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Alarmas ambientales activadas

Alarmas ambientales activadas

Quienes se dedican a la conservación son blanco de señalamientos constantemente.

Las recientes afirmaciones del presidente de la República sobre eventos que han afectado el ambiente activaron las alarmas y tocaron fibras profundas dentro de la comunidad conservacionista, científica y un grupo significativo de la sociedad que considera los recursos naturales como una oportunidad para mejorar la calidad de vida.

La frase casi apocalíptica, “No vamos a destruir el tesoro de la costa de Limón, pero tampoco se lo vamos a dejar a la fauna”, es una estocada para los esfuerzos de preservación y un deterioro gradual para desaparecer lo logrado en más de 50 años de cuidar la biodiversidad y los ecosistemas.

Quienes nos dedicamos a la conservación hemos sido blanco de señalamientos. Se nos tilda de obstruccionistas, bloqueadores del desarrollo y hasta de filibusteros ambientales.

Tales falsas etiquetas motivan a continuar contribuyendo a lo bueno y señalando las inconsistencias en las políticas públicas y los procedimientos de la administración.

Por eso, los que somos aliados de la conservación y vemos el panorama desde una óptica externa observamos los hechos más objetivamente, porque no solo tenemos el conocimiento, sino también la ventaja de no pertenecer a instituciones públicas. Como ciudadanos, percibimos y analizamos qué afecta a la sociedad.

Costa Rica ha dado ejemplos al mundo sobre cómo es posible crear empleo, brindar bienestar económico y mejorar la vida de la gente. No minimizamos los errores históricos, tampoco actos de corrupción, negligencia, omisiones u otros vicios de la Administración Pública, indistintamente de quien haya ejercido el poder.

No es un asunto político, sino de consciencia sobre una realidad abrumadora que se cierne sobre el país y que se agrava con las afirmaciones del presidente.

En oportunidades anteriores, he expresado con conocimiento de causa el deterioro y desatención de las áreas protegidas, que fueron durante mucho tiempo el trapito de dominguear de múltiples administraciones para enaltecer sus argumentos en favor de la conservación.

En el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), parece que impera el miedo a posibles represalias de mandos superiores en la oficina de González Lahmann.

Los guardaparques expresan las frustraciones derivadas de las decisiones al más alto nivel que tiran al piso las madrugadas, caminatas, patrullajes, riesgos y desgaste en el que se encuentran inmersos porque las reglas, según el presidente y su ministro, ahora tienen que cambiar al ritmo de sus caprichos.

Aparte de lo ya conocido en Manuel Antonio y Corcovado, existen casos que supuestamente no se han expuesto por el presunto temor de los funcionarios del Sinac de denunciar aparentes inconsistencias, porque creen que les acarrearían represalias, dada la cultura de silencio impuesta por Zapote.

Aparte de lo ya conocido en Manuel Antonio y Corcovado, existen casos que no se han expuesto públicamente, precisamente por el temor de los funcionarios del Sinac de denunciar las aparentes inconsistencias, porque creen que les acarrearían represalias, dada la cultura de silencio impuesta por Zapote.

El mismo presidente afirmó en su lamentable conferencia de prensa que esperaba “recursos legales a cuanta cosa huela a desarrollo en esa zona”. Y tiene razón; para eso existen instituciones garantes de la ley, que como ciudadanos podemos utilizar cuando estemos seguros de que no se cumplen los mandatos legales y procesos técnicos.

El presidente afirma: “¿Qué es el balance correcto? Hay gente extrema que dice ‘hay que ir a construir hoteles enormes de cinco estrellas’, no señor; ‘ah no, hay que dejárselo a los monitos, no señor’. Es el balance de la sostenibilidad”.

Primero, cuestiono si sabe qué implica la sostenibilidad, cuyos tres componentes, ambiental, social y económico, deben entrelazarse considerando prioritariamente que los recursos naturales y su conservación mantienen y son la base del funcionamiento de los otros dos.

Las lecciones de Crucitas, proyectos hoteleros controvertidos, áreas protegidas vulneradas y más no son tomadas en cuenta.

Ni siquiera el cambio climático ha calado en la conciencia de la administración. Los legados de los arquitectos de la conservación son pisoteados, lo que hicieron Álvaro Ugalde y Mario Boza (q. e. p. d.) es casi un recuerdo de una utopía que la administración decidió borrar.

Las palabras del presidente fueron captadas y no necesitan interpretación; fueron reveladoras. Nos toca a los que creemos en la conservación actuar con contundencia.

chrismat@outlook.com

El autor es especialista en gestión de áreas protegidas y restauración ecológica.

Quienes se dedican a la conservación son blanco de señalamientos. Se les tilda de obstruccionistas, bloqueadores del desarrollo y hasta de filibusteros ambientales.

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