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Que nunca falte el agua

Que nunca falte el agua

Quedarse sin agua potable es un problema que viven muchas familias y cuya solución parece muy lejana.

De todas las calamidades domésticas, quedarse sin agua potable debe ser la peor. Con el grifo seco, la rutina del hogar se trastorna por completo y muchas actividades cotidianas se paralizan.

Tareas tan comunes como ducharse, lavar la ropa, preparar la comida, fregar los pisos, asear el baño, regar las plantas, descargar el inodoro o limpiar el carro quedan en jaque aunque haya tanque de reserva.

En esos momentos de crisis familiar, uno comienza a valorar cada gota de ese esencial elixir que fluye incoloro, inodoro e higiénico por las tuberías de nuestras viviendas.

Aflora entonces el arrepentimiento por las fugas caseras que nunca se arreglaron y por la llave que se dejó abierta más de la cuenta. Pero también surge la empatía hacia tantas personas que no tienen un servicio regular.

Recientemente, vecinos del populoso distrito de Hatillo salieron a protestar a las calles, cansados de 15 años de promesas incumplidas para resolver su permanente racionamiento de agua.

La incapacidad de varias administraciones ha convertido el problema en una enorme olla de presión social, y las autoridades actuales tampoco parecen tener una solución pronta ni definitiva para los perjudicados.

Sin embargo, ellos no son los únicos que la pasan mal. Cada verano, miles de personas sufren racionamientos debido a la falta de acciones oportunas para enfrentar la previsible disminución del caudal de ríos y nacientes.

Durante años, el Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados (AyA) ha fallado como ente articulador de estrategias para mejorar la calidad y capacidad del servicio de agua potable.

Ni siquiera ha sido capaz de concretar sus propios proyectos, anunciados desde hace mucho tiempo, para ampliar las redes de distribución y frenar el desperdicio del líquido, el cual alcanza un imperdonable 50 %.

Además, la reciente emergencia causada por la contaminación con hidrocarburos de las fuentes que abastecen a Tibás, Moravia y Goicoechea evidencia la vulnerabilidad de sus sistemas de distribución a la mano criminal.

Ojalá nunca falte el agua en nuestros hogares. Sin embargo, a juzgar por la cantidad de labores pendientes, todo parece indicar que las sorpresas, las congojas y los colerones persistirán por tiempo indefinido.

rmatute@nacion.com

El autor es jefe de información de La Nación.

El  18 de marzo, un camión cisterna abasteció de agua potable a los vecinos de los Hatillos.

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