La iniciativa de EE.UU. para aumentar las inversiones en América latina y 'neutralizar' la presencia china
Cuando China se convirtió en una superpotencia económica, sus bancos y empresas plantaron banderas rojas de cinco estrellas en todo el mundo. Pero en ningún lugar el auge de los negocios chinos ha preocupado tanto a Washington como en América latina. "Están en la línea de 20 yardas de nuestro país [un término de fútbol americano que refiere a las últimas 20 yardas que un ataque tiene que recorrer para marcar un touchdown]", dijo el año pasado la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos.
América latina posee mucho de lo que el mundo más necesita: litio y cobre para la electrificación, agua dulce y tierra fértil para cultivar alimentos, y lugares privilegiados para generar energía solar y eólica.
Decidida a dominar estos sectores, Beijing ha invertido en consecuencia. El comercio entre China y América latina pasó de u$s 12.500 millones en 2000 a más de u$s 480.000 millones en 2022. Las empresas chinas están construyendo puertos, rutas, ferrocarriles y represas hidroeléctricas en toda la región. Los bancos estatales de Beijing prestaron más de u$s 136.000 millones a países latinoamericanos entre 2005 y 2012.
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Muchos latinoamericanos han recibido con satisfacción la llegada de China. Añade una tercera línea de inversión a un escenario anteriormente limitado a Europa y EE.UU., además de un gigantesco mercado para la carne, soja y minerales. Las empresas chinas han suministrado algunas infraestructuras de forma rentable. Las empresas tecnológicas de Beijing ofrecen equipos avanzados a precios accesibles.
Inicialmente distraído en otros asuntos, EE.UU. se ha despertado ante lo que considera una alarmante incursión de su rival estratégico en su propio territorio. Washington ha presionado a los gobiernos latinoamericanos contra los supuestos peligros para la seguridad de los equipos móviles 5G de Huawei, advirtió de los peligros de la diplomacia de la trampa de la deuda china y ha sermoneado sobre los riesgos de la excesiva dependencia de un único mercado.
Los latinoamericanos no quedaron demasiado impresionados. Muchos crecieron en economías que dependían demasiado de un solo mercado: EE. UU. ¿Y dónde están los préstamos concesionales estadounidenses o los proveedores estadounidenses de 5G?
Sin embargo, sería ingenuo ignorar las preocupaciones estadounidenses. En un momento de creciente tensión geopolítica, no puede ser prudente que una sola nación controle el suministro de minerales críticos o tecnologías clave. No todos los proyectos de China son benignos: la antena gigante de una estación de escucha del espacio profundo en la Patagonia argentina, gestionada por el Ejército Popular de Liberación, opera en bandas de ondas que pueden utilizarse para el guiado de misiles y el seguimiento de armas. El suministro de vacunas chinas contra el coronavirus dependía en parte de la voluntad de los países latinoamericanos de plegarse a Beijing.
Una respuesta obvia de EE.UU. sería resucitar la visión de los años '90 de una zona única de libre comercio en todo el continente americano, pero la hostilidad bipartidista a nuevos grandes pactos lo hace imposible. Sin embargo, existe una alternativa. En una rara muestra de colaboración, republicanos y demócratas de ambas cámaras del Congreso unieron sus fuerzas el mes pasado para presentar una ley que podría dar un impulso útil al comercio y la inversión de EE.UU. en América latina.
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La Ley de las Américas reforzaría las hasta ahora débiles iniciativas de asociación económica de la administración Biden. Permitiría a los países latinoamericanos que cumplan las normas sobre democracia, comercio y Estado de Derecho adherirse al acuerdo de libre comercio entre EE.UU., México y Canadá. Ampliaría los préstamos en condiciones favorables y ofrecería hasta u$s 70.000 millones para promover la deslocalización de la producción desde China. Una cumbre presidencial bienal supervisaría los avances.
A los países latinoamericanos les gusta la idea. Se dice que la Casa Blanca la apoya. Sin embargo, el proyecto de ley tendrá dificultades para atraer la atención de los legisladores en un año electoral. Los líderes del Congreso deben conseguir que se apruebe. Si EE.UU. desaprovecha la oportunidad en América latina, no cabe duda de que China no lo hará.