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La decadencia occidental

Abc.es 
Recuerdo ver a un hombre cruzando el océano buscando un sonido, tal vez el de la verdad; lo recuerdo en Argentina, impregnado de un aroma a vida plena y pobre, inspirado por la fuerza de los caballos y los fantasmas; recuerdo la voz en francés de una mujer sin duda bella (se notaba en la dicción) hablándole a un suicida a muchos kilómetros geográficos y sentimentales de distancia; recuerdo sentir rabia en el control de inmigración de un aeropuerto, y después estupefacción, y después rabia de nuevo y por último lástima; recuerdo ver la bomba de Hiroshima y pensar en un eclipse; recuerdo a un cuarentón tristísimo y alcohólico deambulando por el frío, tropezando con todo hasta encontrar caer en el colchón adecuado, allá en Finlandia; recuerdo a una niña con cuerpo de adulta ser más consecuente que cualquier ciudadano del Reino Unido; la recuerdo aprendiendo la hipocresía, el egoísmo, el dolor; la recuerdo haciéndome reír y haciéndome imaginar; recuerdo la montaña blanca, el paisaje como arte y como amenaza, la nieve sirviendo de sepultura y también de religión; recuerdo la naturaleza imponiéndose a la humanidad, y luego a los individuos victoriosos con aspecto de gladiadores derrotados pero aún respirando; recuerdo las navidades agridulces de los que se quedan, esa comunión de perdedores dejando atrás su frustración; recuerdo el verano rarísimo de los que viven en castillos, el exceso convertido en costumbre; recuerdo el juicio, el ruido y la furia; recuerdo el amargor de una despedida en Nueva York, dos promesas diciéndose adiós por última vez, incumpliéndose para siempre; recuerdo descubrir que lo que parecía un negocio era racismo, y que el racismo era un negocio, y que en el límite de la inteligencia suceden cosas terribles; recuerdo ver a un perro yendo a la playa con un robot de la mano, pura ternura, y me recuerdo sufriendo por lo que le pasaría después; recuerdo caer en que los robots se oxidan igual que nosotros nos oxidamos; recuerdo ver a una señora que un día fue joven agarrándose a una fe desquiciada; recuerdo a sus hijos inventando felicidad donde solo había locura; recuerdo celebrar cada historia como una victoria. No recuerdo ver la decadencia occidental.

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