Durante los años 60 y 70, los fabricantes japoneses de motos y coches eran vistos con cierto desdén porque copiaban a los europeos. A ojos de estos (y del público), sus productos eran 'copias baratas' y de mala calidad de sus productos. Con los años estos constructores asiáticos demostraron que no sólo sabían fabricar vehículos muy bien hechos y con una fiabilidad excelente, sino que ya no necesitaban fijarse en los europeos.
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