Miranda se queda, aunque se vaya
Llegó, o regresó, que es como vuelven los hijos pródigos, con el aval de una credencial infalible, forjada en el fuego blanco de la niñez, a lomos de una fotografía en la que lucía una bandera más grande que su cuerpo en mitad de ese carril bici que lleva sin pérdida al templo de las esperanzas vivas. Un niño vestido del Betis, un bambino verdiblanco agarrando el mástil de su sino, coloreando con su inocencia la avenida de La Palmera. Un trayecto dominical que convierte, que transforma, que educa. Una peregrinación que hace de la libertad un presidio paradisiaco, de la derrota un abrazo a una fe imbatible, de la victoria una reivindicación de lo inigualable. Volvió aferrado al escudo... Ver Más