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El nuevo plan de Elon Musk para dejar varados a sus rivales con su nuevo cohete low cost

El nuevo plan de Elon Musk para dejar varados a sus rivales con su nuevo cohete low cost

Elon Musk está a punto de asegurarse el predominio en los lanzamientos espaciales gracias al precio de su nuevo cohete.

El 18 de noviembre pasado, por unos pocos minutos gloriosos, el gigantesco cohete Starship de SpaceX se disparó hacia los cielos con una aparente perfección. Luego, cuando llevaba ocho minutos de vuelo, explotó inexplicablemente sobre el Golfo de México.

Sin embargo, para SpaceX, de Elon Musk, fue apenas otro traspié en su desarrollo. En algún momento el Starship podrá alcanzar velocidades orbitales con seguridad y ser considerado listo para llevar carga y satélites en una órbita terrestre baja. Lo que implica que el resto de la industria de lanzamientos, que ya se esfuerza para competir con el actual cohete en uso de SpaceX, el Falcon 9, podría terminar haciendo de segundo violín permanente del multimillonario.

SpaceX amenaza con trastornar el mercado con el tamaño y la escala del Starship. La compañía sostiene que el cohete, que fue diseñado para llevar más carga en órbita que cualquier vehículo anterior, puede transportar hasta 150.000 kilos en una órbita terrestre baja, lo que podría equivaler a cientos de satélites en un solo lanzamiento. Las naves rivales en desarrollo apenas podrían transportar una pequeña fracción de esa masa. Y como el Starship podría ser reutilizado, la presidenta de SpaceX, Gwynne Shotwell, anticipó que en algún momento se podrán hacer varios lanzamientos por día.

El Falcon 9 es la actual estrella de SpaceX, pero Starship podría cambiar su negocio.

Si agregamos el económico precio de US$ 10 millones por vuelo que SpaceX ha promocionado, el Starship podría clausurar la angosta ventana que les queda a los competidores para igualar los números del cohete más viejo de Musk. A modo de referencia, el precio del vuelo en el Falcon 9 arranca en US$ 67 millones, una ganga para el sector. "Ahora están reduciendo el costo por kilogramo en otro orden de magnitud", afirma sobre el Starship Chad Anderson, fundador de la firma de capital de riesgo Space Capital, al señalar que podría estar más cerca de los US$ 50 millones por vuelo.

El sector de los lanzamientos está en el medio de una vasta transformación. En las pasadas dos décadas, múltiples startups como Rocket Lab, Relativiy, Firefly Aerospace y varias más gastaron cientos de millones de dólares desarrollando cohetes para ofrecer el servicio de reparto por el espacio de diminutos satélites. Pero en los últimos años todos anunciaron planes para crear vehículos de mayor tamaño en condiciones de acercarse al Falcon 9, y se unieron a proveedores grandes como la Boeing-Lockheed Martin United Launch Alliance, Blue Origin, de Jeff Bezos, y la europea Arianespace, para desarrollar naves más voluminosas.

Pero mientras esas alternativas al Falcon 9 deben comenzar a salir a mediados de la década, es posible que el Starship empiece a poner en órbita más satélites de los que podía llevar el Falcon 9. Si se consiguen los mejores números prometidos con el Starship, el dominio del sector por parte de SpaceX no haría más que incrementarse. "Hoy es un banco con una sola pata", ilustra Chris Quilty, director ejecutivo de la firma de análisis Quilty Space. "Hay una empresa llamada SpaceX y un solo cohete denominado Falcon 9".

Pero está creciendo la demanda de las denominadas megaconstelaciones de satélites en órbita terrestre baja, capaces de prestar servicios de telecomunicaciones como Internet de banda ancha ultraveloz, líneas directas a teléfonos celulares y demás. El sistema de Internet Starlink de SpaceX, por caso, usará unos 12.000 satélites. Kuiper, el servicio de banda ancha desde el espacio de Amazon.com Inc., aspira a lanzar 3236 satélites. Y los grandes satélites precisan de grandes cohetes que puedan llevarlos.

Jeff Bezos también está en carrera con Blue Origin y su sistema de banda ancha espacial Kuiper.

Muchos operadores satelitales también han pasado de los cohetes pequeños a travesías compartidas con decenas de satélites apiñados en vehículos que lanzan en conjunto. Esta opción tiene sus desventajas, ya que los clientes no pueden hacer que sus satélites vayan a la trayectoria preferida. Pero es más económica.

El precio de lista por un kilo a bordo del pequeño cohete Electron de Rocket Lab USA Inc es cinco veces superior al costo de una misión compartida Transporter en el Falcon 9. Y como SpaceX lanza una misión Transporter con pocos meses diferencia, los operadores satelitales pueden alcanzar sus órbitas con un cronograma relativamente previsible.

En consecuencia ha habido complicaciones entre los productores de naves que no pueden llevar tanta carga. Por caso, Virgin Orbit LLC, la firma apoyada por Richard Branson, quebró en 2023, y los analistas creen que varias más la seguirán.

Una startup que apunta a quebrar el dominio de SpaceX es Rocket Lab, el único proveedor constante de lanzamientos de misiones para satélites pequeños. "Hay una tremenda cantidad de compañías y gobiernos que buscan diversificar los lanzamientos", afirma el CEO, Peter Beck. "Nadie quiere tener todos los huevos en una sola canasta", agrega.

Otra startup, Relativiy Space Inc., lanzó en marzo su primer cohete espacial, el Terran-1, pero no alcanzó la órbita. Luego la empresa suspendió el trabajo con esa nave para concentrarse únicamente en un vehículo más grande. "Hemos visto que el mercado necesitaba que hubiera un segundo jugador comercialmente disruptivo y diversificado que no se llamara SpaceX", opinó el CEO, Tim Ellis.

Por ahora hay demanda abundante de lanzamientos y falta de cohetes disponibles para atenderla. Lo que implica que podría haber espacio para que algunas startups creen opciones viables que no sean el Falcon 9. Pero SpaceX sigue avanzando con el desarrollo del Starship, y sólo es cuestión de tiempo para que llegue el debut del megacohete que podría trastornar el negocio de los lanzamientos como ya ocurrió con el Falcon 9.

"Hay una ventana de oportunidad para que alguien pueda entrar, pero no es tan fácil como parece", admite Anderson.

La versión original de esta nota se publicó en el número 363 de revista Apertura.

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