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Sol Post : cocina fusión en una de las mejores calas de Formentera

Abc.es 

El nivel de los restaurantes de Formentera ha crecido en los últimos años en calidad y en variedad. Mucho ha influido la llegada de importantes cocineros como Nandu Jubany o Carles Abellán . En su mayor parte se trata de una mejora sustancial de la oferta tradicional, basada en la calidad del producto isleño, especialmente el marino. Pero hay alguna excepción como la ambiciosa apuesta de Joan Costa, propietario de varios restaurantes y del lujoso hotel Cala Saona, que también es chef (formado, entre otros, junto a Ángel León ). Costa ha fichado a tres jóvenes cocineros procedentes del Cinc Sentits de Barcelona: el salvadoreño Mauro Rivas y los barceloneses Armand Vidal y Clara Campoamor, esta última como repostera. El planteamiento es cuando menos original. En el único menú (120 euros) se combinan recetas salvadoreñas y catalanas con producto de la isla. Un modelo complicado para Formentera , donde una mayoría de visitantes buscan sobre todo la materia prima local en elaboraciones sencillas, pero es bueno intentarlo. De momento, Sol Post deja buenas sensaciones aunque quedan cosas por pulir. La fusión entre dos cocinas obliga a un exceso de ingredientes. Las más destacadas, por menos habituales, son las aportaciones de Mauro Rivas, con un amplio currículo que incluye su paso por Alma en Lisboa y Niño Viejo y Hoja Santa en Barcelona. Aunque debería revisar la timidez en el uso de picantes. Por su parte, Clara Campoamor , formada en la escuela Hoffman, sorprende con postres frescos que reproducen el entorno isleño. De los vinos se ocupa con criterio Cristina Bonetti . Los aperitivos, servidos en la terraza para que los clientes disfruten de la espectacular puesta de sol, se dividen en dos bloques. En el salvadoreño destaca el crujiente de yuca con ceviche de corazón de atún curado, y en el catalán, el trinchat de col con panceta. Los restantes bastante flojos. Sigue el menú en el comedor, un espacio demasiado frío. Destacan en la primera parte el tradicional frit de la isla, con la langosta sustituida por gamba roja , servido en un taco, y el plato con cerdo negro: crujiente de manitas, láminas de oreja y consomé aromatizado con chiles e infusión de hierbas que aporta un toque amargo. A la sirvia (pez limón) curada en sal, ñoras y chipotle le falta picante, lo mismo que a un rico pastelito salvadoreño relleno de cap i pota , plato que mejor representa la fusión salvadoreño-catalana. Fallido luego, sin sabor, un caldo de frijoles con reducción de paloma torcaz y colinabo cocido como si fuera carne, con relajo salvadoreño en la base. La rotja (cabracho), en su punto, con crema de erizos y gamba y salsa blanca un punto picante, queda perjudicada por un crujiente de algas excesivamente dulce. Para terminar, muy buena molleja con reducción de fricandó y jalapeños. En los postres de Clara Campoamor, sobresalientes el de hinojo en texturas y el dedicado a la higuera mientras que el inspirado en las salinas resulta confuso por exceso de ingredientes. Muy bien también los petit fours , todos con productos locales.

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