Los interrogantes de la doble vida de un teniente nazi condenado a muerte que se refugió en Asturias y murió impune
El cineasta asturiano José Antonio Quirós tenía nueve años cuando quedó fascinado por la personalidad de Auke Bert Pattist, un holandés muy extrovertido que llegaba en moto al bar Panizales que regentaban sus padres en la localidad asturiana de la Foz de Morcín y, de esa etapa infantil, aún conserva el tren de juguete que le regaló por su primera comunión.
Pattist era políglota y ese dominio de los idiomas le llevó a ejercer de intérprete para los ingenieros extranjeros que, en los años 60 y 70 del siglo pasado, llegaban a Asturias a mejorar la seguridad de las minas. Otra faceta que subía aún más su admiración hacia ese hombre
El desencanto, la decepción y especialmente la conmoción llegaron durante el confinamiento por la Covid-19 cuando, leyendo viejos recortes de prensa que guardaba su madre, descubrió que el cliente que le tenía impresionado por su gran carisma y ser “el amigo de todos” tenía un pasado turbio.
“El Alemán”, como le apodaban a pesar de que había nacido en Utrech (Holanda), había sido teniente de las Waffen-SS, uno de los cuerpos del Ejército de la Alemania nazi, había sido condenado a cadena perpetua en 1947 por hechos de guerra en su país natal y había logrado fugarse después de la segunda guerra mundial a España, que vivía bajo el régimen franquista, y donde se asentó en 1956.
Pattist se refugió en Asturias, donde formó una familia y se integró plenamente en la sociedad ovetense y también en la riosellana.
El 'cazanazis' Simón Wiesenthal localizó al holandés en la academia de idiomas que regentaba en Oviedo. El antiguo teniente de las Waffen-SS, condenado a cadena perpetua en 1947, llevaba viviendo en España desde 1956 cuando logró fugarse. Hubo hasta tres solicitudes de extradición, pero nunca se hicieron efectivas y Pattist murió en 2001 en un hospital asturiano a los 80 años
Tenía una vida social muy activa cuando su pasado salió a la luz tras ser localizado en la academia de idiomas que regentaba en Oviedo por el 'cazanazis' Simon Wiesenthal.
A la sociedad asturiana no le influyó. Tampoco al gobierno español que pese a haber recibido hasta tres solicitudes de extradición de Países Bajos en 1979, 1983 y 1997, nunca se llegaron a hacer efectivas y Pattist murió, a los 80 años, en un hospital de Asturias en 2001.
José Antonio Quirós captó enseguida que la doble vida de Pattist daba para más de un guion cinematográfico. Intentó documentarse para acercarse a su figura a través de su familia directa, pero sus hijos declinaron el ofrecimiento. No quisieron participar en el proyecto, ni remover el pasado.
No obstante, la película documental “El amigo de todos (2024)”, centrada en su figura, deja abierto el debate, para que el espectador reflexione y saque sus propias conclusiones. Una historia narrada en retrospectiva que nace de los recuerdos de aquel niño fascinado por aquel hombre que frecuentaba el bar de sus padres y que, hoy adulto, se debate entre viejos periódicos, pruebas jurídicas y sospechas que difuminan la reconstrucción del nazi que hechizó su mirada infantil.
Pattist tenía contactos muy valiosos, nunca pidió perdón, ni se arrepintió pero tampoco escondió su pasado y, a pesar de ello, la sociedad seguía dormida y miraba hacia otro lado
Un detalle le llamó poderosamente la atención. Dice que nunca pidió perdón, ni se arrepintió, pero tampoco escondió su pasado y, a pesar de ello, la sociedad “seguía dormida y miraba hacia otro lado”, apunta el director que ha llevado su vida a la gran pantalla.
La expectación por ver la película documental
La gran expectación que han despertado los 71 minutos que dura la cinta ha llevado a la dirección de los nuevos Cines Embajadores Foncalada, en Oviedo, a ampliar su proyección de los dos días iniciales hasta finales de mes.
No en vano, llega precedida de dos importantes reconocimientos. Por un lado, ha obtenido el premio del público en el Festival Internacional de Cine de Gijón y, por otro, ha sido seleccionada por el Mercado Internacional de Producciones de Televisión de Cannes.
El propio director participa en un coloquio con los espectadores tras la proyección de “El amigo de todos” en la gran pantalla y comparte con elDiario.es Asturias algunas reflexiones.
“Yo era un niño que me quedaba fascinado por la manera de hablar de este hombre, que era diferente a los demás porque hablaba holandés y alemán. A eso se añadía que tenía siempre gente a su alrededor. El niño se convirtió en adulto y con la pandemia rescaté una serie de recortes de prensa y jugué con la memoria”, comienza su relato.
José Antonio Quirós habló con su madre para saber más detalles, pero ella prefería quedarse con los instantes positivos. Quería rememorar únicamente aquellos platos que le cocinaba o las propinas que le daba su cliente holandés. Por eso, tuvo que seguir tirando de la manta al tiempo que iba haciendo un paralelismo de lo que es la sociedad hoy en día, escudriñando cómo se recuerdan determinadas cosas buenas, pero no las malas.
“Hay un periodo de olvido, que es eso de la memoria, y a partir de ahí ya el personaje adulto va investigando y se acerca a lo que fue realmente Pattist. Hay cosas que quedan con más interrogantes todavía, pero a mí como cineasta -explica- me gusta hacer reflexionar al espectador y sobre todo que tenga sus dudas”.
El director asegura que esta es una historia abierta a debate donde hay un poco de todo: intriga, investigación, algún elemento de humor dentro de lo trágico y del drama.
“Hay sobre todo esa lectura de lo que está ocurriendo hoy en día, si la historia realmente hoy se repite y yo creo que sí”, lamenta.
Además, reconoce que no aprendemos de la historia. Por ello plantea una cuestión: ¿Qué haríamos nosotros si hubiéramos vivido una época como esa?. Y advierte que una cosa es la lectura de la actualidad respecto al pasado y otra diferente metiéndose en la piel de los personajes, como le ocurre a él, y por eso intenta indagar en ello.
La película plantea varios interrogantes, entre otros, si finalmente fue o no asesinado Pattist, aunque de nuevo se opte por que sea el espectador el que se pronuncie a tenor de lo que ha visto. No obstante, expone que ha habido algunos documentos que no pudieron salir a la luz por no estar desclasificados y aunque hay ciertas sospechas, él prefiere quedarse con las dudas.
“Mucha gente, cuando entra en esa parte de la película, se queda impactada. Es como si dijeran: ¿Qué está pasando aquí?. También planteamos otras cuestiones, entre otros, cómo los gobiernos dan un mensaje, pero luego aplican otro,. Por ejemplo, hubo tres solicitudes de extradición desde Países Bajos y luego descubres que en los años 70 del siglo pasado, los Países Bajos solicitan los servicios de Pattist para que actúe como captador y convoque a una serie de trabajadores de la industria y del metal, y los lleven ahí a trabajar. Él estaba muy bien relacionado -relata- y también hay que ver cómo se miden las cosas con distinto rasero”.
José Antonio Quirós asegura que su intención era que en el minuto uno no se condenara al personaje aunque la historia que cuenta sea demoledora, aunque lo haga con un tono más sereno.
La sociedad del 'ver, oír y callar'
“Me adentré en una sociedad que era la del ver, oír y callar, que es también el entorno en el que yo me crié” afirma.
Admite que llegó a tener un conflicto personal a medida que iba avanzando en este proyecto: entre el niño que tenía anclados esos buenos momentos vividos con Pattist, como recuerda la ilusión con la que recibió la locomotora del tren el día de su primera comunión, frente a su vida ya de adulto donde una de sus máximas aspiraciones es vivir en una sociedad libre y tolerante.
Tuvo un parón de casi dos meses donde no sabía por dónde tirar, impresionado por un programa de televisión donde el periodista José María Iñigo entrevistaba a Pattist, que entonces tenía 62 años, donde se hablaba sin tapujos de su pasado como oficial nazi. A continuación reproducimos un tráiler del programa.
José Antonio Quirós logró salir de ese bache gracias al visionado de esa entrevista cuando vio estupefacto que los espectadores aplaudían.
“Lo vi con un cierto humor e ironía. En ese momento -añade- decidí tirar para adelante porque vi que eso no era normal. Y aguanté hasta el final con los aplausos para que al final uno se pueda hacer preguntas del tipo: ¿Por qué aplauden?. El problema es que lo hacen porque van a un programa de televisión y ahí se ve la banalidad del mal y su normalización”.
El cineasta opina que ahí se comprueba cómo hay un sector de la sociedad que parece que no piensa o quiere huir hacia adelante. Su película documental busca el efecto contrario: quiere que la gente piense y lo hace en varias fases. Él mismo llega a decir que algunas de las escenas llegan a incomodar al espectador, pero cree que es necesario.
“Este personaje es una excusa para definir esta sociedad en la que vivimos, que vuelve otra vez. En la película sale el periodista riosellano Lorenzo Cordero que, con 97 años, dice que en este país todavía no hay democracia”, ilustra como ejemplo.
Aunque José Antonio Quirós opta en todo momento por dar la última palabra al espectador, sí da su propia definición de Pattist. Bajo su prisma, tras estudiar bien a la persona y al personaje, cree que era “un superviviente que busca la adaptación y se adapta. Nunca se escondió y eso es otra lectura que da para la reflexión”.
Para finalizar este reportaje de acercamiento a la película y al personaje de Pattist, aquí van unos apuntes sobre la figura del cineasta asturiano que lleva su vida a la gran pantalla. José Antonio Quirós es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Inició su labor cinematográfica en Filmoteca Española recuperando material fílmico inédito de la historia del cine español. En 1987 ganó el Primer Premio de guion cinematográfico para TVE con el mediometraje “Trabajo de amor que se pierde”.
A partir de 1991 creó su propia productora, El Nacedón flms, con la intención de producir, escribir y dirigir sus propios trabajos. Su filmografía se mueve entre la ficción, con títulos como “Pídele cuentas al rey” y “Cenizas del Cielo”, y el documental, donde destacan “Gran Casal”, “Solas en la Tierra” y “Objetivo Braila”.
En 2010 inicia la Trilogía de la Soledad, con tres películas documentales: “Objetivo Braila”(2010), Premio Alcances 2011, mención Especial del Jurado. “Desde Rusia con dolor” , (2011) y “Despoblados” (2012).
Entre 2014 y 2017 dirige nueve capítulos de la miniserie “Aquí el Paraíso”, comedia ficción y falso documental. En 2015 dirige el largometraje “Todo el Tiempo del mundo”, que obtuvo el Premio GAVA a la mejor dirección y el Premio AMAS a la mejor banda sonora, participando también en el Festival Internacional de Cine de Chicago. Ahora los espectadores tienen la última palabra para valorar 'El amigo de todos'. Sus próximas proyecciones se harán en Madrid, Barcelona y Valencia.