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El gran paso adelante en la aventura de hacerse mayor

Abc.es 

El comienzo de la etapa universitaria marca, sin duda, un nuevo capítulo en la vida de los estudiantes. Y aunque esto implica alejarse de la estructura y el apoyo familiar que le ha dado cobijo durante la adolescencia, se convierte en un proceso de desvinculación emocionalmente desafiante. Una parte natural del proceso de crecimiento y desarrollo personal y profesional en el que los estudiantes tienen la oportunidad de explorar sus intereses, establecer nuevas amistades y adquirir nuevas habilidades. Para la psicóloga y psicoterapeuta María Bonanad, este paso «puede suponer un impacto positivo para el desarrollo emocional pero también va a depender mucho de dónde parta cada persona. Desarrollar la autonomía, la autogestión, la organización, establecer relaciones más igualitarias con el profesorado y otros alumnos… dependerá del grado de preparación previa que traiga cada estudiante y esto facilitará su adaptación al nuevo contexto. En este sentido, la familia y nuestro entorno social próximo juegan un papel fundamental en esta etapa de la vida (y en todas en general). Es fundamental que haya una comprensión en la elección de prioridades que fomenten esa autonomía y apoyen esa brújula interior que tenemos las personas, de saber hasta dónde podemos llegar con el estado emocional en el que nos encontramos o con la presión que estamos sintiendo en momentos determinados». Uno de los aspectos más interesantes de esta etapa universitaria es el establecimiento y la construcción de relaciones de amistad profundas que, en muchas ocasiones, nos acompañan a lo largo de todo nuestro ciclo vital. Para Mirian Checa, profesora titular del área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Alcalá, «el establecimiento de estas relaciones es clave para que el alumnado tenga un gran sentido de pertenencia en su grupo y, de esta forma, pueda involucrarse en las diferentes tareas, desafíos, retos y problemáticas que puedan surgir a lo largo del desarrollo de los estudios universitarios. Por otro lado, esta construcción de amistades es fundamental para que el alumnado no se sienta aislado, pueda sentirse bien, pueda desarrollar una adecuada inteligencia emocional , es decir, controlar mejor sus emociones y las de los demás y, en definitiva, tenga una ajustada salud mental que le permita culminar con éxito los estudios universitarios». Y para cuando pueda faltar ese sostén, también existe en los centros un servicio de apoyo psicopedagógico que ayuda al alumnado a enfrentarse a los retos del mundo académico. Noticia Relacionada ESPECIAL UNIVERSIDADES Y EMPLEO estandar No Una ingente oferta académica que avanza al ritmo de la nueva economía Belén Rodrigo Desde la movilidad verde a la revolución renovable o la IA, cada curso surgen novedosos grados y másteres adaptados a las necesidades del mercado Pero más allá de la experiencia académica, el paso por la universidad supone una apertura mental y un aprendizaje vital . En palabras de Anaís Saavedra, estudiante de segundo de Ingeniería de Minas de la UPM, «pasamos de un círculo relativamente reducido a adaptarnos a personas de diferentes lugares geográficos, edades y entornos culturales, maneras de entender la vida muy distintas a las que estamos acostumbrados y eso enriquece mucho». Tras la pandemia, la vida universitaria vuelve a estar en ebullición. Clubs de lectura, deportivos, de cine, de baile, de montaña, grupos de teatro, voluntariado, cooperación, experiencias interculturales… Las alternativas que ofrecen los propios centros universitarios y las asociaciones estudiantiles son innumerables. La iniciativa debe partir de los responsables académicos, pero en muchas ocasiones, «el alumnado debe participar de una manera más activa para favorecer un clima universitario más cálido, activo y, por qué no, saludable y divertido», como apunta Mirian Checa. Son espacios dinamizadores donde cultivar relaciones personales, desarrollar habilidades creativas y disfrutar de las actividades. En la actualidad, explican desde el Servicio de Atención al Alumno y Extensión Universitaria, la UPM acoge cerca de doscientas asociaciones estudiantiles , muchas de ellas funcionando desde hace muchísimos años. «Nosotros solo somos el puente entre los estudiantes, el Rectorado y el Ministerio competente. Los estudiantes son los que crean la universidad en la que quieren vivir, aunque es cierto que, desde el Plan Bolonia, cada vez hay menos implicación por parte del nuevo alumnado». Precisamente, para dar a conocer esta amplia oferta, las Escuelas ofrecen, a principio de curso, el Día de la Asociaciones. «En mi caso, como entrenadora del equipo de balonmano femenino y como vocal de club deportivo, el pertenecer a la asociación me ha permitido crear unas relaciones de amistad muy fuertes. Y, además, cualquier duda que me surge a nivel académico también puedo consultar y asesorarme con compañeros de cursos superiores», comenta sobre su experiencia Anaís Saavedra. «Si hago balance de este último año –continúa– sin duda ha sido un gran salto de madurez personal. La responsabilidad del cargo y las múltiples labores, desde papeleo administrativo, reuniones con el Rector, profesores, otras instituciones, organización de eventos, viajes, gestionar el equipo, animarnos en momentos difíciles… son muchas tareas que hace unos meses ni siquiera era capaz de desarrollar».

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