunista Clara Zetkin, instó a que se conmemorara un lamentable suceso ocurrido en EE.UU., en el que 129 obreras textiles fallecieron en un incendio mientras realizaban una huelga reclamando mejores condiciones de trabajo.
Al principio, la fecha se celebró en homenaje a la mujer trabajadora y los primeros países en hacerlo fueron Alemania, Austria y Dinamarca. Luego la conmemoración se extendió a más países, hasta que en 1977 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró el 8 de marzo como “Día Internacional de la Mujer”.
En Cuba, durante el “reinado” de Vilma Espín al frente de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la fecha era celebrada con bombo y platillo. Muerta la exguerrillera y a medida que la crisis económica se fue profundizando, no se ha celebrado con la misma intensidad de antes, aunque no falten en los medios oficiales las loas.
Un ejemplo de ese “optimismo revolucionario” lo ofreció Pastor Batista Valdés el pasado 6 de marzo en una nota publicada por el periódico Granma. Me refiero a la titulada “A tiempo con las mujeres”, donde hace referencia al último congreso de la FMC, el cual, al parecer, está transcurriendo también sin gloria.
El optimismo del pastor castrista me provoca estas dos preguntas: ¿Hay motivos para celebrar?, ¿a qué mujeres se refiere?
El panorama cotidiano de la mujer cubana
En principio no creo que la mujer cubana tenga más motivo de celebración que el hecho de estar viva a pesar de todas sus penurias. Y eso es obra de Dios, no de la dictadura. Porque la mayoría de las mujeres cubanas que trabajan no reciben un salario que siquiera les permita comprar los alimentos necesarios para ellas y sus familiares. Muchas invierten considerable tiempo en buscar esos alimentos y carecen de un servicio de transporte público eficaz para ir al trabajo y regresar a casa. Cuando terminan su jornada laboral y llegan a sus domicilios, es habitual que haya apagón. Aun así, toda la familia tiene que ingeniárselas para preparar la comida y luego para fregar, porque también es generalizada la carencia de agua y de detergente.
Muchas de las mujeres cubanas en edad fértil están obligadas a inventar sucedáneos de las almohadillas sanitarias, producto que la dictadura tampoco es capaz de colocar en los mercados o farmacias. También carecen de medicamentos para tratar adecuadamente sus enfermedades.
Miles de cubanas también evocan cotidianamente con nostalgia la partida hacia el extranjero de algún ser querido. Encima de esa ausencia, tendrán que soportar en silencio ―¡porque para eso son federadas!― que Miguel Díaz-Canel Bermúdez les endilgue a esos cubanos el calificativo de “fracasados”, solo porque salieron a buscar en el extranjero una vida digna, algo que la dictadura jamás podrá ofrecerles.
Creo que en tales condiciones no hay mucho ánimo ni posibilidades para celebrar “la gloria que se ha vivido”.
Del otro lado de la “igualdad” que proclama el artículo 42 de la Constitución castrista
Sabemos que Pastor Batista Valdés se refiere a las mujeres “revolucionarias”. Al “periodista” no le interesa que la esposa de José Daniel Ferrer, la doctora Nelva Ismaray Ortega, haya sido detenida ilegalmente el pasado sábado 2 de marzo cuando iba hacia la prisión de Mar Verde a ver a su esposo, ni que le suspendieran la visita por decimocuarta vez desde marzo de 2023.
Tampoco le interesa escribir sobre Mayelín Rodríguez Prado, quien lleva más de un año y siete meses presa, solo por haber transmitido en vivo las protestas ocurridas en Nuevitas los días 19 y 20 de agosto de 2022. Por ese hecho “tan peligroso” ―es decir, por haber hecho uso en tiempo real de las tecnologías que Batista Valdés encomia en su nota― le piden 15 años de privación de libertad, la misma sanción que le aplicaron a Fidel Castro por ir a matar a otros cubanos en el cuartel Moncada, lo que demuestra nuevamente el temor que la dictadura tiene a la difusión de la verdad.
El “periodista” tampoco se interesará por la suerte de las mujeres presas por disentir de la dictadura que él defiende, entre ellas Lisdany Rodríguez Isaac, a quien la Seguridad del Estado hostiga psicológicamente para que pierda su embarazo.
Batista Valdés no tiene coraje para escribir un reportaje que nos ofrezca una visión objetiva acerca de por qué “la potencia médica” no puede solucionar casos como el de la niña Amanda Lemus Ortiz, la cual tuvo que recibir una visa humanitaria para atender su salud en el extranjero, gracias a la ayuda, en parte, de muchos de esos “fracasados” a los que despectivamente se refirió el déspota de la continuidad. Y mucho menos tendrá valor para escribir sobre las “mujeres que sueñan un país”. Me refiero a Anamely Ramos, Katherine Bisquet y Daniela Rojo, las cuales, aunque cubanas, no son “revolucionarias”.
Mutis de la izquierda internacional
Idéntico al silencio que sobre estos temas guarda Pastor Batista Valdés, sin dudas otro pastor del diablo, es el de la izquierda internacional.
Hasta la fecha esa fuerza política no se ha pronunciado con respecto a la cantidad de mujeres presas que existen en Cuba por protestar pacíficamente, ni en relación con la violencia sistemática que se ejerce contra las Damas de Blanco, ni con respecto a la violencia de género que el año pasado causó la muerte de, al menos, 89 mujeres.
Esa izquierda tampoco se ha pronunciado sobre el derecho que tienen las mujeres cubanas a unirse en una organización distinta de la FMC y ha hecho mutis sobre las numerosas injusticias cometidas por la dictadura contra quienes no comulgan con ella.
Tanto el periodista como la izquierda internacional están del mismo lado, el de la hipocresía, la manipulación y la mendacidad.
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