¿Cómo pueden afectar los detalles íntimos que reveló la actriz porno Stormy Daniels al juicio contra Donald Trump en Estados Unidos?
Al juicio que se adelanta en Nueva York contra el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, por el pago a una actriz porno para que guardara silencio sobre su supuesta relación extramatrimonial todavía le queda mucha tela de donde cortar.
Pero esta semana, sin lugar a dudas, pasará a la historia como una de las más truculentas en un proceso que acapara la atención nacional e internacional y que bien podría determinar la suerte del candidato republicanos en las elecciones presidenciales de noviembre de este año.
En gran parte gracias al testimonio que brindó en la corte Stormy Daniels, la mujer a la que el exmandatario habría ofrecido 130.000 dólares dos semanas antes de los comicios del 2016 para que no vendiera su historia a medios de comunicación.
La Fiscalía de Manhattan lo acusa de haber falsificado los registros contables de su empresa -un delito en este estado- para esconder el motivo detrás de ese pago. Algo que hizo, según las autoridades, para evitar el impacto negativo que tal revelación tendría en sus aspiraciones presidenciales.
Durante más de siete horas y a lo largo de dos días, Daniels se sentó en el banquillo para narrar con todo lujo de detalles el supuesto encuentro sexual que tuvo con Trump en la habitación de un hotel en el año 2006 durante un torneo de golf al que ambos asistieron.
Si bien algunos pormenores ya se conocían -Daniels hasta escribió un libro al respecto-, el contexto de su narrativa y los punzantes intercambios que se presentaron durante el contrainterrogatorio con los abogados de Trump dieron pie a incómodos momentos que harían sonrojar hasta al más curtido.
De acuerdo con Daniels, el expresidente la había invitado a su habitación para discutir un posible rol en el ‘El Aprendiz’, el popular programa de televisión que en ese entonces dirigía.
En medio la conversación se excusó para ir al baño. “Cuando salí, él estaba acostado en la cama, en calzoncillos y camiseta. Quedé fría, pues esas no eran mis intenciones”, dijo la mujer.
Aunque Daniels nunca describió los sucesos que siguieron como una violación, sí dejó entrever que el sexo no fue consensuado y la carga moral que le quedó por no haberse negado de manera verbal.
Daniels, incluso, hasta habló de la posición que usaron durante el sexo -misionero- y la ausencia de un preservativo en el encuentro. Tan vívido fue el relato que los abogados de Trump pidieron la anulación del juicio alegando que la sugerencia de una violación sexual podía afectar el veredicto del jurado.
Juan Merchán, el juez colombiano que encabeza el proceso, coincidió en que el exceso de detalles no tenía cabida en un juicio cuyo fin era determinar la falsificación de un pago y no la naturaleza del encuentro sexual. Pero ignoró la petición de la defensa, a quien criticó por no haber objetado partes de su testimonio.
De acuerdo con los fiscales, los detalles eran relevantes, pues buscaban demostrar la veracidad de la historia de Daniels y el afán de Trump por comprar su silencio.
Cabe recordar que en el tramo final de la campaña del 2016, Trump ya estaba contra las cuerdas tras la publicación de un video de Access Hollywood en el que se jactaba de abusar mujeres sin su consentimiento gracias al poder que le daba su fama.
La historia de Daniels, de haberse conocido en su momento, habría alimentado esa narrativa. En el contrainterrogatorio de la defensa, los abogados pintaron a la actriz como una extorsionista que llevaba años lucrándose supuestamente de una mentira, ya que Trump niega la relación sexual-.
“Usted todo se lo inventó. De hecho, usted tiene mucha experiencia en hacer que historias de sexo parezcan reales, como ha hecho en las más de 150 películas porno que ha protagonizado”, le dijo Susan Necheles, una de las abogadas del expresidente.
A lo que Daniels respondió con un comentario mordaz: “El sexo en esas películas es muy real, como lo que me sucedió a mí en esa habitación. Pero si me hubiese tocado escribir esa escena, la habría hecho mucho más divertido de lo que fue”, provocando una risotada en la corte.
Necheles intentó, además, exponer supuestas inconsistencias en la historia que ha venido contando la actriz desde que se reveló el caso e hizo hincapié en que Daniels no podía corroborar que Trump mismo había ordenado el pago.
Como se sabe, los 130.000 dólares que se le giraron a Daniels fueron pagados por Michael Cohen, el abogado de Trump en ese momento. Cohen, que está por testificar, dice que los hizo por instrucción del expresidente y que luego se le devolvió el dinero camuflándolo como gastos de representación (y de allí la falsificación de los registros contables).
Orden mordaza
El juicio tuvo otro tenso momento. Ocurrió a comienzos de la semana, cuando Merchán amenazó a Trump con enviarlo a la cárcel por desafiar una orden mordaza que le impide hacer comentarios negativos sobre los testigos.
Pero el jueves, a la salida, el expresidente la volvió a emprender contra Merchán. “Todos vieron lo que pasó hoy. Este juez es un corrupto y debe declarase impedido”, dijo el exmandatario.
A larga, independientemente de lo sórdido que sean los detalles, el jurado lo único que tiene que determinar es si Trump es culpable de falsificar los registros del pago que se le hizo a Daniels.
Y algunos analistas creen, de hecho, que insistir tanto en el componente sexual del caso podría hasta afectar el caso de la fiscalía.
“Humillar a Trump con la revelación de tanto detalle que no tiene mucho que ver con el corazón del caso podría molestar al jurado. Acuérdese que solo se necesita que uno no esté de acuerdo para que el caso de anule”, afirma el profesor Randy Zelin, de la Universidad de Cornell.
Pero paralelo a eso tampoco se puede olvidar que el juicio contra Trump es también ante la opinión pública.
“Mucho se habla de Trump y como estas cosas parecen no afectarlo o antes fortalecerlo. Es una falacia. Por eso hizo hasta lo imposible por impedir el juicio. Enfrentar un juicio penal, en donde además se narra una conducta sexual inapropiada, no es bueno políticamente para nadie”, escribe Jamell Bouie, columnista del New York Times.
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