Humor Mambí
«Durante la primera guerra anticolonialista de Cuba (1868-78) se reunieron numerosos tipos de cubanos en los montes, sabanas, montañas, en lucha común contra el opresor. Allí se trataron íntimamente el montuno oriental y el sabanero camagüeyano y el montero y jíbaro villaclareño, así como, más tarde, en la Guerra de Martí (1895-98), combatieron unidos todos los hijos de las provincias cubanas.
«La vida común en la manigua, compartiendo victorias y derrotas, alegrías y dolores, privaciones y ventajas, en la fe unánime, dio al mambí un temple heroico y aun asombroso, si se conocen las condiciones en que se batió contra la sanguinaria España colonial, en tan estrecho territorio frente a la mayor cantidad de tropas que España opusiera jamás a Bolívar, Sucre, San Martín, Páez, etcétera.
«Y allí el humor florecía como un ventoleado trapo en llamas. Allí el humor era fiesta común en las conversaciones y cuenterías mambisas, en los descansos de los campamentos, y aun en el combate, como lo atestiguan los pocos mambises que escribieron sus memorias y narraron cuentos de indescriptible gracia, con una prosa limpia y antirretórica; grande victoria del idioma, y del estilo cubano de narrar».
El texto que anteriormente les he mostrado pertenece al libro Cuentos Cubanos de Humor, realizado por el inmenso escritor, lingüista e investigador villaclareño, Samuel Feijóo, a quien dedicaremos un especial número de Los regañones en ediciones venideras.
El autor considera que este volumen no constituye en sí mismo una búsqueda exhaustiva en nuestra cuentística «culta», del humor, sin embargo,es considerado el primer intento por ofrecer al lector, y a la historia, una compilación de narradores cubanos de distintas épocas y estilos, siempre cercano al género humorístico.
En particular quiero llamar la atención a uno de los diferentes grupos en que Samuel dividió el volumen atendiendo a las fechas en que se desarrollaron. En la sección dedicada al humor mambí aparecen autores que vivieron personalmente cada anécdota nacida en la manigua y que nos deja un claro acercamiento a la vida de estos hombres, a veces de pocos grados militares, otras veces invencibles generales, pero siempre de mucho coraje, de sencillez extrema e incalculable valor.
Nombres como Manuel Piedra Martel, José De Parra Quintero, Enrique Collazo e Israel Consuegra Guzmán, nos narran un selecto puñado de historias que mezclan el más noble sentimiento humano y jocoso carácter de la vida en campaña, con la idiosincrasia del cubano, de su indiscutible arte para reír (y chotear, como podría apuntar Mañach) en las situaciones más adversas, que por demás llegan a nuestros días.
Entre los autores que nos presenta Samuel Feijóo está uno de los paradigmas de la lucha insurrecta mambisa, intelectual por excelencia y periodista por formación y oficio: José Martí, quien lleva el humor mambí al periódico Patria el 26 de marzo de 1892, en su artículo El teatro cubano.
Apunta el autor, en la portadilla o exergo dedicado a estos cuentos: «Repetimos que el humor es uno de los factores que ha mantenido firme al soldado en las luchas revolucionarias cubanas. (…) Son cuentos reales, relatos verídicos, cuentos de la vida y no de la fantasía, y no hay por qué discriminar el cuento de la realidad, en relación al cuento de la fantasía literaria que tantas veces surge de la acción, de un hecho real o una vivencia auténtica».
Y dice más cuando nos recuerda, en la presentación de este acápite dedicado a anécdotas costumbristas en épocas de contiendas libertarias: «¡Qué turbión de humor legítimo cubano desapareció en la memoria de los millares de mambises, conocedores de mil regocijantes aventuras, perdido por la ignorancia general ante sus valores: estrago de lesa cultura! ¿Qué escritor recogió esa cuentística poderosa que escuchaba dondequiera?
Son palabras que nos llaman a la reflexión, a poner sentido común ante la posibilidad de volver a cometer tales estragos que sepultan nuestro acervo cultural lleno de ese humor autóctono, cronista de todos los tiempos.
Una guerra verdadera
…en el silencioso campamento, el chiste sereno y abundante, como sonrisa de desdén, que florecía allí continua en medio de la muerte.
José Martí (Los poetas de la guerra)
Está de descanso el campamento, como nosotros descansábamos, unos contando cómo se hace la pólvora, o se cura la herida, o se hacen en una máquina de mano los casquillos de las cápsulas; otros, sentados juntos en un tronco, enseñándose a leer, con el machete a los pies.
De pronto entra un amigo: ¡qué gusto el de volverlo a ver! ¿Cuántas peleas desde la última vez?: le preparan el festín —mango, jutía, boniato, cubalibre; pero el recién llegado baja la cabeza, cuando un amigo le pregunta por la biblia que le prestó:
—¿Y la biblia que te di, y que te dije que me la guardaras?
—Hermano, ¡me la fumé!
Porque esa es una guerra verdadera: una guerra en que se muere y en que se ríe.
José Martí. (Periódico Patria, 1892)