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La Justicia anula la plaza concedida a un profesor en el departamento donde ejerce su padre en una universidad madrileña

Unas publicaciones que nadie ha comprobado que existan, dos agraciados con una plaza pública que “extrañamente” renuncian a ella, un hijo que aspira a un puesto en el mismo departamento universitario que su padre y un juez “sorprendido” por varias actuaciones del tribunal que adjudicó la plaza. Son algunos de los ingredientes de un proceso selectivo para una plaza de profesor ayudante doctor en la Universidad Autónoma de Madrid que acabó con el hijo obteniendo el cargo pese a quedar tercero en el concurso. Una victoria efímera, en cualquier caso: el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha anulado el proceso y ordena que se vuelvan a evaluar “los méritos de todos los candidatos” ante la denuncia de un profesor que se quedó fuera cuando, pensaba, era el aspirante mejor colocado.

Todo empezó hace tres años, cuando Daniel Martín se presentó a una plaza pública de ayudante doctor del área de Estética y Teoría de las Artes del Departamento de Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid. Al final del proceso de evaluación de méritos su nombre aparecía en el cuarto lugar.

Cuando la comisión iba a adjudicar la plaza, las dos primeras personas en la lista renunciaron a ella –para posterior sorpresa del juez– y el cargo finalmente fue para el tercero en liza: Ernesto Castro. El agraciado es un famoso 'youtuber' y escritor, que también es hijo de Fernando Castro, escritor, filósofo y profesor titular en el mismo departamento de la UAM al que pertenece la plaza en cuestión, como destaca la sentencia. Castro padre e hijo colaboran habitualmente en diferentes proyectos.

A Martín, que ya tenía problemas con la baremación que se había realizado de sus méritos, le pareció todo sospechoso y decidió denunciar. El TSJM le ha dado la razón parcialmente. En una sentencia a la que ha tenido acceso elDiario.es, el juez falla a favor del denunciante y anula la resolución de la presidenta de la Comisión de la UAM que le adjudicaba la plaza a Castro hijo. La Justicia ordena que los méritos sean valorados de nuevo de forma motivada por la Comisión de selección y se vuelva a adjudicar la plaza. También rechaza dársela directamente al denunciante, como este pretendía.

Méritos inexistentes

Como es habitual en muchos de los conflictos a la hora de adjudicar plazas en la Universidad, la clave está en los méritos. En cómo se valoran y bareman tanto los propios, los del denunciante, como los de otros candidatos, según recoge la sentencia.

Ernesto Castro aportó 60 artículos y reseñas y por todas ellas fue valorado. Pero, según recoge la sentencia, solo justificó documentalmente 16, “sin que exista documento alguno que justifique la hipotética existencia de los otros 44”, escribe el juez, que rechaza el argumento de la universidad de que si se evaluaron en su momento fue porque se presentaron. “Se pide a la Sala [que] lleve a cabo un auténtico acto de fe, que presumamos como cierto y veraz lo que no consta (...). Nos parece mucho presumir”, argumenta el TSJM. Hacerlo, añade, “pudiera derivar en una situación de preeminencia injustificada a favor de un concreto candidato”.

Algo parecido sucedió con otra de las candidatas, que aparece en la sentencia con el nombre Marina. Esta presentó como méritos un libro (No han escuchado nada todavía) y ocho capítulos de libros colectivos, además de 23 artículos publicados.

La sentencia del TSJM da la razón a Martín en ambos casos. “La valoración de los 60 artículos y reseñas bien pudiera dar lugar a un tratamiento diferencial carente de justificación a favor de un candidato ligado por vínculo de parentesco con un profesor del departamento”, dice el juez en alusión al padre de Ernesto. “Otro tanto de lo mismo cabe decir respecto a Doña Marina que no aportó, o al menos no consta en el enmarañado expediente administrativo incoado, la documentación justificativa de sus méritos de investigación”.

Tampoco se valoraron los méritos individualmente ni se justificaron las puntuaciones que se otorgaron a los candidatos, reprocha el juez. Afea la sentencia que el tribunal diera por buena “la radical falta de motivación de las puntuaciones de los candidatos avaladas por la Resolución impugnada, al proscribirse la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos”, y a continuación hace lo propio con que se diera “una puntuación global a cada uno de los cuatro bloques (investigación, experiencia docente, formación académica y otros méritos) sin que pueda saberse a ciencia cierta : 1) qué méritos se valoraron; 2) qué criterios y parámetros de puntuación se usaron para valorarlos”.

Y sin criterios conocidos no se puede reclamar. Explica la sentencia que al no desglosarse “los méritos concretos que se valoraron a cada candidato ni cuánta puntuación recibieron por cada uno” resulta “imposible impugnar una decisión de esta índole”. Y sostiene que, ante “la expresa petición” de que la adjudicación de la plaza sea explicada es “intolerable el silencio sobre las razones” que han llevado a tomar esa decisión. De hecho, califica de “explicaciones vagas, ambiguas, genéricas o inconcretas” las aportadas, que concluían que “tres de los candidatos (el propuesto y los dos suplentes) superan ampliamente, por su formación, trayectoria y experiencia docente al resto de solicitudes”.

¿Cómo se evaluó?

Martín también cuestionaba en su denuncia la puntuación obtenida durante el proceso de evaluación tanto por él mismo como por sus competidores. Señala que presentó decenas de publicaciones propias de su área, además de ediciones en revistas, docencia, congresos o estancias en el extranjero que no se valoraron correctamente.

Por estas razones la Justicia obliga a la UAM a repetir el concurso público. Y deben hacerlo, esta vez, de forma clara: “Deben plasmar por escrito la puntuación otorgada a cada mérito y los parámetros de calificación usados para valorarlos, excluyendo aquellos que no estén documentados a través del soporte justificativo de los mismos que los candidatos aportaron con sus solicitudes”.

Una decisión unánime

Miembros del tribunal que adjudicó la plaza señalan que la Comisión, compuesta por siete miembros, “tuvo en cuenta los méritos académicos y científicos de los candidatos, así como la adecuación de su currículum a las actividades docentes e investigadoras que desarrollar” y que “tomó su decisión de manera unánime”. Dos de los integrantes del tribunal explican a este diario que la falta de motivación de las puntuaciones o no le supusieron un problema “ni a la Comisión de Profesorado de la Universidad, que vio un primer recurso, ni al Juzgado de lo Social que vio a su vez el recurso contencioso-administrativo en primera instancia”. 

Para los seleccionadores, “no hubo adjudicación 'a dedo'. De hecho, los dos primeros candidatos propuestos renunciaron a la plaza y fue el tercero quien finalmente la aceptó”. Y justifican: “la irregularidad consiste, según el TSJM, en el hecho de que no se habrían cotejado adecuadamente los méritos alegados con los documentos justificativos de los mismos y que solo aquellos que estén debidamente justificados –no que no existan– deben ser tenidos en cuenta y baremados de nuevo”.

Para Daniel Martín, además de los méritos sin acreditar se han sobrevalorado méritos ajenos al área específica, “por razones totalmente ajenas al rigor académico”. Incluso opina que la candidata que quedó en segundo lugar y rechazó la plaza es “fantasma”, es decir, que se presentó como señuelo para después rechazarla. Este periódico ha contactado con Ernesto Castro y con la UAM, pero no ha obtenido respuesta.

Nuevas irregularidades, misma estructura

Las plazas de profesor ayudante doctor son una de las vías de entrada a la carrera académica tras realizar el doctorado. Es la primera figura en el camino a la estabilización laboral de los investigadores y duran un máximo de seis años. Sucede en ocasiones que se utilizan para darle un puesto a un investigador de la casa que haya leído la tesis en un departamento o que lleve años con algún contrato postdoctoral de investigación. Hasta tres de cada cuatro docentes de los centros públicos trabajan en el mismo campus en el que leyeron su tesis, según datos oficiales del Ministerio de Universidades.

Pero no fue el caso de Daniel Martín. Él hizo su tesis con un contrato de Formación del Personal Investigador (FPI) entre 2014 y 2018 y trabajó para la Universidad de Granada, la de Oviedo o la de Salamanca. Actualmente se encuentra en California realizando una estancia.

Ernesto Castro es un filósofo y youtuber. Ha escrito varios libros y tiene más de 150.000 suscriptores en su canal y, según ha explicado él en varias entrevistas, hasta 200 personas le pagan 4,99 euros al mes para apoyarlo. Se ha postulado por los medios como un “filósofo erudito de la generación milenial”. Incluso alcanzó cierta viralidad buscando analizar el estilo musical del trap con entrevistas a C. Tangana y a Yung Beef. Este último, se vio envuelto en polémicas con Castro, ya que pidió la retirada de la portada de uno de sus libros en los que caricaturizaba al artista granadino.

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