Otro banco suizo en la cuerda floja tras la explosión de Credit Suisse: el gran negocio que lo "cegó"
Hace un año, mientras el UBS Group AG diseccionaba los restos del Credit Suisse, tras la adquisición de emergencia del atribulado prestamista, el equipo directivo de otro importante banco privado suizo se apresuró a dar señales de estabilidad a sus clientes.
Philipp Rickenbacher, entonces director ejecutivo del Julius Baer Group Ltd., declaró a sus prósperos clientes que la institución de 133 años de vida estaba "concentrada como un láser" en dejar atrás un trastorno histórico para las finanzas suizas. El balance del banco era "sólido como una roca" y cumplía "con las normas más elevadas de manejo de riesgos", escribió en una carta a los clientes.
Las palabras tranquilizadoras de Rickenbacher pronto sonaron huecas. Mientras redactaba la misiva, Baer descansaba sobre un riesgo de US$ 700 millones, causado por un solo cliente al borde de la quiebra: el magnate austríaco de los bienes raíces Rene Benko. Cuando el año pasado se desplomó ese imperio de hoteles y departamentos de lujo, lo mismo sucedió con la credibilidad de Rickenbacher. El 1° de febrero el banco anunció su salida.
Un año después del hundimiento de Credit Suisse -precipitado por un enfoque irresponsable con los riesgos que impulsó a los clientes a retirar decenas de miles de millones de dólares en pocos meses- las autoridades financieras suizas deben hacer frente a otro banco en problemas.
La lista de preocupaciones reveladas por la caída de Benko es larga, pero el núcleo consiste en que Baer sencillamente permitió que la búsqueda de ganancias se impusiera a la prudencia. Y aunque nadie pronostica que el banco acompañará al Credit Suisse al cementerio financiero, pueden escucharse algunos ecos de los errores que derribaron al gigante.
La duda para Baer y el sistema financiero suizo es cómo reparar el daño en tanto los reguladores trabajan en múltiples investigaciones sobre el prestamista. Para la entidad, que rechazó hacer comentarios respecto de las pesquisas, muchas cosas no están claras, desde su estrategia futura para cambiar la cultura ante el riesgo a la posibilidad de una operación trascendente, ya fuera como compradora o incluso como vendedora.
"Les puedo asegurar que hemos revisado de manera detallada la calidad de nuestro riesgo crediticio -comentó el 1° de febrero Evie Kostakis, directora de finanzas de Baer, durante una comunicación con analista de mercado-. Estamos fortaleciendo incluso más nuestras acciones de recuperación".
La sede central de Baer está a tiro de piedra de la de UBS en la Bahnhofstrasse, un tramo de boutiques de lujo, cafés y entidades financieras que va desde la estación central neorenacentista de Zurich hasta la espumosa ribera lacustre. El banco fue fundado en 1890 en carácter de casa de cambio dirigida a los nuevos hombres de negocios que llegaban por tren. Un decenio más tarde el cofundador Julius Baer le colocó su nombre al banco.
En los primeros años, la fortuna de Baer acompañó la de Suiza en tanto una rápida industrialización ubicó al país entre los más ricos de Europa. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Baer estableció una sucursal en Nueva York para ayudar a que los clientes que escapaban de la convulsión europea pudieran proteger su riqueza, en lo que fue el primer paso de su expansión internacional.
En 1980, Baer empezó a cotizar en la Bolsa de Zúrich. Pronto inició una serie de adquisiciones, y en 2013 compró las operaciones de administración de riqueza de Merrill Lynch fuera de los EE.UU y Japón, con lo que se aseguró una presencia sólida en Asia y el Medio Oriente. Hoy el banco tiene a cargo activos de clientes por 430.000 millones de francos suizos (US$ 483.000 millones), pero el negocio de administrar las fortunas de los ricos está profundamente fragmentado.
UBS, el líder mundial del rubro fuera de los EE.UU., se ocupa de unos US$ 4 billones de fondos de clientes, pero eso representa menos del 1 por ciento del total de la riqueza privada. Los súper ricos valoran un toque personal y discreto, por lo que el crecimiento implica generalmente comprar otra entidad o arrebatar banqueros y contactos a un rival.
Eso puede empujar a los gerentes a cerrar convenios riesgosos en aras de expandirse. Luego de un avance en América latina, en los años 2000 con el CEO anterior, Boris Collardi, Baer entró en problemas por la insuficiencia en los controles del lavado de dinero vinculado a casos de corrupción en Venezuela.
El regulador financiero Finma impuso una prohibición temporaria a las adquisiciones a gran escala y aplicó una sanción personal a Collardi por su vigilancia laxa, algo que en Suiza es un castigo severo. Junto con otros bancos entre los que figura el remanente de Credit Suisse, Baer también está siendo investigado en Singapur por el manejo de fondos vinculados a supuestos delincuentes, aunque no queda claro si habrá acusaciones al respecto.
Después queda Benko. El negocio con el austríaco llegó a través de un banquero llamado Gilles Stuck, quien en 2018 se llevó la cuenta al salir de Credit Suisse y cruzar al calle para trabajar con Baer. Otros bancos habían sido reacios a darle más préstamos, pero Benko obtuvo una cálida bienvenida en Baer. Rickenbacher quería sumar nuevas fuentes de ingresos, y un área de interés era la "deuda privada", que consiste en prestar a emprendedores que son ricos en el papel pero carecen de fondos líquidos. Mientras Baer daba crédito, Benko llegó a ser el principal cliente de esa unidad.
Incluso cuando Baer acumulaba riesgos enormes a partir de ese solo cliente, el manejo de la cuenta de Benko fue pasada por alto por el personal de administración de riesgos. La implosión reveló un conflicto de intereses en el núcleo de Baer: los equipos que se ocupaban del manejo de riesgos reportaban a la persona a cargo de los préstamos a clientes privados como Benko, en este caso, el director financiero.
En la mayoría de los bancos el equipo de riesgos depende de un director de riesgos. En suma, la estructura de Baer cegó a los gerentes sobre la posibilidad de que hubiera problemas con los préstamos a Benko, y los hizo concentrarse en las ganancias potenciales de la cuenta. A final, el caso Benko le costó a Baer la mitad de las ganancias de 2023.
Las dificultades de Baer intensificaron las sospechas persistentes en Zurich de que hay algo errado en las finanzas suizas, y llevó a los reguladores a preguntarse qué otra cosa se les pasó de largo. Mientras Finma se reforma tras el desastre del Credit Suisse, ha colocado gente en las oficinas de Baer en la Bahnhofstrasse, indican personas al tanto del tema. Hay múltiples investigaciones en marcha: indagan en los procesos de riesgo, la supervisión de clientes y las actividades del banco en Rusia.
Para apuntalar la credibilidad, Finma contrató como CEO a Stefan Walter, un veterano del Banco Central Europeo con un decenio de experiencia supervisando entidades del tipo del Deutsche Bank AG. Y el gobierno evalúa propuestas que en último caso le darán la potestad a Finma de multar a los bancos díscolos.
Directivos de alto nivel que hablaron a condición del anonimato afirman que, como los clientes no perdieron dinero, es poco el riesgo de que se verifique el hundimiento en la confianza que desplomó al Credit Suisse. Los gerentes aclaran que la entrada de fondos de clientes en Baer mejoró desde que se conoció el caso Benko. Pero los inversores parecen menos convencidos. El precio de las acciones de Baer retrocedió alrededor del 20 por ciento tras conocerse lo de Benko en noviembre, y desde entonces sólo se recuperó en parte a pesar de que el índice de referencia del mercado suizo subió alrededor de un 8 por ciento.
Encontrar un nuevo líder será clave para recuperar la confianza del mercado. Nic Dreckmann, veterano de dos décadas en Baer, es el CEO interino desde febrero. Aunque el directorio no lo considera el candidato a largo plazo, él dio a entender que le gustaría seguir en el cargo, señalan fuentes familiarizadas con el asunto. Pero los directivos siguen buscando un candidato externo y evalúan a banqueros de alto nivel de toda Europa.
Los líderes del banco pidieron asesoramiento estratégico al Goldman Sachs Group Inc., en tanto examinan posibles objetivos de compra para reforzar los activos que administran. Pero en vista de la confianza debilitada en Baer, también es posible que la propia entidad sea adquirida por un rival, aunque eso parece difícil en virtud de su elevada valoración. "Julius Baer está en una situación psicológicamente vulnerable", afirma Ray Soudah, veterano de bancos privados y fundador de la casa boutique de fusiones y adquisiciones Millenium Associates. "Ellos podrían ser el blanco, y no me sorprendería que algunas instituciones evalúen hacer una oferta".
Un camino inmediato al crecimiento más sólido es reclutar personal de otras firmas, aunque así fue cómo llegó el negocio de Benko. El año pasado Baer amplió en 8 por ciento el equipo de la banca de ricos, hasta los 1.300 empleados. Aunque las contrataciones vienen con dolores de cabeza, como aumentos en los costos y problemas de cumplimiento, esos contratados suelen traer negocios consigo. "Una vez que los nuevos se asienten se espera que empiecen a producir más a lo largo de este año", comentó Andreas Venditti, analista en Bank Vontobel AG.
En público y en privado, los directivos de alto nivel de Baer recalcan que aprendieron lecciones importantes de lo que salió mal. Sus jefes renuncian a bonificaciones, el banco reformula las estructuras de control de riesgos y cerraron el negocio de deuda privada que estaba en el centro de las pérdidas de Benko. Sin Rickenbacher, la atención se concentra en expandir el negocio tradicional de la administración de riqueza.
"Tuvimos el tema de la deuda privada, que fue un caso aislado, pero la estrategia general y las medidas que pusimos en marcha nos ayudarán a cumplir con nuestras metas", señaló Romeo Lacher, presidente de Baer. "Las medidas decisivas que tomamos son un mensaje claro a nuestros clientes y al mercado de que nos tomamos en serio las preocupaciones".
La versión original de esta nota se publicó en el número 365 de revista Apertura.