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Lo bueno, lo malo y lo feo del 2024, hasta ahora

Cuando se analiza la economía, es necesario ver más allá de unos pocos indicadores, afirman los economistas Luis Liberman y Daniel Ortiz.

Costa Rica concluyó los primeros seis meses del 2024 con resultados mixtos en muchos campos. En lo macroeconómico, no fue la excepción. Hoy queremos hacer un balance de la primera mitad del año, resaltando qué salió bien, qué no va tan bien y dónde nos parece que la cosa anda fea.

Lo bueno

A pesar de la coyuntura internacional caracterizada por bajo crecimiento mundial, tensiones geopolíticas y repunte en algunos precios relevantes, por ejemplo en el transporte de contenedores, la economía costarricense pudo alcanzar indicadores macroeconómicos relativamente favorables.

La producción interna creció un 4,6% en los primeros tres meses, los salarios reales recuperaron y superaron los valores prepandémicos y, a pesar de la fuerte caída en el tipo de cambio, el sector externo continuó siendo dinámico. Concretamente, las producción en las zonas francas creció a tasas superiores al 8%, las exportaciones de bienes se expandieron un 6,6% a mayo y la IED superó los $1.160 millones en los primeros tres meses.

Si uno observa únicamente estos indicadores, pareciera que la “economía jaguar” ruge a toda voz. No obstante, concluir lo anterior puede ser un poco aventurado. Cuando se analiza la economía, es necesario ver más allá de unos pocos indicadores. A algunos analistas, a veces se les olvida este pequeño detalle.

Lo malo

Con un crecimiento del PIB que fue bueno, uno hubiera esperado que otros indicadores también siguieran la misma trayectoria; sin embargo, no fue el caso. Para comenzar, el régimen definitivo (la parte de la economía que no está en las zonas francas) siguió desacelerándose, y fue motivo de preocupación, ya que debemos recordar que este régimen representa un 85% del PIB. Si este último no creció, es porque buena parte de las empresas locales tampoco lo hicieron.

Cuando las empresas locales venden menos, naturalmente, contratan menos personal, y eso explica en buena parte por qué el desempleo aumentó. La tasa actual (un 8,5%) coloca a Costa Rica como uno de los cinco países con mayor desempleo de la OCDE, un espacio de poca honra y que no suele mencionarse mucho a la hora de hablar de resultados económicos.

El consumo de las familias en vez de crecer se desaceleró, en particular en el rubro que más pesa, los servicios (un 57% del total). Lo anterior no es de extrañar si uno analiza los ingresos promedio mensuales de los hogares, así como la deuda promedio por miembro de la población económicamente activa (PEA).

En el caso de los primeros y de acuerdo con el INEC, el ingreso por hogar en el 2023 no fue significativamente distinto del registrado en el 2013. Pero la deuda en el 2023 sí duplicó la que se tenía en ese entonces. Es decir, tenemos hoy familias con ingresos estancados y mayor endeudamiento. Esto deja en evidencia que el consumo en años pasados se sostuvo a punta de endeudamiento.

El tipo de cambio siguió haciendo homenaje a valores alcanzados hace más de 14 años. En términos promedio, el tipo de cambio continuó reduciéndose. Los efectos negativos de lo anterior fueron notorios en la marcha de protesta de muchos sectores, en el cierre de algunas empresas y en la competitividad del país en general. También en la situación de las finanzas públicas.

La recaudación tributaria lejos de aumentar se redujo. Ya con cuatro meses de cifras fiscales, la tendencia de deterioro está clara. La desaceleración del crecimiento económico y la revaluación del tipo de cambio han sido las principales causas detrás de la caída en los ingresos fiscales.

Como resultado, a unos pocos meses de salir a emitir eurobonos, los indicadores fiscales no se ven todo lo bien que hace unos meses (esto puede implicar que financiarnos afuera seguirá siendo caro).

La inflación negativa (durante más de 12 meses) recordó a las familias que el costo de vida y la inflación son dos conceptos diferentes. La reducción en el IPC siguió estando explicada por una política monetaria excesivamente restrictiva y la continua caída en el tipo de cambio, lo cual siguió favoreciendo a los grupos de mayores ingresos. Sin embargo, en los de menor ingreso, el costo de vida se convirtió nuevamente en el segundo problema con mayor mención en la encuesta más reciente del CIEP (solo por detrás de la inseguridad).

Lo feo

Con estos resultados, lo feo fue que a tan solo unos meses de haber bautizado a Costa Rica como la “economía jaguar”, los mismos analistas parecen distanciarse de ese calificativo. En sus proyecciones más recientes apuntan a que la economía pasará de crecer un 5,1% en el 2023 a solo un 3,8% en el 2025. El mismo BCCR en el más reciente Informe de política monetaria estimó una desaceleración del consumo, la inversión y el sector externo para los próximos 18 meses.

A pesar de la desaceleración prevista y haber cumplido ya un año de inflación negativa, la política monetaria sigue estando desconectada del esquema de metas de inflación. Pareciera más bien estar concentrada en lo que sucede en EE. UU. y en que el tipo de cambio no suba más allá de sus valores actuales.

En un contexto donde el mismo Banco ve poco espacio para reducciones adicionales en la tasa de política monetaria, las familias seguirán lidiando con un entorno poco favorable. Primero, porque las tasas de interés seguirán elevadas, lo cual limitará el consumo, la inversión y, por ende, la contratación de más personal por las empresas. En este escenario, las personas van a priorizar el consumo de bienes esenciales y prescindirán de otros discrecionales.

En un entorno donde se venda menos, Hacienda recaudará menos. Esto significa recursos más limitados para brindar mejores servicios a la población.

Si sumamos a lo anterior el estancamiento en nueva infraestructura, la crisis del sector educativo y el aumento de la inseguridad, queda claro por qué los padres del término “jaguar” se distancian hoy de su criatura. También, que lo que se escuchaba no era un rugido, sino más bien un gemido.

Los autores son economistas.

Para los hogares de menor ingreso, el costo de vida se convirtió nuevamente en el segundo problema, solo por detrás de la inseguridad. Foto para fines ilustrativos.

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