La dignidad de un senador
El Partido Socialista ha decidido abrir un expediente a Javier Lambán por no participar en la votación de la ley de amnistía en el Senado, en una sesión en la que los votos del Partido Popular sirvieron para rechazar por mayoría absoluta la iniciativa legal promovida por el Gobierno y sus socios. La incomparecencia del que fuera presidente de Aragón no fue azarosa y el hoy secretario general del PSOE aragonés detalló por carta los motivos que le han llevado a abstenerse. Según explica en su texto, y en línea con lo que piensa la inmensa mayoría de los españoles, esta norma «vulnera la igualdad de todos los españoles ante la ley» y apoyarla con su voto supondría incurrir en una «una contradicción flagrante» y en una «insoportable deslealtad» consigo mismo. A decir verdad, la amnistía no sólo es contradictoria con los principios del senador aragonés, sino que es contraria al programa con el que sus siglas se presentaron a las elecciones del 23-J, por lo que la abstención de Lambán resulta singularmente coherente con la encomienda que los ciudadanos delegaron en sus legítimos representantes a través del voto. Cabe recordar, de hecho, que el hoy presidente del Gobierno y entonces también cabeza de lista por Madrid, Pedro Sánchez, insistió en numerosas ocasiones en la inconstitucionalidad de la norma. Un parecer que fue compartido por, al menos, once ministros también en distintos contextos. La cronología de los hechos es irrefutable y el PSOE sólo ha argumentado a favor de la amnistía en el momento en que se lo exigieron sus socios de Junts para votar a favor de la investidura de Sánchez. Es también significativo que desde Ferraz se hurtara a los militantes la posibilidad de expresarse al respecto, pues en la pregunta relativa a las negociaciones de investidura se escamoteó de forma deliberada la cuestión de la amnistía. Habida cuenta de que la disciplina de voto está expresamente contraindicada por nuestra Constitución en su artículo 67, que establece que «los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo», el gesto de Javier Lambán constituye no sólo un acto de responsabilidad política sino que es, además, un gesto de respeto hacia sus votantes. Si tradujésemos en escaños el apoyo que la ley de amnistía cosecha entre el electorado socialista, comprobaríamos que el trámite parlamentario se está ejerciendo no sólo contraviniendo nuestro marco jurídico, como han expresado los letrados del Senado, sino en contra de la voluntad del propio electorado. Refugiarse en criterios pragmáticos o en ventajistas lecturas utilitaristas no oculta un hecho que es incontrovertible: la ley de amnistía no se aprueba por convicción de ningún socialista, sino por una vocación de supervivencia que convierte el ordenamiento jurídico en una moneda de cambio. Cuando un líder político obliga a sus compañeros a tener que elegir entre ser leal a su dictado o respetar las ideas de un partido y el interés general de un país, es obvio que ese liderazgo se está ejerciendo de forma irresponsable. Frente a la temeridad de quienes han decidido desnaturalizar la esencia del PSOE como un partido de Estado, la dignidad de un político como Lambán nos recuerda cuáles son los fines a los que debe servir cualquier político: a su país, a sus ideas y a su formación política. Y siempre por este orden, nunca al contrario.