Un incendio que se veía a 50 kilómetros: cuando el Palacio de los Deportes de Madrid fue pasto de las llamas
Si estuviste en algún partido de baloncesto celebrado en el antiguo Palacio de los Deportes de Madrid, seguramente ya habrás cumplido los cuarenta. Si fuiste al último de los conciertos, escuchaste estrenar Nunca el tiempo es perdido a Manolo García. Y si tenías entradas para el espectáculo Riverdance sabemos te quedaste con las ganas y que tendrás grabada la fecha del 28 de junio de 2001, un día antes de su celebración, cuando el Palacio se quemó en uno de los fuegos más impactantes que se recuerdan en Madrid.
Aquel día, la ciudad se despertó con la alarma del incendio en Goya. Aunque la empresa constructora negó en un primer momento que el origen estuviera en las soldaduras, la investigación lo atribuyó a la chispa del soplete de un operario que estaba trabajando en la impermeabilización de la cubierta. Resultaron heridos un bombero y un empleado de la Comunidad de Madrid.
El incendio se originó sobre las 8.15 y se propagó rápidamente por toda la cubierta del edificio, haciendo que las vigas de sujeción se vinieran abajo y la cúpula del edificio, consiguientemente, también. A las diez el fuego estaba controlado y el pabellón más importante de la ciudad había desaparecido replegado sobre sí mismo.
Según publico la prensa del momento, la columna de humo del incendio se veía a cincuenta kilómetros de la ciudad y el operativo (40 vehículos y 139 bomberos) vivió momentos de tensión pues en la calle Goya, muy cerca del pabellón, había una gasolinera, y las lenguas de fuego llegaron a alcanzar un edificio de la calle Jorge Juan.
La reconstrucción (más bien sustitución) quiso hacerse rápido. Los arquitectos Enrique Hermoso y Paloma Huidobro se pusieron manos a la obra solo un año después, aprovechando parte del contorno para su edificio. El nuevo Palacio fue inaugurado en 2005 y ese mismo año volvió a actuar allí Manolo García. Hoy todo el mundo conoce este lugar por el nombre del patrocinador, Wizink Center.
El incendio del Palacio de los Deportes, como sucedería posteriormente con el del edificio Windsor, dio mucho de qué hablar en una ciudad que empezaba a ser ya la del pelotazo. En ese sentido aparece en la trama de la novela negra Dicen que ha muerto Garibaldi (Lengua de trapo, 2023), del periodista y escritor Jacobo Rivero, que eligió el suceso y la posterior obra, llena de sobrecostes, como el principio de una era marcada por el ladrillo y la corrupción.
Historia de un palacio de los deportes que fue pasto de las llamas
Antes del pabellón deportivo estaba allí la plaza de toros de la ciudad, que fue derribada en 1934, cuando ya se había puesto en funcionamiento el actual coso de las Ventas. El derribo dejó un gran descampado durante décadas, hasta que se empezó a construir el nuevo edificio a mediados de los cincuenta. Si alguien tiene curiosidad por el momento, puede verlo en la película Los Chicos, de Marco Ferreri.
El proyecto para edificar un moderno palacio de los deportes, una instalación que era novedad en aquellos momentos, surgió a principios de los cincuenta y en 1956 ganaron el concurso para llevarlo a cabo los arquitectos José Soteras y Lorenzo García Barbón, que atesoraban la experiencia de haber construido el de Barcelona solo un año antes.
El pabellón se comenzó a edificar en 1958 y se inauguró en 1960. Su aforo variaba según la configuración, pero podía albergar hasta 12.000 personas sentadas y varios miles más de pie. En el vestíbulo, los asistentes se encontraban con el rostro en piedra del general Moscardó sobre motivos olímpicos. En la inauguración pasaron por allí todos los prohombres del régimen y el matrimonio Franco, que asistieron orgullosos a la bendición del nuevo hijo de la ciudad que quería dejar atrás la grisura de la inmediata posguerra.
Ante el público y el dictador, se produjo un desfile de deportistas formando marcialmente y con banderas. A continuación, se llevaron a cabo distintas exhibiciones: de gimnasia masculina, de gimnastas de la Sección Femenina (tapadas de cuello a manga y tobillo), esgrima, baloncesto, defensa personal a cargo del ejército, atletismo, balonmano, ciclismo –con la participación del mismísimo Bahamontes– boxeo o ciclismo tras moto, con el campeón español de pista Guillermo Timoner.
Quienes estuvimos en el viejo pabellón recordamos perfectamente el contorno modular para las bicis, incluso después la reforma que cambió su fisonomía a mediados de los ochenta. En el Palacio de los Deportes tenían cabida e boxeo, balonmano, ciclismo, gimnasia, hockey baloncesto… y hasta hípica.
En 1985, como decíamos, se reformó y modificó su nombre a Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid para dejar patente el cambio de titularidad del Consejo Superior de Deportes a la Comunidad de Madrid. Es esta última encarnación la que fue pasto de las llamas en 2001. A veintitrés años del suceso, ni las siete ciclópeas estrellas del escudo de la Comunidad de Madrid que adornan el frontal del edificio consiguen que nos acordemos de que esa instalación, como la anterior que se quemó, se llama en realidad Palacio de los Deportes.