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Padre e hijo viajaron desde Limón para despedirse del zoológico Simón Bolívar

Iván Solano y su hijo Inel contemplaban al jaguar que dormitaba en su encierro de vidrio. Eran casi las 11 a. m. de este viernes 10 de mayo y ellos recién llegaban al zoológico Simón Bolívar, en barrio Amón, San José. El sitio les trae buenos recuerdos, tantos que organizaron su rutina para viajar desde Limón para visitarlo por última vez.

El recorrido de casi tres horas nunca pareció un obstáculo para los Solano, pues para ambos era muy importante despedirse de este bosque cargado de memorias heredadas y propias.

“Me trajo mi papá desde pequeño, algo que aprendió, porque a él también lo trajeron sus papás. Esto es parte de la cultura familiar de aquella época, de cuando padre y madre salían con sus hijos los domingos”, contó don Iván, de 59 años.

Él también continuó la tradición familiar llevando a su hijo desde que era un niño.

Inel, ahora de 22 años, acompañó a su padre para juntos ver por última vez a los animales que quedan en el zoológico, el cual cerró sus puertas este viernes, cuando se venció el contrato entre el Estado y Fundazoo, organización que ha administrado tanto el Simón Bolívar como el Centro de Conservación Santa Ana.

Zoológico Simón Bolívar cerraría operaciones el 10 de mayo

Don Iván repasó junto a Inel lo impresionante que era para él, siendo muy pequeño, estar en contacto con tantas especies de animales costarricenses, así como con los leones que solo había visto por la televisión. Su familia siempre viajó desde Limón para visitar el zoológico.

“Esta es la última vez que venimos juntos. A mi hijo lo traje pequeño un par de veces”, recordó el padre.

El educador contó que desde hace un mes estaba considerando la idea de visitar el Simón Bolívar. Finalmente, la noticia de su cierre lo impulsó a hacerlo este viernes. No podía esperar más para decir adiós y con esto “honrar la memoria de la tradición familiar”.

Embargado por la nostalgia, don Iván reconoció que los animales en su estado natural siempre van a estar mejor que en cualquier zoológico, aunque en su creencia, piensa que tenerlos en el cautiverio permite su conservación. Considera, eso sí, que en caso de que se reabran instalaciones de este tipo, deberían de contar con espacios más amplios y similares a sus hábitats.

Al menos en el país, la idea de nuevos zoológicos es lejana. “Costa Rica dice no a mantener los zoológicos estatales”, informó Franz Tattenbach, el ministerio de Ambiente y Energía, en un comunicado de prensa en el que aseguró que no se prorrogará el contrato con Fundazoo.

Tattenbach agregó que en Costa Rica los zoológicos deben ir evolucionando hacia santuarios.

El último día del Simón Bolívar

Mientras don Iván revivía momentos, tres gavilanes, un tucán pico iris y varias loras permanecían sin cantar. Unos y otros eran parte de un momento histórico como es el cierre del zoológico que existió por más de 100 años. Solo ahí, cientos de miles de costarricenses pudieron ver leones, un tigre, una pantera y hasta un oso enjaulado.

Este 11 de mayo, las aves, reptiles, mamíferos y anfibios serán trasladados hasta el Centro de Rescate de Vida Silvestre Tropical, conocido como Zoo Ave, en Alajuela. Allí estarán temporalmente mientras evalúan el estado de salud de cada uno y se define su destino. El Ministerio de Ambiente y Energía (Minae) anunció que será hasta el propio día en el que actualizarán el inventario del total de animales.

Así como Iván e Inel, otros ciudadanos llegaron esta mañana para ver a las especies que aún quedan en el lugar. Unos seis grupos de personas caminaban entre las hojas altas y los árboles de un lugar que aún luce muy verde.

El caudal del río Torres y el trino de los pajaritos que revoloteaban en libertad dominaban el ambiente.

En el recinto de los monos araña apenas se ven dos. Mientras uno se refugia debajo de su casa, otro camina sujetando, con su cola, una hoja de lechuga. Es la hora de su almuerzo, el último en ese lugar.

En el espacio en el que el personal prepara los alimentos de los animales, aún se escuchan sonidos, aunque nadie habla, incluso, al notar la presencia de la prensa, deciden cerrar la puerta. Un funcionario pasa de lejos y dice que no tiene permitido dar declaraciones.

La mañana continúa y el sol es cada vez más ardiente. El calor no incomoda a Víctor Quirós, un visitante de 62 años que aprovechó la tranquilidad de sus días de jubilado para ir a decir adiós al Simón Bolívar.

El cierre coincidió con su serena cotidianidad. Años atrás había pensado en volver al lugar que visitó de niño, pero el trabajo se lo impedía. Con cámara en mano y un sentimiento de nostalgia, recorrió y fotografió todo el espacio.

“Me llevo varias fotos de recuerdo”, contó Quirós, quien pagó ¢4.600 de entrada.

Así como Quirós, también Carlos Moreira, de 59, revivió historias. El vecino de Alajuela pospuso sus labores como contador para despedirse. Mientras contemplaba a los cocodrilos, recordaba como una vez, con una de sus hijas, cometió una imprudencia, cosas de jóvenes, dice riendo.

“Viendo a las tortugas y cocodrilos la senté aquí, en la baranda y después caí en cuenta de que se me podía caer. Tengo muchos recuerdos de este lugar, como cuando estaba el león y enfrente estaba la jaula de los cervatillos, era un depredador intranquilo porque no podía atrapar a su presa”, rememoró Moreira.

Al llegar al zoológico, la mayor de las sorpresas fue enterarse de que ya no había leones. Pasaron muchos años para que regresara de nuevo. Esta vez, el señor tenía un último anhelo: disfrutar de la lluvia mientras contemplaba todo alrededor y se sentía en el bosque tropical. Para su suerte, pasadas las 11 a. m., el día empezó a oscurecer.

Primera y última visita al zoológico

Recién llegados e impulsados por la noticia del cierre, acudieron María Montiel y Jonathan Rodríguez. La pareja alajueliteña llevó a su hijo Mateo Rodríguez Montiel, de 6 años, para que conociera el zoológico.

Los padres de Mateo contaron que no querían que su niño se quedara sin esta experiencia y, a la vez, ellos aprovechaban para revivir recuerdos de infancia. La familia pagó ¢13.200 por el ingreso, una cantidad que les pareció apropiada para esta última vez.

Mientras avanzaban y desaparecían entre el verdor, el niño no dejaba de sonreír por lo que estaba por vivir: vería por primera y última vez abierto el zoológico Simón Bolívar.

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