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Marcas indelebles

Por ROBERTO VEIGA El profesor Piñango ha sido una figura verdaderamente significativa en mi carrera, tanto en el ámbito académico como en mi desarrollo como empresario. Su influencia ha dejado una marca indeleble, guiándome a lo largo de mi trayectoria y brindándome las herramientas necesarias para alcanzar el éxito en ambas facetas de mi vida. […]

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Por ROBERTO VEIGA

El profesor Piñango ha sido una figura verdaderamente significativa en mi carrera, tanto en el ámbito académico como en mi desarrollo como empresario. Su influencia ha dejado una marca indeleble, guiándome a lo largo de mi trayectoria y brindándome las herramientas necesarias para alcanzar el éxito en ambas facetas de mi vida.

Ramón fue mi tutor, tuvimos sesiones periódicas que desembocaron en una dinámica súper interesante de rebote de ideas, encuentros de intercambio y creatividad. La dinámica que se generaba era tan poderosa que dio origen a unos encuentros recurrentes donde hablábamos del país, de mi empresa familiar, de la vida. De estos encuentros él tuvo la idea de que yo fuese profesor. Al inicio, era impensable para mí imaginarme en esa faceta, pero él la tenía muy clara. En un encuentro donde yo pensaba que me estaba entrevistando y donde a través de una historia de un conejo que era mi tocayo, logró hacerme ver lo que él justificaba mi inclusión en la academia: la perspectiva de un empresario familiar joven, uno que vivía una Venezuela fuera del aula y que, según él y su experiencia, tenía una alta capacidad de transmitir historias. En definitiva dijo algo desde su potente humildad, basado en que ese día a día empresarial me acercaba a la realidad, mientras a los profesores académicos netamente, las aulas lo alejan de una voraz y cambiante dinámica.

Después de que bajo su tutela y acompañamiento pasase de invitado a profesor, comenzó una etapa que recuerdo con mucho cariño y que me dio la base de lo que hoy soy como profesor. Construimos una metodología colaborativa a cuatro manos, en la que nuestras visiones complementarias generaron una dinámica de clases de disfrute genuino de la materia. Fusionamos dos perspectivas, dos generaciones y dos experiencias, creando así un ambiente educativo enriquecedor y único. Pero sin lugar a dudas, una experiencia donde yo aprendía de él, en cada sesión.

La colaboración en la enseñanza no solo amplió mi visión sobre la educación, sino que también resaltó la importancia de integrar distintas perspectivas para enriquecer la experiencia de aprendizaje. Sin duda, el tiempo que pude aprovechar con el profesor Piñango, como el resto de actividades en el IESA, fueron fundamentales para la construcción de mis cimientos en la creación de una nueva forma de abordar la enseñanza y el aprendizaje.

Su influencia fue tan poderosa que me atreví a dar el salto y seguir creciendo como profesor. Hoy día, me desempeño como coordinador del Departamento de Emprendimiento en la Unimet, una posición que me permite compartir con entusiasmo las lecciones aprendidas y fomentar el desarrollo de nuevas generaciones de emprendedores. Además de sumar con mi experiencia como empresario, eso que sin celos ni miedo, el profesor Piñango me ayudó a visualizar.

La semilla que plantó en mí no solo se reflejó en mi carrera como empresario y académico, sino que se ha extendido a través de la formación de nuevos líderes y emprendedores. Mi experiencia como educador ha sido enriquecedora, y he tenido la oportunidad de ser parte activa de la transformación académica que está experimentando la universidad.

¿Anécdotas? Cientos de ellas. En clases compartidas, las historias son muchas. Risas y aprendizajes en cada preparación de clases y duplicadas en la ejecución. Algo que sigue causando revuelo es cuando uso una lámina de presentación, en particular, que habla del liderazgo en nuestra cultura. La misma usa palabras de lenguaje cotidiano y cada vez que hablo del tema, muestro esa lámina y le menciono con orgullo. En otra oportunidad, le pedí un consejo y le pregunté: “Ramón, ¿debería hacer un doctorado?”, a lo que me respondió: “Robert, yo pensé que eras un tipo inteligente”. Imaginen que alguien con tanta preparación te diga esto. Al pedirle explicación, se refería a que los tiempos cambiaron y que alguien que pueda hacer varios masters o especializaciones, debe elegir eso, pues hay más oportunidad de llevarle el ritmo a los cambios. Un hombre de avanzada, sin duda alguna.

Agradezco a Ramón Piñango por su amistad, por ser un guía inigualable, por ver en mí aquello que ni yo mismo veía y por inspirarme a ser un agente de cambio positivo en la vida de otros. Su legado perdura en cada clase que imparto, en cada proyecto que lidero y en cada estudiante que me mira con la esperanza de aprender y crecer. Esa manera frontal, genuina, e incluso desenfadada, divertida y hasta cómica en la facilitación de conocimientos, me ha permitido ser un gran profesor. Y su manera de  ver la vida, de llenar de seguridad a aquellos que trabajamos a su lado me ha convertido en un mejor empresario, pero en definitiva, en un mejor ser humano.

En cada paso que doy, siento la responsabilidad de honrar sus enseñanzas y continuar cultivando la semilla del liderazgo y la educación. Con gratitud y compromiso, avanzo con la certeza de que la influencia del profesor Ramón sigue trascendiendo, marcando un impacto duradero en las generaciones presentes y futuras. Tanto que agradecerte, tanto que un gracias no llega, por eso, cada oportunidad que tengo de mencionarte y agradecerte, lo haré.

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