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En huelga contra los emojis

A partir de ahora y hasta nuevo aviso, estoy en huelga contra los emojis. Lo considero necesario porque, como educadora, consultora y escritora, estoy recurriendo a dibujitos para expresar ideas y sentimientos. Entre emojis, stickers y texto generado por la inteligencia artificial (IA), estamos dejando de escribir.

Es curioso, estoy dispuesta al esfuerzo, pero sería mucho más difícil considerar una huelga contra el ChatGPT o los traductores que uso a diario. En tan poco tiempo, ¿qué tan dependientes nos hemos vuelto de estas herramientas?

El uso de la inteligencia artificial debería llevarnos a cuestionamientos profundos, desde el grado en que influye en lo que escribimos hasta la autenticidad de quien está detrás de lo que leemos. Si cedemos la palabra escrita a la IA, ¿qué tanto perderemos? Es oportuno reflexionar sobre la propiedad y la fiabilidad de la comunicación escrita en la era de la IA.

La escritura se está transformando. El cambio del lápiz al teclado fue rápido. Los avances tornan posibles textos de calidad humana sin requerir procesos de reflexión. Además, el software de conversión de voz a texto significa que incluso los escritores pueden prescindir del teclado.

La lingüista Naomi S. Baron, de la American University, investiga en su libro más reciente el impacto de la inteligencia artificial en diversas áreas de la escritura.

Conforme la tecnología se vuelve más avanzada y accesible, existe la tentación de optar por el camino más sencillo y dejar que la IA asuma la escritura. Sin embargo, Baron advierte de que esta eficiencia no siempre es beneficiosa. Al depender de la IA para sugerencias o incluso textos completos, se corre el peligro de perder la habilidad técnica de escribir y la capacidad de la escritura como medio para la reflexión personal y la expresión individual.

En cuanto a la influencia de la IA en el correo electrónico, Microsoft, Google y otras empresas están desarrollando funciones que leen los mensajes en la bandeja de entrada y son capaces de redactar respuestas. Las herramientas de IA aprenden nuestro estilo de escritura y redactan una respuesta razonable que parece obra de nosotros mismos.

En la traducción, la IA ha tenido un gran impacto. Los programas son buenos, aunque no perfectos; permiten utilizar documentos sin conocimientos de un idioma, que de otro modo no podríamos leer. Sin embargo, cabe valorar que esta opción desincentiva el deseo o necesidad de aprender otras lenguas.

Otro uso innovador de la IA generativa es la edición de textos. La idea de que se convierta en una herramienta pedagógica despierta interés, aunque es preocupante que se limite a corregir lo que escribe el autor sin enseñar nada, convirtiendo a los usuarios en entes pasivos en el proceso de escritura y redacción.

La capacidad de escritura de la IA es asombrosa, pero debe encontrarse la forma óptima de aprovecharla, especialmente en los años formativos en el sistema educativo.

Para los estudiantes, es tentador ceder ante los avances para ahorrar tiempo y reducir el esfuerzo de completar tareas de escritura. Sin embargo, los lineamientos sobre la aplicación de la IA en las labores escolares deben velar por preservar la habilidad de usar palabras y la gramática para expresar pensamientos y sentimientos, parte fundamental de nuestra esencia humana.

Hoy, hay un nuevo interés por la escritura que surge en respuesta al mismo acceso generalizado a la inteligencia artificial. En una época en la cual la IA facilita el plagio, la habilidad de expresar ideas de forma manual, sin depender exclusivamente de la tecnología, adquiere una relevancia considerable.

msteuber@famcr.com

La autora es consultora educativa.

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