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Hispanoamérica y la leyenda negra

Abc.es 

1492. La conquista del paraíso . Así se titula la película que conmemoraba el V Centenario del descubrimiento de América. Producida y dirigida por el irregular Ridley Scott , y escrita por Roselyne Bosch, esta película fallida (sólo se salva la banda sonora de Vangelis), que contó con 50 millones de dólares de presupuesto, con una importante participación del Ministerio de Cultura de España, no tuvo el éxito esperado, ni de crítica ni de taquilla. Comienza con una sucesión de grabados de Tyerry de Bry (ca. 1528-1598) que representan las supuestas atrocidades perpetradas por los conquistadores contra los indígenas. La popularidad que alcanzaron en los países protestantes estas piezas de De Bry, orfebre y pseudohistoriador nacido en Lieja, contribuyó de forma notable a crear la leyenda negra del imperio español. Sobreimpresionadas en dichos grabados, unas palabras aclaran desde el principio cuál es el mensaje del largometraje: la conquista por parte de los bárbaros españoles de una sociedad prehispánica idílica. Lo primero que lee el espectador español que ha pagado en parte la película con sus impuestos es que «hace 500 años España era una nación entregada al miedo y a la superstición, bajo las leyes de la Corona y una Inquisición que perseguía sin piedad a todos aquellos que se atrevían a soñar…» Leyenda que no tarda en ser corroborada por una secuencia en la que vemos a Cristóbal Colón y a su hijo Hernando asistiendo horrorizados, por la noche y entre la chusma ávida de emociones fuertes, a la quema de herejes (o brujas) ¡en una plaza de Cáceres! Noticia Relacionada opinion No El cine español y la actual política cultural Luis Peñalver Alhambra Los criterios que deben prevalecer en las subvenciones al cine español no sean otros que los del talento y el valor artístico de las películas En un artículo reciente publicado en El País, Carlos Martínez Shaw, académico de la Real Academia de la Historia, se cuestiona todavía que exista una leyenda negra sobre la «dominación» de los españoles en América, y critica con dureza el documental de José Luis López-Linares Hispanoamérica. Canto de vida y esperanza . Según el eminente historiador, éste «se construye sobre las bases ideológicas creadas en su día por el franquismo, es decir, por la apología desaforada y acrítica de la 'obra de España en América'». Pero el académico, desde las «alturas de los conocimientos históricos» en las que se encuentra, no parece cuestionarse lo más mínimo las patrañas no menos ideológicas y propagandísticas que, con fines políticos, urdieron holandeses e ingleses contra el imperio español y contra su archienemigo el Papa de Roma; unas ideas que han calado tanto en el imaginario europeo y español que a nadie sorprende, cuando visita una ciudad castellana como Toledo, encontrarse con museos de la brujería y exposiciones de instrumentos de tortura. Aunque no siempre maneje los datos con rigor, el libro de la profesora Elvira Roca, Leyenda negra e hispanofobia , sigue siendo un referente válido para desmontar esta burda narrativa que ha manipulado y tergiversado la historia de España y de su presencia en América. El bello documental de López-Linares, continuación del anterior España: la primera globalización , puede parecer sesgado, y sin duda lo es, pues peca de ofrecernos una visión demasiado idealizada de la presencia española en Hispanoamérica, pero se hace necesario como contrapeso de la otra versión, la de la leyenda negra, que es la que todavía se estudia en las escuelas. Martínez Shaw, que no deja de caricaturizar el trabajo de López-Linares, se acuerda de las fechorías perpetradas por Vasco Núñez de Balboa en el Darién (Colombia), de las atrocidades cometidas por Hernán Cortés, de los aspectos más oscuros del sistema económico y social implantado por los españoles, de las revueltas indígenas y, por supuesto, de los esclavos negros. No hay luces sin sombras, desde luego, pero si no queremos tener una visión anacrónica y adulterada del pasado, el prestigioso historiador debería saber que no se puede juzgar éste con criterios y valores de nuestro tiempo. El problema es que las sombras nos han impedido ver unas luces sobre las que ahora el documental de López-Linares ha puesto el foco de su cámara. El mestizaje étnico y cultural , los hospitales y las universidades que se fundaron desde el primer momento; la labor cultural y asistencial de los jesuitas, la riqueza extraordinaria de la música y el arte, gracias al cual brilla todavía el pan de oro que se utilizaba en los estofados de las imágenes y los retablos de las iglesias barrocas (pues no todo el oro que se extraía de América viajaba a Europa); las tierras comunales de los campesinos con las que acabó el Libertador, Simón Bolívar, al frente de los intereses de la pujante burguesía criolla, son sólo algunos aspectos pocos conocidos en los que incide el documental. Si comparamos el modelo de virreinatos de la cultura hispanoamericana, en los cuales todos eran súbditos del rey, ya hubieran nacido en Almagro o en Quito, con el sistema colonial británico, francés o belga, es decir, con la explotación sistemática desde la metrópolis de sus posesiones en América, África o Asia, aquél no puede menos de resultar admirable. Universidad de San Marcos (Lima), primera universidad americana, fundada en 1551 Bienvenido sea, pues, este documento gráfico, pese a todas sus limitaciones, en una época en la que el joven ministro de Sumar, Ernest Urtasun, ha decidido unilateralmente liberar los museos estatales del lamentable «marco colonial» y de las «inercias de género». Porque, de acuerdo con su alicorta y miope visión de la historia, habría que decir que los íberos colonizaron a los fenicios y a los tartesios; los romanos colonizaron a los íberos; los visigodos a los hispanorromanos; los árabes a los godos, etc., etc., porque todos impusieron sus formas culturales a pueblos que ya estaban asentados en un territorio. Ahora bien, como dice el siempre sensato Andrés Amorós, ¿no consiste precisamente la variedad y la riqueza de una cultura en eso, en la transmisión de la antorcha? Los habitantes de esta España «invertebrada» somos singulares en todo, hasta en el desprecio que sentimos por nosotros mismos. Puede incluso que, mientras se destruyen o derriban los monumentos a Colón y a los sanguinarios conquistadores, finalmente nuestro ministro de Cultura tenga que pedir perdón, en nombre de todos los españoles, a los pueblos hispanoamericanos (¿no es lo que ha exigido el presidente de Méjico?), es decir, pedirles perdón por ser lo que son. Pero si ésa es la actitud de los nuevos tiempos, ¿por qué no descolonizar nuestro estilo de vida mediterráneo y liberarnos de esa deculturación angloamericana de los Papá Noé, la ñoñería de Walt Disney, el Halloween, la comida basura, el black Friday y, ya de paso, de todos los grandes centros comerciales que están acabando con el ocio y el comercio de los centros de las ciudades? SOBRE EL AUTOR Luis Peñalver alhambra Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid

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