Lo grande y lo importante
Es difícil no darse cuenta de las amenazas que se ciernen en este momento sobre el periodismo. Y, no obstante, en medio de esta tormenta casi perfecta provocada por tecnologías que crean textos e imágenes verosímiles, redes que facilitan la difusión de bulos y mentiras , y gobiernos que amenazan a las voces discordantes, a los lectores les sigue preocupando que el periódico haga bien lo cotidiano. Luis Durán me señala una errata en un titular sobre dos embarcaciones con inmigrantes que llegaron a la costa de Adra (Almería), donde se dice que «La Guardia Civil procede a la localización y detención de las personas que habían desembarco». También Javier Venegas identifica otra errata en el subtítulo de una columna de Juan José Borrero sobre el ministro Puente y, aunque entiende «que se cuele una a lo largo de un texto», cree que el hecho de «que se cometa en un titular o un subtítulo es bastante penoso». En la misma línea, Guillermo Oliveros, junto a una hija suya, futura lingüista, señala en la columna de Berta García de Vega 'Si hay censura no hay democracia' un error en la expresión «Que se le digan a J.K. Rowling cada vez que critica las leyes trans», y comentan que «ambos coincidimos en que la figura del corrector ya no se suele utilizar como antes ¡y se nota!». Santiago Herrero, por su parte, me traslada diversas «patadas al diccionario topográfico español» y recuerda que, aunque «ABC sigue las recomendaciones de la RAE, un sector significativo de los redactores o colaboradores no las observa y es decepcionante». Mientras hago recuento de estos últimos mensajes de los lectores, pienso que todos hacen referencia a artículos o noticias que tienen que ver con los temas más candentes de la actualidad: censura, inmigración, nacionalismos o el propio ministro Puente. Y sus quejas señalan un trabajo que, en ocasiones, ha sido poco cuidadoso. Una de las labores que encomendó el director al nuevo jefe de Continuidad del periódico, Fernando Rojo, es la de fortalecer los controles sobre lo que publica ABC, ya sea en la edición impresa o en formato digital. «Reconozco que no es tarea fácil porque nuestra oferta en los diferentes soportes está en continuo crecimiento, pero ni siquiera la urgencia informativa debe ser excusa, porque ya se ve que el nivel de exigencia de los lectores de ABC es muy alto. Seguiremos reclamando a los redactores la máxima pulcritud y reforzaremos los controles», afirma Rojo, quien lleva 27 años vinculado a este periódico, gran parte de esos años en cargos relacionados con la coordinación y la edición de noticias. «Erratas y errores ha habido siempre –prosigue el jefe de Continuidad–, tampoco creo que ahora haya muchos más que cuando yo empezaba, pero sí es verdad que antes hacíamos un reconocimiento más explícito de esos fallos mediante la 'fe de errores'. Eso servía para un aprendizaje colectivo que hoy está en desuso, no sólo en ABC, sino en la mayoría de los medios». «En todo caso, que esa deriva sea generalizada no debe servirnos de consuelo, porque ABC evidentemente no es un periódico cualquiera, y menos aún para sus lectores, que lo sienten como propio», añade Rojo. En todo caso, el jefe de Continuidad del periódico cree que se les puede «acusar de ser menos cuidadosos, pero no de ser menos rigurosos que antaño. ABC mantiene unos estándares de rigor altísimos, y la prueba de ello es que, pese a los crecientes ataques que sufrimos por parte del poder político, nuestras noticias rara vez pueden ser desmentidas. Los lectores confían en lo que contamos a diario, pero exigen la máxima calidad. La falta de pulcritud no puede empañar un trabajo serio y riguroso». Aunque me alegra comprobar que estos mensajes son bien recibidos por la Redacción, animo a seguir poniendo todos los medios posibles para que el «trabajo serio y riguroso» tenga, también, una forma pulcra y respetuosa con el lector. Mientras que es evidente que las lluvias torrenciales de una tormenta perfecta pueden causar grandes destrozos, quizá no siempre somos conscientes de lo dañinas que pueden ser esas pequeñas fugas de agua que, también, pueden minar los cimientos de un edificio. El mal más insidioso es el que está en los detalles, no el que organiza grandes esquemas contra la libertad de prensa . Los lectores lo tienen claro.