World News in Spanish

El Gobierno activa su plan B para presionar a la UE: acuerdo con China y la "otra Europa"

Tras empantanarse el acuerdo con la Unión Europea, Argentina activa su Plan B mirando a China, para sorpresa de muchos, y otros bloques y socio comerciales con los que se puede avanzar a una velocidad mayor. De esta manera, el reseteo del Gobierno de Javier Milei en esta nueva etapa post 1 de marzo no es solo en materia legislativa sino también en lo que refiere a su estrategia comercial con el Mercosur como base.

El inicio de marzo puso en marcha esta nueva fase con una estrategia que se extenderá en los meses por venir, con un horizonte dibujado que alcanza, de movida la mitad del año. El nuevo pantano en el que parece haber quedado entrampado el acuerdo con la Unión Europea -al que la gestión libertaria ya entiende como caído, otra vez, al menos en el corto y mediano plazo-, puso sobre la mesa dos socios alternativos que ya habían expresado su interés con la región.

La tercera etapa en esta hoja de ruta con la que se busca presionar a la Unión Europea para que vuelva a la mesa de negociación con definiciones y ganas de firmar, puede evaluarse como la más osada si la Casa Rosada decide ejecutarla: una liberalización parcial del comercio con China.

La jugada no es sencilla y hasta puede sorprender si se considera todo lo dicho sobre China en boca del propio Presidente Milei durante la campaña. Pero como sucedió con Jair Bolsonaro en Brasil, el pragmatismo de la diplomacia en busca de los mejores intereses para el país puede empujar las posturas ideológicas más radicales. 

También en Brasil sucedió con China donde no hubo un veto total como el que planteaba el bolsonarismo en sus inicios y el exmandatario hasta llegó a visitar la nación asiática con la mediación de su vice, Hamilton Mourao.

En rigor, la movida nace de la necesidad del gobierno de La Libertad Avanza de buscar rutas alternativas para su relacionamiento con el exterior desde el Mercosur. Para la presidencia de Javier Milei nunca hubo dudas que cerrar y firmar el capítulo comercial con la Unión Europa era la prioridad en este campo y, de hecho, todos los esfuerzos y gestiones diplomáticas se canalizaron con esa meta durante los dos primeros meses de gobierno. Lo veían como un ordenador político desde lo alto para el resto de la economía doméstica.

Sin embargo, la traba impuesta por parte de algunos países de Europa a la firma del acuerdo terminó por convencer a la Cancillería argentina, a cargo de empujar el acercamiento con el viejo continente, de desempolvar el Plan B que bosquejaban en paralelo a medida que se dificultaban las chances de un entendimiento. Esa ruta alternativa, donde Buenos Aires tiene posibilidades de presionar con más fuerza, se activó semana pasada.

En el ministerio que comanda las relaciones exteriores, a cargo de Diana Mondino, las negociaciones comerciales descansan en la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales. Tal como sucedió con otras dependencias clave bajo su órbita, Mondino escogió a un diplomático de carrera para hacerse cargo de las tareas: Marcelo Cima. 

La fase 1 de la estrategia: avanzar con la "otra Europa"

El plan alternativo de la Argentina tiene varias aristas que se ponen en juego de manera escalonada, como un esquema de llaves de presión, conforme avancen los próximos meses. Marzo marcaba el puntapié para la primera fase de esta hoja de ruta, con el objetivo de dar nuevo impulso a una negociación en carpeta del Mercosur y frente a la cual la Argentina juega un rol trascendental como negociador designado.

Se trata del bloque de la negociación de un acuerdo de libre comercio con la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, por su sigla en inglés). Como zona de libre comercio, integrada por Islandia, Liechtenstein, Noruega y Suiza, la negociación es mucho menos ambiciosa que con la UE donde se persigue un acuerdo de asociación estratégica, con abordajes comerciales, políticos y de cooperación. 

Precisamente allí radica que las posibilidades de lograr un acuerdo que selle una primera victoria en el abordaje comercial estratégico del gobierno de Milei crecen frente a las complejidades que representa la Unión Europea. También se reducen significativamente los obstáculos, tanto en la cantidad de negociadores involucrados como en el mecanismo de aprobación y los temas a abordar, si bien ya aparecieron las fricciones iniciales con la primera ronda técnica de conversaciones.

Políticamente, a la Argentina le sirve cerrar "un primer acuerdo con Europa", aunque no sea la parte de Europa que hubieran preferido. Noruega y Suiza no dejan de ser países con presencia en el imaginario colectivo. Y al fin de cuentas, el cálculo es que eventualmente servirá como una primera llave de presión para empujar al resto del continente a cerrar el demorado acuerdo con el Mercosur.

Nada augura, sin embargo, una negociación libre de rispideces. De hecho, en las primeras conversaciones técnicas, a inicios de la semana pasada, la contraparte nórdica ya puso sobre la mesa tres puntos que la Argentina confían poder abordar en los intercambios políticos sucesivos, para acercar posiciones: sostenibilidad, la regla de origen extendida y el certificado para exportaciones de carne (high quality certificat for beef).

En lo que respecta a la sustentabilidad, los negociadores del EFTA ya anticiparon que buscarán replicar los estándares de la Unión Europea. Se trata de uno de los ejes que demoró la definición del acuerdo de asociación estratégica con el Mercosur, a partir de la elaboración de la llamada Side Letter, un documento de corte ambiental que tornó en obligatorios una serie de items que figuraban como voluntarios en el entendimiento original.

El segundo punto donde el EFTA puso sus reparos es las denominadas reglas de origen extendida, que determina cómo debe considerarse un producto acorde a dónde fue producido. Lo que pretenden los cuatros países del bloque europeo es que aquellos productos que tienen alguna terminación dentro de sus fronteras -aunque mayormente se elaboren en la UE- sean tomados como propios a la hora del intercambio con el Mercosur.

Por último, el punto sobre el certificado de carne es el más difuso de todos. Noruega anticipó que reclamarían este control pero no ahondaron en detalles. Desde Buenos Aires, esperan que en abril, cuando desembarcará una misión de aquel país para avanzar con el acercamiento político en su calidad de negociadores designados, traigan mayores detalles.

Por lo pronto, durante el paso del Presidente Javier Milei por Davos, en enero pasado, se aprovechó para avanzar en conversaciones informales con algunos de los gobiernos del bloque y arrancar un primer compromiso para el vino. No serían los 100 mil hectolitros que buscaba la Argentina pero sí un poco más de los 50 mil que pretendían en EFTA: el acuerdo se cerraría en 75 mil hectolitros para exportar. Esto deberá ponerse luego en un documento.

La fase 2 y 3 de la estrategia: Emiratos Árabes y la opción china

En paralelo, Argentina y el resto de los miembros del Mercosur acordaron fijar el marco de negociación con otro interesado en avanzar en el libre comercio con el bloque del sur: los Emiratos Árabes. 

A diferencia del EFTA. este acuerdo se encuentra en una fase mucho más primaria, en la que el interlocutor debe presentar aún su carta de intención. Del lado del Mercosur hay un común entendimiento entre Argentina y Brasil, como socios mayoritarios del bloque, por avanzar en esta dirección y confían en tracciona al resto de los miembros -Paraguay y Uruguay-, como en el caso del EFTA.

La última llave de presión, no obstante, es la más arriesgada de todas por el peso geopolítico que conlleva más allá de la asimetría de tamaños. Un acuerdo con China sería una última fase en el esquema de presión para que las potencias de Europa se alineen con Bruselas y se sienten a negociar. 

Porque hasta ahora, el grueso del avance se logró a través del intercambio con la Comisión Europea. Los tractorazos en diversos puntos del mapa del Viejo Continente, durante el invierno del hemisferio norte, bloquearon cualquier impulso en los gobiernos de la UE de alcanzar un acuerdo. Del lado argentino ya habían pisado el acelerador el 11 de diciembre pasado.

Las resistencias internas en la UE no son un punto menor: el capítulo comercial requiere de la aprobación de una mayoría calificada de los miembros de la UE y la ratificación posterior del Consejo de la UE y el Parlamento comunitario. En cambio, los capítulos Político y de Cooperación necesitan de unanimidad y la ratificación de los Parlamentos nacionales, además de los cuerpos supranacionales.

 Ningún gobierno, donde el agro es un sector fuerte de sus economías, parece dispuesto a desafiar sus chances internas de gobernabilidad y competitividad electoral. No importa que no todos los tractores movilizados en enero reclamaban la suspensión del acuerdo de la UE, hasta que lo hicieron los franceses. 

La estrategia de la Argentina con China apuntaría a hacer uso de la regla habilitante de la OMC que permite negociar rubros, en lugar de acuerdos integrales de tratados de libre comercio, cuando se negocia con economías en vías de desarrollo. Así se cataloga al gigante asiático en la organización multilateral. 

Para explorar esta alternativa, primero debería terminar de convencer a los brasileños que se muestran mucho más reticentes a avanzar por este camino. Y en el último de los casos, este acercamiento comercial con Beijing no pasaría desapercibido tampoco para Estados Unidos, a quien el gobierno de Javier Milei escogió alinearse políticamente.

La carta negociadora sería una de índole bilateral: ubicar a la Argentina dentro de la plataforma de integración que promueve la Casa Blanca denominada American Partnership for Prosperity. No obstante, este movimiento se concretaría antes de explorar la vía del acuerdo comercial con China, más cerca de junio, y a la espera que la UE reaccione antes de esa fecha. 

Читайте на 123ru.net