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María José Solano: «Mi literatura es una arqueología del deseo»

Abc.es 
Una escritora viaja a Nápoles no para besar la estatua de un poeta, sino para arrancar de esos labios de mármol sus mejores versos. Esa misma narradora se mueve por las bibliotecas de 'El gatopardo', recorre el Chiado de Pessoa o narra la historia de una modelo que se enamora de un pintor ciego en la pequeña Via Margutta de Roma. Como ésas, María José Solano Franco ofrece 24 textos de viaje y literatura en su más reciente libro 'La mujer que besó a Virgilio y otros viajes literarios' (Berenice 2024), que la autora presentará el próximo 04 de junio junto a Arturo Pérez-Reverte en la Academia de Esgrima de Madrid (C/ Academia, 6). Tras seguir los pasos del aventurero Patrick Leigh Fermor en 'Una aventura griega' (Debate) y desplegar un retrato personalísimo de Andalucía en 'Jerez' (Tinta Blanca, 2023), la escritora y columnista de ABC lleva de la mano al lector por las librerías de viejo de Buenos Aires, se mueve diestra por el azul de Niza, Cannes, Antibes y Montecarlo o su mirada intensa sobre esa Sicilia que, como las mujeres disputadas y abandonadas, tiene la piel frondosa y el corazón rocos. Mujer acostumbrada al viaje, porque lo lleva dentro, María José Solano despliega elegancia, justo en ese momento en el que el viajero es suplantado por el turista y la memoria por el souvenir. «Hay mucho de mí en este libro, pero se trata, sobre todo, de una mirada que intenta acceder a esa belleza que existe más allá del mundo que nos que nos hemos fabricado. Mi literatura es una arqueología del deseo». A Solano no le basta ni le interesa la pedagogía turística. «Mis libros no son didácticos. Son invitaciones a bailes privados. Con ellos los lectores no aprenderán al detalle. Son la mirada específica de un lugar y quien quiera saber más, debe ir a buscarlo». Un recorrido a lo largo de estas 130 páginas deja al lector una bolsa de piedras preciosas: el eco de un Stradivarius en Baker Street, la Roma de Goethe o las piedras de Dios desperdigadas por Israel. Estatuas cómplices Esa primera crónica en la que la viajera besa una estatua de mármol de Virgilio es el gesto cómplice y agradecida a la memoria y la cultura. Al mediterráneo. A la edad clásica. A la belleza y la literatura, incluso en los lugares más artificiales y denostados. «No hay diferencia entre la viajera, la lectora y la escritora. Escribe la que tiene una biblioteca. En una ciudad como Miami, mi reto es que, en ese sitio de rascacielos y metacrilato, el instinto y las lecturas me lleven donde está la sustancia. Es ahí donde encuentro la materia para poder escribir, para abrirme la herida», asegura la escritora, historiadora del arte y coeditora de l sello de novela clásica Zeda-Edhasa. Viaje, épica, episodio mínimo. Todo se mezcla en estos veinticuatro viajes. Ninguno tiene fecha o mayor referencia que su universo simbólico. La mirada de Solano sobre el Madrid castizo o esa Italia que conoce como la palma de su mano está encendida de belleza. Sin embargo, ahí donde hubo una guerra y ocurrió un desgarro, ella extrae nervio. Esa mirada sobre el territorio como documento y monumento histórico y cultural se ofrece al lector con toda su fuerza en la serie de textos dedicados a Tierra Santa y que lleva por título 'Las piedras de Dios', que ella explica como la base de su pensamiento occidental: «Israel es el corazón de la civilización: la cuna de Dios y de la guerra. Las dos cosas que nos construyen a los occidentales y dos columnas que sujetan mi escritura y mis contradicciones. Me gustan los guerreros. Me gustan los héroes. Pero claro, soy hija de mi tiempo. Me produce sensaciones encontradas, igual que Dios». Escritoras viajeras Lo femenino en la literatura de María José Solano es un punto de vista. No una soflama, ni un desagravio. Es una tibieza, un espíritu, un ímpetu. «Como toda hembra disputada por muchos y abandonada por todos, Sicilia tiene frondosa la epidermis y duro el corazón», escribe en 'La mujer que besó a Virgilio'. «Me interesan las mujeres duras, pero sin renunciar a los elementos femeninos que le son inherentes. Esa esencia se decanta en la frase siciliana. Es la fortaleza que se expresa también en Nausica. Esa idea reúne a las mujeres que a mí me interesan, no digo que sean las mejores, digo que a mí me interesan», explica. A la pregunta sobre quiénes hicieron lo que ella en nuestro idioma, Solano recita con énfasis. «Carmen de Burgos, Colombine, le pilló el estallido de la Segunda Guerra en un tren, en vez de huir, se quedó allí a entrevistar a la gente. Hay tantas mujeres viajeras que escribieron. Me fastidia es que la Colombine haya pasado a la historia como la amante de Ramón Gómez de la Serna o Emilia Pardo Bazán como la novia de Galdós. Es verdad que cada vez se recupera más el papel de estas mujeres en el mundo editorial, pero a un ritmo muy lento con respecto al que lleva el mundo editorial y el mundo en general».

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