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Luis Donaldo Colosio, a tres décadas de su asesinato

Hace 30 se perpetró el cruento homicidio del candidato presidencial mexicano Luis Donaldo Colosio M., el cual no solo estuvo plagado de interrogantes y sospechas en aquella época, sino que muchas de ellas perviven hasta el presente.

“Yo veo un México con hambre y sed de justicia [...] de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla [...] México quiere democracia, pero rechaza su perversión: la demagogia. Expreso mi compromiso de reformar el poder para democratizarlo y para acabar con cualquier vestigio de autoritarismo [...] Sabemos que el origen de muchos de nuestros males se encuentra en una excesiva concentración del poder”.

Tan contundentes y reveladoras palabras no fueron emitidas por un político más, ni en el candor de un nimio acto proselitista o como parte de una simple coyuntura electoral. Pues, de haber sido así, tales afirmaciones no hubiesen generado ninguna reacción o significancia.

Por el contrario, fue Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato a la presidencia mexicana por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), quien las pronunció, el 6 de marzo de 1994, como acto de cierre a la ceremonia del LXV aniversario de creación de dicho grupo político. Acto verificado en la explanada del emblemático Monumento a la Revolución Mexicana en Ciudad de México.

Luis Donaldo Colosio Murrieta (1950-1994)

Así, todo indica que esas y otras afirmaciones sellaron su destino, pues quienes comprendieron con pavor las consecuencias que ello acarrearía, urdieron su siniestro y urgente asesinato, cuyos detalles, maquinaciones e incidencias se explican con motivo del treinta aniversario de su perpetración.

Prolegómenos

Luis D. Colosio nació en el pueblo Magdalena de Kino (Estado de Sonora), el 10 de febrero de 1950, siendo el sexto hijo del empresario y político del PRI Luis Colosio Fernández (de ascendencia italiana) y Ofelia Murrieta García.

Tras cursar la educación primaria y colegial en Sonora, ingresó al Instituto Tecnológico de Monterrey donde se graduó como economista (1972), obteniendo luego una maestría en esa misma materia en la Universidad de Pennsylvania (1976) y ejerciendo funciones docentes en ello, desde 1980, en la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Anáhuac-México.

Netflix revive el asesinato del político Luis Colosio en ‘Historia de un crimen’

En 1979 y por iniciativa paterna, ingresó como militante del PRI, siendo electo como diputado por Sonora en 1985 y senador, por ese mismo Estado, en 1988. Mismo año en que fue elegido como presidente del PRI, en cuyo puesto se mantuvo hasta abril de 1992, cuando el entonces presidente de México, Carlos Salinas de Gortari, lo nombró como máximo jerarca de la entonces recién creada Secretaría de Desarrollo Social. Momento a partir del cual empezó a destacarse por su carisma y empatía, lo cual, unido a su experticia profesional, lo ubicaron como uno de los personajes públicos más destacados de aquella coyuntura.

Antesala funesta

Casi desde su fundación, en 1929, bajo el nombre de Partido Nacional Revolucionario, luego transformado a Partido de la Revolución Mexicana en 1938 y a PRI en 1946, se tuvo la inveterada costumbre de que el mandatario saliente de México escogiese a su sucesor para el proceso electoral siguiente.

En tal sentido, fue el 28 de noviembre de 1993, cuando el presidente Salinas anunció que Luis D. Colosio era el candidato del PRI para las elecciones de 1994, lo cual debía aceptarse por todos sus miembros. Sin embargo, ello no fue así, pues el economista Manuel Camacho Solís (entonces jefe del Distrito Federal mexicano) no se avino y produjo una crisis a lo interno de dicho grupo político, cuyas tensiones aminoraron con su designio como nuevo Canciller de México.

Momento exacto del asesinato de Colosio.

Para diciembre, Colosio nombró como su director de campaña al economista Ernesto Zedillo Ponce de León, quedando todo listo para el año siguiente. Empero, el 1° de enero de 1994, el panorama político mexicano cambio de súbito, cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dirigido por el subcomandante Marcos, comenzó un alzamiento bélico en el Estado de Chiapas.

Así, para sorpresa de propios y extraños, el presidente Salinas nombró como negociador del Gobierno a Camacho S. (10 de enero), lo cual no fue bien recibido por el equipo electoral de Colosio, pues se interpretó como una estratagema para menoscabar a este último y propiciar que el Canciller ocupase su candidatura.

Palabras mortales

En medio de la problemática desatada por el EZLN, empezaron a surgir especulaciones sobre la ruptura entre Salinas y Colosio, debido, sobre todo, a la oposición de dicho candidato a ciertas acciones respecto del proceso eleccionario a verificarse en agosto de 1994, pues Colosio deseaba una jornada electoral prístina y sin el autoritarismo gubernamental de antaño.

División que se hizo evidente cuando Colosio inició su campaña electoral, en el Estado de Hidalgo, el mismo 10 de enero que se había anunciado a Camacho, pues Salinas le había solicitado un impase mientras se daban los primeros diálogos y negociaciones con el EZLN.

Fue entonces, tras poco más de dos meses de obvia distanciación, cuando Colosio ideó el relanzamiento de su campaña durante el ya referido mitin del domingo 6 de marzo de 1994 con ocasión del aniversario del PRI. Evento que contó con la presencia y ausentismo de varios dirigentes (según así fuese su cercanía con Colosio o Salinas), así como una multitudinaria asistencia de personas.

Sin embargo, fue también el momento en que se consumó la cisura definitiva entre ambos individuos, pues el círculo de acólitos de Salinas conceptuó al discurso de Colosio como una crítica y cuestionamiento directos contra dicho mandatario, haciéndose así imposible cualquier eventual avenimiento.

El asesinato

Como parte de su campaña, el equipo de Colosio organizó un actividad proselitista en el sitio fronterizo de Lomas Taurinas (Tijuana, Estado de Baja California), el cual, a pesar de ostensibles inconveniencias de seguridad para el candidato, se escogió por la antigua preferencia de sus habitantes hacia el PRI.

El miércoles 23 de marzo de 1994, Colosio arribó por avión a Tijuana, siendo a las 4:35 p. m. cuando empezó a disertar, ante casi 4.000 personas, en la parte trasera de una camioneta que se colocó en lo alto de la plaza de Lomas Taurinas, finalizando su alocución hacia las 5:09 p. m. De seguido y rodeado por varios escoltas caminó entre la multitud, momento en el que, a las 5:12 p. m. y tras unos 15 metros, recibió un disparo detrás del oído derecho y otro en el abdomen.

Casi al instante, Colosio se desplomó con una profunda hemorragia, siendo colocado por varios de sus guardias en un pickup Blazer, en el que recibió primeros auxilios por el Dr. Guillermo Castorena mientras era llevado al Hospital General de Tijuana. A medio camino se le pasó a una ambulancia, ingresando al nosocomio en paro cardiorrespiratorio a las 5 y 20 minutos.

Registro policial fotográfico de Mario Aburto Martínez.

En paralelo, su asesino había sido arrestado por otros escoltas, quienes lo protegieron ante una multitud que deseaba ajusticiarlo, siéndole encontrado un revolver de hechura brasileña, marca Taurus, calibre .38 (modelo D-82, matricula 958400), en cuyo interior todavía se encontraban dos balas.

Yerros crasos

Una vez en el quirófano de urgencias, los médicos diagnosticaron que la herida abdominal no era de peligro, mientras que el tiro en la cabeza (el cual había salido por la región parietal izquierda) era de extrema gravedad, siendo a las 6:55 p. m. cuando Colosio falleció. Mas, con la idea de revivirlo, se le practicaron numerosos intentos de reanimación, siendo declarada su muerte a las 7:45 p. m.

Por su parte, el homicida de Colosio, quien fue lesionado en la cabeza e iba sangrando, fue sacado de Lomas Taurinas y dirigido a la sede de la Procuraduría General de la República en Baja California. Sitio en el que rindió su primera declaración y su nombre: Mario Aburto Martínez (nacido en Michoacán, en 1970).

Empero, la investigación careció de los protocolos mínimos para este tipo de delitos. Ya que, como se demostró ulteriormente, hubo errores evidentes en la recolección de indicios, el manejo de la escena del crimen, la reconstrucción de los hechos, el resguardo de las evidencias, el trazado hipotético de los balazos, la realización abrupta de la autopsia y, sobre todo, en la investigación de otros individuos que fueron también detenidos el mismo día del asesinato.

Al respecto y tras una desordenada serie de diligencias, se dispuso el traslado de Aburto a la entonces recién creada cárcel El Altiplano (Estado de México), a la cual arribó en horas posteriores.

Reacción oficial

A las 8 a. m. del jueves 24 de marzo, el cadáver de Colosio arribó a Ciudad de México a bordo de un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, siendo trasladado a la sede central del PRI donde se inició una ceremonia fúnebre oficial en su honor y se apersonó el presidente Salinas en compañía de todo su gabinete.

Pocas horas más tarde, el ataúd fue llevado a la funeraria Gayoso para un cortejo privado, siendo el 25 de marzo cuando su familia dispuso que se le remitiese al Estado de Sonora para su entierro, lo cual se efectuó en el cementerio de Magdalena de Kino. Mismo sitio al que también asistió Salinas, así como al domicilio de los padres de Colosio para externar su pésame.

Además, el gobernante conformó un grupo de la Procuraduría General de la República para que investigase el asesinato, solicitándole a la viuda de Colosio, Diana L. Riojas Reyes, que escogiese a la persona de su confianza para dirigir dicha averiguación. Designio que recayó en el jurista Miguel Montes García, quien laboraba como magistrado de la Suprema Corte de Justicia mexicana.

Mientras tanto y ante la evidente necesidad de contar con un nuevo candidato presidencial, Salinas se avocó a ello con rapidez, resultando escogido el antes citado Ernesto Zedillo, quien, tras las elecciones respectivas, asumió el mando presidencial mexicano para el cuatrienio 1994-2000.

Impunidad y desdoro

El 4 de abril siguiente y tras el análisis de un video grabado el día del homicidio, el Lic. Montes confirmó, en conferencia de prensa, que Aburto estaba confirmado como principal sospechoso, pero, además, que en dicho suceso se constataba la actuación de por lo menos siete coparticipes.

Mes y medio después, el Lic. Alejandro Sosa O. (juez 1° del Estado de México) dictó auto formal de prisión preventiva contra Mario Aburto por el delito de Homicidio Calificado (28 de mayo), a lo que se unió la acusación del Ministerio Público Federal contras otros cinco individuos detenidos.

Revolver, cartuchos percutidos y balas utilizadas en el asesinato de Colosio.

No obstante, y en un giro copernicano, Montes se desdijo en julio de su tesis sobre un crimen grupal y aseveró que, tras estudiar a fondo los detalles del crimen, este solo había sido realizado por Aburto, luego de lo cual dimitió de su puesto. Hecho que, junto a las graves falencias en el expediente y el acopio de los elementos probatorios en Lomas Taurinas provocaron que los imputados, con excepción de Aburto, fuesen puestos en libertad con el paso de los meses.

Al respecto y profundamente contrariada por la actitud de Montes, la viuda de Colosio nombró a otro jurista para que la representase. Sin embargo, no alcanzó a ver resultado alguno, pues falleció en Ciudad de México por cáncer el 18 de noviembre de 1994, es decir apenas ochos meses después del crimen contra Colosio, siendo sepultada junto a él en Magdalena de Kino.

Memoria histórica

Tras el juicio correspondiente, Mario Aburto fue condenado, en diciembre de 1994, a una pena de 45 años de prisión, la cual fue luego reducida a 42 y aumentada de nuevo a 45 en 2004, descontándola hasta el presente en un centro penitenciario del Estado de Jalisco.

Asimismo, la comisión de la Procuraduría continuó con sus trabajos hasta el año 2000 (reafirmado la idea de un solo asesino), siendo incluso, en 1996, cuando su director, el abogado Luis R. González P., interrogó al expresidente Salinas como parte de la indagación. Hecho que generó gran expectativa por ser la primera vez en que un ex mandatario rendía declaración en un asunto criminal.

En la actualidad existe un busto en honor a Luis D. Colosio en el afamado Paseo de la Reforma en Ciudad de México, así como una estatua de su efigie en el sitio exacto de su homicidio en Lomas Taurinas, ambas cuales se erigen en recuerdo perenne del último cuasi magnicidio cometido en esa nación.

El autor es profesor de la Cátedra de Historia del Derecho (UCR) e integrante de la Sociedad de Amigos de la Academia Mexicana de Historia.

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