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«Creo que hay que interpretar la transición como un proceso lento, gradual y a veces contradictorio»

Abc.es 

José María Marín Arce (Madrid, 1953) ha sido profesor titular de Historia Contemporánea de la Facultad de Geografía e Historia de la UNED y profesor invitado en el Institut d'Études Politiques de París. Ha trabajado en temas relacionados con historia política contemporánea y con el sistema de partidos en España durante el primer tercio del siglo XX, con destacadas publicaciones como 'Santiago Alba y la crisis de la Restauración (1991)', 'Las derechas en la España Contemporánea (en colaboración, 1997)', 'Los sindicatos y la reconversión industrial durante la transición. 1976-1982 (1997)' e Historia política de España. 1939-2000 (en colaboración, 2001)'. Sus investigaciones sobre el movimiento sindical, los cambios económicos y las transformaciones políticas durante la transición han servido para ofrecer este completo y complejo friso de un muy importante periodo en el recorrido del PSOE, 45 años de la actual legislatura de Pedro Sánchez. Marín Arce repasa en esta entrevista las claves de una etapa especialmente convulsa, en una joven democracia surgida después de dictadura, en la que un PSOE en plena transformación se convirtió en referente de la izquierda, en tiempos en los que el sentido pragmático, las concesiones, el consenso, ayudaron a una más rápida llegada al poder. Una crónica fiel, muy completa, en línea, como comenta el autor, «con lo que algunos historiadores franceses vinculados a la 'Nouvelle Histoire Politique' entienden por 'la historia de lo político', una historia dialécticamente relacionada con los fenómenos sociales que se «reinstale en el corazón de la reflexión histórica». ¿Cuáles son las principales contribuciones de la obra en el contexto de una amplia bibliografía sobre la época de la Transición? Tomando como hilo conductor la estrategia y la acción política del PSOE, he pretendido en este texto explicar cómo se produjo la transición de la dictadura a la democracia en España. Cuál fue el papel de las instituciones como la Monarquía, el Parlamento, la Iglesia, el Ejército, las fuerzas de Orden público o la Judicatura. También de los diferentes gobiernos, de los partidos y las organizaciones sindicales y patronales. De igual manera, he dedicado una especial atención al análisis de la política económica, la educación, la sanidad, la profunda renovación cultural que tuvo lugar en aquellos años, de los distintos procesos autonómicos y electorales, así como de la política exterior, muy influida por las complicadas relaciones internacionales y por el regreso a la 'Guerra Fría'. He tenido también muy presente la violencia política, el terrorismo y las intentonas golpistas, lo que entonces se llamaba 'la estrategia de la tensión', que condicionó extraordinariamente la vida política. En definitiva, este libro pretende ser el retrato de una época convulsa y llena de incertidumbres y también de una sociedad que apostó claramente por la democracia, convirtiéndose en la verdadera protagonista del cambio. Jose María Marín Arce ¿Por qué el título de este libro, al referirse a lo 'intrincado' del camino del PSOE hacia el poder? Porque intrincada fue la senda de la transición y en esta senda también caminó el PSOE, como lo hicieron el resto de los partidos y el conjunto de la sociedad. La transición no se produjo siguiendo un plan perfectamente diseñado por el Rey o por Suárez o por las élites provenientes del franquismo. Fue esencialmente el resultado de los acontecimientos, que en muchas ocasiones fueron los que condicionaron el proceso político. Casi todos cambiaron a medida que avanzaba la transición. Y los que no cambiaron fueron, en su gran mayoría, los que aborrecían de la democracia y quisieron acabar con ella desde el principio. Desde luego, la transición tuvo sus luces y sus sombras. No todo fue tan idílico, pero tampoco fue un proceso frustrado y mucho menos una traición a la mayoría de los ciudadanos ilusionados por la democracia. Aunque la transición fue esencialmente pacífica, esto no quiere decir que no hubiera un importante clima de violencia política, que sin embargo no impregnó el comportamiento de la inmensa mayoría de los ciudadanos o de los grupos políticos más relevantes. No es cierto que la sociedad estuviera dividida y que hubiera dos Españas enfrentadas, sino todo lo contrario, aquellos años fueron de extraordinaria convivencia entre los españoles, y de concordia y acuerdo entre las fuerzas políticas parlamentarias, algo que no había ocurrido durante casi dos siglos. Por lo tanto, la violencia no fue consustancial a la transición, si bien es verdad que constituyó un importante obstáculo para la consolidación de la democracia. Creo que hay que interpretar la transición como un proceso lento, gradual y a veces contradictorio, en el que no hay un momento claro que marque un antes y un después en el tránsito de la dictadura a la democracia. Ni siquiera la muerte de Franco en noviembre de 1975 puede considerarse como el comienzo de la transición, porque las instituciones franquistas permanecen inalterables durante muchos meses. ¿Qué papel ocupó el PSOE durante estos años? El PSOE, que había sido un pequeño partido durante el franquismo, tras las elecciones generales de 1977 se convirtió en el principal partido de la oposición y en la indiscutible alternativa de gobierno, así como en la fuerza más importante de la izquierda, relegando al PCE, que había sido el partido del antifranquismo por antonomasia, a un lugar secundario. Tras las elecciones de 1977, ya en un contexto de legitimidad democrática, el proceso de transición se ligó a la idea de consenso, entendido como superación del pasado y del enfrentamiento y como apuesta por la convergencia y la reconciliación. En esta nueva política de acuerdo, el PSOE fue un elemento central en el desarrollo de la ley de Amnistía, de octubre de 1977, de los Pactos de la Moncloa, firmados también en octubre de ese mismo año, y muy especialmente en la Constitución de 1978, cuya elaboración no fue nada fácil, pues las diferencias ideológicas de las distintas fuerzas parlamentarias eran demasiado profundas. Sin embargo, y a pesar de las discrepancias, se pudo llegar al entendimiento para la redacción de un texto constitucional que recogiera las cuestiones esenciales que habían sido en el pasado objeto de posiciones irreconciliables. Si casi todos los grupos políticos tuvieron que modificar alguno de sus planteamientos a lo largo de la transición… ¿qué cambios ideológicos experimentó el PSOE? Tras la aprobación de la Constitución terminó la época del consenso, que había dominado la vida política durante más de un año, y Suárez, a los pocos días de celebrarse el referéndum, anunció la convocatoria de elecciones generales para el 1 de marzo de 1979. El resultado de estas elecciones, que dieron nuevamente el triunfo a la UCD, supuso una cierta frustración para el PSOE, que estaba convencido de su victoria. Estaba claro que el camino de los socialistas hacia el poder se presentaba mucho más difícil de lo que inicialmente podía parecer. Era imprescindible además clarificar la política socialista y terminar con la ambigüedad que suponía mantener un programa demasiado anclado en el pasado, excesivamente ideologizado y radical, y al mismo tiempo mostrarse a los electores como un partido moderado, moderno y homologable a la socialdemocracia europea. Y esto es lo primero que intentaron hacer Felipe González y un notable grupo de dirigentes del partido socialista, aprovechando la celebración del 28 Congreso del PSOE, en mayo de 1979. Felipe González estaba convencido de que su influencia en el partido era tan grande que con solo plantear la renuncia al marxismo sería suficiente para que la mayoría de los delegados al congreso lo asumiera. Pero no fue así, pues el sector crítico consiguió sacar adelante su propuesta política, que refrendaba el carácter marxista del partido, y Felipe González, al darse cuenta de que no contaba con los apoyos necesarios, anunció que abandonaba la secretaría general del partido, provocando una profunda crisis en el PSOE que tuvo que cerrar en falso su congreso. Tras la formación de una comisión gestora, que rigió el partido durante el verano, tuvo lugar, en septiembre de 1979, el congreso extraordinario del PSOE en el que se aprobaron las tesis de los llamados «felipistas» y Felipe González regresó a la secretaria general cerrando definitivamente la crisis del partido y logrando transformar al PSOE en un partido homogéneo en su dirección, disciplinado en su estructura orgánica y socialdemócrata en su ideología. ¿Cuál fue desde ese momento la estrategia política de los socialistas? Una vez que Felipe González consiguió hacerse con el control del partido y fue aclamado como líder incuestionable del PSOE, dirigió su estrategia a desgastar lo más posible al Gobierno, particularmente a su presidente Adolfo Suárez, y a conseguir la hegemonía de la izquierda reforzando la posición de UGT y tratando de marginar al PCE. De acuerdo con esa nueva política de oposición al Gobierno, el grupo parlamentario socialista decidió presentar, el 28 de mayo de 1980, una moción de censura contra Suárez. Aunque no lograron sus propósitos, el éxito de los socialistas fue rotundo pues consiguieron erosionar al Gobierno y Felipe González se mostró como el claro ganador en el debate parlamentario, mientras Suárez apareció como un político resignado y derrotado. ¿Mantuvieron los socialistas esta política de dura oposición a Suárez durante los difíciles meses del otoño de 1980? A lo largo de todo 1980 y comienzos de 1981 la acción de los grupos terroristas, junto a la 'estrategia de tensión' diseñada por la extrema derecha, pusieron contra las cuerdas al Gobierno, crearon un clima de inseguridad en la población y fueron el caldo de cultivo para que un sector de las Fuerzas Armadas pusiera en marcha una conspiración militar que culminaría en el golpe de Estado del 23F. Los socialistas eran conscientes de que el terrorismo y el fenómeno golpista se estaban convirtiendo en un auténtico asalto a la democracia. Por eso, estuvieron dispuestos a desactivar su política de oposición frontal a Suárez y favorecer acuerdos parlamentarios con el Gobierno. Sin embargo, la situación era extremadamente complicada, pues Suárez se encontraba sin el apoyo de su propio partido y sin poder frenar la escalada golpista que enturbiaba la vida política con rumores e intrigas, convenientemente promovidos por la prensa de extrema derecha con el consabido efecto desestabilizador. Si a esto sumamos que el presidente del Gobierno ya no contaba con el apoyo del rey, no resulta extraño que Suárez anunciara su dimisión el 29 de enero de 1981 intentando con ello desactivar en lo posible la conspiración militar de la que el propio Juan Carlos le había advertido durante las vacaciones de Navidad. Evidentemente, Suárez no lo consiguió. Por el contrario, su dimisión sirvió para acelerar los preparativos de la conspiración militar ya en marcha, que descubría claramente cómo su finalidad no era forzar la dimisión de Suárez y conseguir la formación de un nuevo Gobierno, por supuesto dirigido por militares, sino acabar con la democracia. Como la crónica de un suceso anunciado, el 23 de febrero de 1981 el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, al frente de un numeroso grupo de guardias civiles irrumpió violentamente en el Congreso. Comenzaba así el intento de golpe de Estado, protagonizado por una serie de militares vinculados a la extrema derecha que pretendían alzarse con el poder por la violencia. ¿Hasta qué punto el intento de golpe de Estado del 23 F modificó la vida política y las actitudes de los partidos parlamentarios? Sí, los cambios fueron muy sustanciales, pues hay que tener en cuenta que pesar del fracaso de esta intentona golpista y de la desarticulación de la conspiración militar, el movimiento golpista no terminó con la sublevación del 23 F, todavía había sectores claramente involucionistas dispuestos a enturbiar la vida política e intentar nuevas aventuras sediciosas. Era necesario, por lo tanto, ofrecer al país una imagen de unidad de las principales fuerzas políticas que hiciera frente con mayor autoridad al temor y la desconfianza de una buena parte de la ciudadanía. A los dos días del intento golpista, Felipe González ofreció formalmente al nuevo presidente del Gobierno la colaboración del PSOE para la formación de un gabinete de coalición. Este ofrecimiento fue rechazado por Calvo Sotelo, con el argumento de que tras el intento de golpe de Estado, un gabinete de coalición con los socialistas hubiera resquebrajado el grupo parlamentario de UCD, provocando una mayor crisis de confianza. No obstante el nuevo jefe del Gabinete pidió al secretario general del PSOE una actitud favorable a la concertación para resolver los principales «problemas de Estado» y los socialistas no dudaron en brindar al Gobierno su colaboración para facilitar la gestión gubernamental en temas importantes, para la consolidación de la democracia y hacer frente al golpismo y a la insubordinación militar. Esta política de concertación se tradujo en una serie de compromisos en asuntos tan relevantes como la puesta en vigor de una nueva legislación contra el terrorismo y el golpismo, a través de la llamada Ley de Defensa de la Democracia, la aprobación de la ley de divorcio, la firma del ANE , la puesta en marcha de la LOAPA o el apoyo a las negociaciones del ministro de Interior con ETA (política militar) que comenzaron a primeros de 1981 y que desembocaron en septiembre de 1982 en la autodisolución de la banda terrorista. Esta serie de acuerdos supusieron un auténtico balón de oxígeno para el Gobierno y dieron al PSOE la imagen de un partido capaz de negociar y que inspiraba confianza para poder gobernar. ¿Cuándo termina la llamada 'política de concertación'? Lo que rompió definitivamente las relaciones entre el Gobierno y los grupos de oposición, especialmente el PSOE, fue la presentación en el Congreso, el 31 de agosto de 1981, por parte de Calvo Sotelo, de la petición de Adhesión de España a la OTAN. Desde ese momento, el Partido Socialista convirtió este asunto en el eje fundamental de su política de oposición al Gobierno, al que acusaba de precipitar la integración en la Alianza Atlántica «no por interés de España, sino como una manera de disfrazar sus errores en política exterior y de reducir las tensiones internas en UCD». Algo que el Presidente del Gobierno no consiguió, puesto que a finales de 1981, la UCD daba señales de una auténtica descomposición y de ruptura total del partido centrista. Primero fueron los socialdemócratas los que abandonaron la UCD, luego les seguirían los democristianos, en julio de 1982, y ese mismo lo hizo Suárez y los liberales dirigidos por Antonio Garrigues Walker. Si a esta descomposición sumamos el desastre que UCD había sufrido en las elecciones andaluzas de mayo de 1982, era lógico que Calvo Sotelo anunciara la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones generales para el 28 de octubre de 1982. ¿Cómo afrontaron los socialistas estas elecciones cuyos pronósticos les eran muy favorables? Aunque el PSOE trató, durante la campaña electoral, de dar la imagen de un partido moderado, alejado de soluciones radicales y lo más cercano al electorado de centro, comenzó una dura campaña contra el partido socialista promovida por la derecha, la prensa conservadora y la CEOE, quienes utilizarían toda clase de tópicos y falsedades para infundir temor ante una prevista victoria de los socialistas. Fue en el marco de esta campaña cuando un grupo de militares organizaron un golpe de Estado, conocido como operación Cervantes, proyectado para el 27 de octubre, víspera de las elecciones, Pero, ni la campaña anti-socialista ni la amenaza golpista pudieron evitar que el PSOE obtuviera una rotunda victoria en las elecciones generales de octubre de 1982, que se saldaron con más de diez millones de votos y una holgada mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Por primera vez en España un partido socialista iba a gobernar en solitario. Era un hecho histórico que, en parte, se podía explicar por la crisis de los demás partidos: a su izquierda el PCE y a su derecha la UCD, que se habían destrozado internamente, perdido militantes, imagen, credibilidad y peso político, pero también fue importante el fuerte liderazgo de Felipe González y la profunda transformación del PSOE desde 1979. Ficha: Título: El intrincado camino del PSOE hacia el poder (1979-1982) Autor: José María Marín Arce Editorial: UNED Año de edición: 2024 Disponible en Editorial UNED Disponible en Unebook

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