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Esta no es una dictadura

Bajo una dictadura yo escribo un artículo y lo publico. Esa misma noche escucho las botas subir las escaleras de mi departamento. Escucho los golpes en la puerta. Entran por mí, me sacan a la fuerza, me suben a un vehículo y desaparezco en la noche. En las estaciones de policía no hay registro de mi detención. Todo el mundo tiene miedo de hablar.

Esta no es una dictadura. No vivimos bajo la bota militar. Existen todavía los derechos.

Lo que vivimos es otra cosa. Yo escribo una columna y la publico. Al día siguiente, muy temprano, el presidente puede burlarse de mi artículo, puede mentir sobre mi persona, puede distorsionar mis palabras, puede calumniarme, puede exhibir mi dirección y dar cifras falsas sobre mi sueldo. Luego de la conferencia del presidente, las redes pueden multiplicar por cientos de miles las burlas y calumnias presidenciales, me pueden hacer memes y videos, los influencers pagados por el gobierno continuarán con la demolición de mi persona. Al ser exhibido en los medios, al dar a conocer mi teléfono, mi buzón se llena de insultos. Al exhibir mi rostro en la mañanera, mi seguridad se pone en riesgo. En el medio en el que escribo (no en este, en otros) pueden quitarme mi columna para quedar bien con Palacio, pueden pedirme que deje de escribir contra el presidente a cambio de continuar con la publicidad de gobierno.

Esto no es una dictadura. Es otra cosa. Vivimos, y lo hemos normalizado, bajo un sistema autoritario, en el que son cotidianas las cosas que he referido. Y en ciertos estados del país, por publicar columnas incómodas, me pueden pegar un tiro, porque un narco quiso quedar bien con el poder.

Una dictadura te secuestra, te tortura y te desaparece. En un sistema autoritario te calumnian y exhiben, poniéndote en riesgo. No tengo que recordar que somos el país más peligroso en el mundo para ejercer el periodismo. Hace un año, el principal conductor de radio fue baleado en las calles de la Ciudad de México sin que hasta el momento se conozca al autor de ese atentado fallido. Existen zonas del país, como Tamaulipas y Guerrero, donde el periodismo prácticamente ha desaparecido por las presiones de los narcotraficantes. Este es nuestro contexto. En este clima exacerbado de violencia política el presidente arroja a la exposición pública los nombres y rostros de los periodistas que lo incomodan. Lo hace desde un espacio público. Lo hace utilizando la fuerza del Estado. Lo ha hecho en los últimos cinco años. Dictadura no. Sistema autoritario.

En este sistema las leyes no importan. El presidente —”su autoridad moral”— está por encima de ellas. No digo que no existan. Existen, mayoritariamente se cumplen, si no, no podría funcionar el país. Pero en ciertas ocasiones, las vitales, el presidente no cumple la ley. Se acumulan las denuncias por su injerencia abierta en el proceso electoral. No pasa nada. El presidente en los hechos está por encima de la ley electoral.

Cuando comenzó a vislumbrarse que sería Xóchitl Gálvez, la candidata del Frente opositor, el presidente comenzó a agredirla. Exhibió documentos fiscales que está prohibido exponer, más aún siendo autoridad pública. Durante dos semanas se dedicó a desprestigiar la imagen de la candidata opositora. Acompañado de la fuerza difamatoria del aparato de propaganda del presidente. La primera imagen que millones de personas tuvieron de Xóchitl fue la de presuntos actos de corrupción (falsos) arrojados desde Presidencia. Una dictadura no, un sistema autoritario que puede ser en algunos casos más eficaz.

Mancharon la candidatura de Xóchitl en el arranque. Lo hizo López Obrador directamente. Violó la ley. Y en la FGR duermen las denuncias contra él. El fiscal, hombre cercanísimo al mandamás, no sólo no molesta al primer mandatario con la insinuación de que hay denuncias contra él, sino que aprovecha su cargo para colocarse como uno de sus asesores políticos más cercanos.

El sistema autoritario avanza afinando sus métodos de control. La dictadura suprime tus derechos. El sistema autoritario se burla de ellos. En estos años el Poder Judicial contuvo el avance del sistema autoritario. Desde el principio, López Obrador intentó avasallar a la Suprema Corte. Puso varios ministros, “pero se le voltearon”. Ha ido colocando a sus incondicionales. Una de ellas plagiaria contumaz. Otro, el ministro Zaldívar, ejerciendo el papel de mensajero del presidente, y de paso violando la ley.

La ley es lo que hace la diferencia entre una dictadura y un sistema autoritario. La dictadura suprime la ley. El sistema autoritario intenta burlarla y apropiarse de ella. Ahora mismo el presidente promueve esto a todo pulmón bajo el eslogan del plan C, que consiste en partidizar el sistema de justicia, en avasallar ese poder, para que el sistema autoritario pueda pasar a un nivel superior, en donde las leyes dejen definitivamente de importar: el nivel de dictadura.

Dictadura perfecta como en tiempos del PRI, donde se conservan las formas republicanas, pero se les vacía de todo contenido. La dictadura es el estadio superior del sistema autoritario.

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