¿Qué vamos a comer?
El cambio climático ya está afectando la producción agrícola del país, pero hay soluciones que deben tomarse con urgencia; en estados como Guanajuato, Michoacán y Puebla, la combinación de sequía y lluvias intensas ha causado estragos.
“En la seguridad alimentaria, realmente donde estamos en problemas serios es en los granos y oleaginosas, que este año solo vamos a producir 46 por ciento de lo que requerimos”, declaró Juan Carlos Anaya, director general del Grupo Consultor de Mercados Agrícolas (GCMA) (El Financiero, 26/06/2024).
Por su posición geográfica, en México se acentúan los efectos del calentamiento global, que el año pasado rompió récords; fue la primera vez en la historia contemporánea que la temperatura de la superficie del planeta superó los 2.0°C sobre la referencia establecida por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC); la referencia es la temperatura que prevaleció entre 1850 y 1900.
El compromiso asumido por la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1995, en la Conferencia de Partes (COP), fue hacer lo necesario para evitar que la temperatura mundial superara 1.5°C. El fracaso de todos los gobiernos representados en la ONU es estrepitoso.
El año pasado, más del nueve por ciento de los océanos sufrieron ondas de calor, los glaciares perdieron la mayor cantidad de hielo que se haya registrado en un año y la extensión del hielo marino de la Antártida cayó a niveles mucho más bajos de las mediciones previas.
Mayo de 2024 fue el mayo más cálido jamás registrado en el planeta.
¿Qué vamos a comer? Es la pregunta más importante que hay que hacerle al futuro gobierno de Claudia Sheinbaum, tomando en cuenta que este año produciremos menos de la mitad de lo que consumimos en granos y oleaginosas, una caída crítica.
En el sur-sureste del país hay posibilidades de adaptación al calentamiento del ambiente que, aunque se conocen desde hace décadas, no se han desarrollado. Es el momento de hacerlo.
Por los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Quintana Roo, Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz fluye el 62 por ciento del agua dulce del territorio nacional. En esos ocho estados se cultivan unos dos millones de hectáreas de maíz de temporal, que por falta de riego, permanecen ociosas entre octubre y marzo.
Antonio Turrent, del INIFAP, publicó en La Jornada del campo (16/03/2024) que, en esos ocho estados, por lo menos un millón de hectáreas están cercanas a fuentes abundantes de agua como ríos, lagunas y acuíferos someros, pero no cuentan con infraestructura hidroagrícola; si se les dotara de riego, se podrían sembrar dos veces al año y con la tecnología en uso (semillas certificadas, agroquímicos), alcanzarían un rendimiento de ocho toneladas de maíz por hectárea en cada ciclo.
En esos mismos ocho estados hay, según estudios del INIFAP, entre ocho y 12 millones de hectáreas que se utilizan exclusivamente en ganadería extensiva, las cuales deberían tener uso agropecuario integrado. Más de dos millones de esas tierras podrían irrigarse fácilmente con agua del sistema Usumacinta-Grijalva.
Los productores de maíz siembran anualmente un millón 100 mil hectáreas de riego y 6.5 millones de temporal, y si el clima lo permite, pueden producir alrededor de 27 millones de toneladas anuales. La cosecha de estas mismas hectáreas podrían elevarse a 33 millones de toneladas si se aplicara la tecnología disponible en todas ellas.
A esos 33 millones deberían agregarse ocho millones de toneladas de grano en el sur sureste si a un millón de hectáreas se le dota de la infraestructura hidroagrícola necesaria y se podrían sumar 16 millones de toneladas más, utilizando dos millones de hectáreas que están dedicadas a la ganadería extensiva.
La región más vulnerable ante el cambio climático es la del norte y centro de nuestro territorio. En el sur-sureste, que recibió millonarias inversiones públicas en el sexenio que está por terminar, faltan las hidroagrícolas para evitar una crisis alimentaria.