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¿Qué ver y leer cuando te sientes perdida? Las recomendaciones de Andrea Gumes

Hola Andrea! Pots recomanar llibres, pel·lícules, etc. per a una persona de 20 anys perduda a la vida? Gràcies!

Ivet, 20 años

1.

Estimada Ivet, sé que és de molt mal gust, i et demano perdó per canviar de llengua, però aquesta vegada sí pertoca un para que nos entienda todo el mundo.

Entiendo tu carta no como una pregunta sino como una petición de socorro, y empiezo esta correspondencia aún sabiendo que no podré estar a la altura de tu demanda. Pero ese “persona perdida en la vida” me ha enternecido, has desbloqueado un recuerdo –más bien una sensación–, me has tirado de la manga para devolverme a mis veinte años. Quién los pillara. Pero en realidad no, no volvería a esa nube confusa llamada veintena. Sé dónde estás ahora mismo, sentada sola en un andén esperando un tren que no llega. Esperando que alguien grite tu nombre, que digan “Ivet” por megafonía, que alguien te coja de la mano y te diga tienes que tomar este camino; súbete a este vagón y luego bájate aquí, espera unas horas en esta estación, y coge este otro tren, todo irá bien, llegarás pronto a tu destino. Para sorpresa de nadie: no hay instrucciones ni megafonía. Pero tú ya lo sabes, tú lo que quieres son libros y películas para hacer más llevadero el viaje. Tienes las cosas más claras que muchos de los que esperan en este andén.

¿Te has fijado que los mejores reencuentros en las películas siempre son en una estación de tren? Es hablar de un andén y mi cabeza vuelve a esas dos primeras páginas del libro Mañana, y mañana y mañana de Gabrielle Zevin (AdN Novelas). Ojalá haberlo leído con… no, ojalá leerlo por primera vez. 

2.

Es terrible la sensación de saber que todo lo que escriba es aquello que tanto llegué a odiar una vez, es decir, gente mayor diciendo algo así como “tienes que vivir la vida”. O sea que sí, es un consejo de mierda, pero es una verdad como un templo. Dejaré que tu respuesta sea un Okey, gracias por nada, acompañado de una mueca poniendo los ojos en blanco, de esas que hacéis los jóvenes ahora –¿Ves? Ya te empiezo a hablar como si nos separaran tres vidas y no nos hubiéramos cruzado hace diez días en la cola de un baño de la discoteca y yo te hubiera sonreído con confianza para que veas que soy tan joven como tú–. Esto va a ser insoportable, Ivet, sobre todo para mí; digerir lo lejos que quedan esos veinte.

“Me sorprende comprobar que la edad no consiste tanto en ir ajustando las opiniones, sino en tener las mismas, pero agotadas”, es uno de los pensamientos recogidos en el libro Escenas de una vida: matrimonio, amigos y escritura de Virgina Woolf. Es importante no olvidar esto de Woolf, es importante no olvidar a Woolf así en general, pero el resumen sería que no sé mucho más que tú, simplemente estoy más vivida, que en realidad solo significa que estoy más cansada.

'Los que se quedan', profesor cascarrabias tiene conversaciones importantes con alumnos jovenzuelos y despistados. En Internet siempre miramos de reojo y con distancia todo aquello que tenga que ver con otras generaciones, pero nada me interesa más ahora mismo que la conversación intergeneracional.

3.

La Niña, y por La Niña me refiero a mí misma con menos edad, estuvo siempre muy pérdida (*). La Niña nunca supo qué estudiar ni qué hacer, ni con quién ir ni cómo vestir. En definitiva, La Niña no sabía cómo ser ella misma, solo sabía que quería ser espléndida pero nadie le había enseñado cómo. Estaba acostumbrada al colegio donde cada día mandaban deberes y unas notas en la agenda, y quería que la vida fuera así, cada día con un deber que cumplir, una lista que poder tachar, una obligación que asumir. Fueron pasando los días para La Niña: si no existían tareas, se las inventaba, seguía normas y cursos, y se tomó la universidad como una continuación de la escuela. Por favor, profesor, dígale a La Niña cómo se tiene que comportar y qué tiene que hacer, y dónde tiene que trabajar. Un día a La Niña se le acabaron las notas en la agenda, y no le quedó más remedio que salir al mundo, proyectada. Suplicó en casa, a los adultos, a los profesores: ¿y ahora qué?. Ese día La Niña, como muchas otras, descubriría que a partir de entonces estaría sola, que toda decisión era su responsabilidad. Libertad para algunos, vértigo para otras.

No te faltan instrucciones, te falta más insensatez le diría uno de sus profesores durante la primaria a La Niña. La Niña no entendió nada. Me refiero a mí misma. Sigo igual, pero como mínimo ahora sé que entre las tareas semanales toca un poco de ligereza. De 19 a 21 horas. Todo muy controlado. 

(*) Me he tomado la licencia de copiar el recurso literario que usa Olivia Laing en la primera página de su libro 'Crudo'. Siempre vuelvo a este libro pero no sabría decirte por qué.

Me gustaría ser una portada de 'Crudo'. ¿Con cuál te quedas? Siempre he pensado que Olivia Laing lo hace todo bien. Está bien tener referentes lo suficientemente lejanos para no conocerlas mucho y que un día descubras que fue mala amiga, o que no paga sus impuestos o que llama poco a su hermana. Nunca se sabe. Ya lo dice Emily Segal en su primera novela, 'Mercurio Retrógrado' (Cielo Santo): “El momento se disolvía rápidamente en el descubrimiento común de que muchas de las chicas que me parecían seductoras eran, en realidad, totalmente banales”. Descenso y caída de todas aquellas mujeres de las que nos enamoramos a lo largo de la vida. Todas somos banales. Qué te voy a contar. 

4.

Déjame que te hable del primer piso que habité cuando me fui de casa de mis padres. El primer piso en el que habité tenía una habitación para mí sola, por primera vez ese perímetro era mío y solo mío, una habitación en la que entraba un sol precioso, y en la que nunca colgué una estantería porque aterricé ahí sin un solo libro. Te miento. Fueron seis libros los que se trasladaron conmigo, ni los recuerdo, sería alguna lectura juvenil y algún libro robado a mis padres. Me los llevé para decorar, supongo, y porque no sabía qué más coger de mi habitación, ¿qué se lleva una de su vida de la que se quiere distanciar? Leía muchos libros en verano, de la biblioteca pública, pero sin mirar nombres, los que estaban en la estantería de la entrada, los que dejaban bajo el cartel de “selección del personal”. Me los llevaba sin preguntar, sentía que era una recomendación personalizada y que como tal debía cumplir con ello. No recuerdo nada de lo que leí en esos veranos. Llegaba septiembre y yo seguía sin referentes ni nombres, ni nada subrayado. 

Así llegué a ese primer piso en el que habité, y al que me fui a vivir con mi mejor amiga –de cuando se llevaban las mejores amigas y una se embobada con las palabras de la otra–. En pleno enamoramiento intelectual vi que ella se montaba una parcelita en ese piso que habitábamos, colocando una mesa y una silla y una estantería enorme y muchísimos libros. Y yo pensaba de dónde han salido esos títulos, quién se los ha dicho, por qué ella sabe a quién leer, por qué ella habla de unas mujeres que le guían y le dicen cosas. Y yo un día no pude más, y le dije recomiéndame, recomiéndame, dime qué leer, guíame, guíame, y cógeme de la mano. Y en unos acertó y en otros no, otros sirvieron para conversar. Como dice Pau Luque en su novela Ñu (Anagrama): “Contra un socorrido lugar común, conversar con personas muy inteligentes no te hace sentir más estúpido, sino más inteligente. Y si te hacen sentir estúpido, es que no son inteligentes. La inteligencia o es virtuosa o no es inteligencia”). Otros sirvieron para descubrir que cada una tiene una opinión y eso está muy bien, y otros los quise tanto que tuve que bajar a comprármelos para poder tener mi propio ejemplar y sentir que empezaba a tener cosas que me pertenecían. 

Es lo único que puedo enseñarte de todo esto, de propiedades no sé cómo irás, pero es bueno ir teniendo pertenencias propias, pequeñas, ligeras, lo que quepa en una caja para ir pasando de mudanza en mudanza, y aunque compartas vidas con unas y con otros, aunque vayas y vuelvas, que lo que haya en esa caja siga llevando tu nombre. 

5.

Llegará un día, Ivet, un día de estos, que pasarás por delante de una librería y leerás una contraportada, y dirás este libro me habla a mí. Y llegará otro día en que estarás viendo un programa en la televisión y mencionarán un libro, y dirás este libro me habla a mí. Y un día de verano, de estos que se te engancha la ropa a los muslos, estarás tan agobiada que entrarás al cine sola, y no sabrás qué quieres ver, pero te dejarás llevar, y ahí sola en la sala, llorarás, porque esa película te ha hablado directamente a ti. 

Irán pasando los años y sin darte cuenta te habrás hecho tu mochila de títulos, solo tuyos, tus pertenencias, con las que acordarte de vez en cuando de ellos. No sabrás por qué los escogiste, porque no había instrucciones entre sus páginas y escenas, pero te cogieron de la mano en algún momento, y seguías igual de pérdida, pero menos sola.

No puedo hacerte una ruta de títulos porque cada libro es una etapa, y está bien irlos descubriendo cuando toca, porque esas películas y esos libros también son las personas: quién te lo regaló, dónde estabas cuando lo viste por primera vez, quién te dijo he pensado en ti al ver el título, a quién se lo dejaste. 

Sería sencillo decir que hay libros mejores y peores, pero en realidad lo importante es el momento, ese temible hoy no tengo el día puede fastidiar el mejor de los libros. Caso práctico, aprendido con los años, es una buena idea apuntarse en la primera hoja de un libro el día y el lugar donde ha sido leído, no está de más añadir a quién tenías cerca y qué te hizo sentir. Es bonito recuperar estos pequeños telegramas cuando abres un libro.

No hubiera asimilado 'Past Lives' en su momento, y a Nora Ephron hay que leerla cuando el temor de la edad acecha, hubiera agradecido leer a Alana Portero hace unos años, y hay traducciones que llegan en el momento perfecto. 

6.

Hazme caso, Ivet, ahora toca estar perdida, porque cuando una no tiene rumbo es que todavía quedan lejos los compromisos, el deber, la madurez, y te aseguro que echarás de menos esta sensación. ¿Ves cómo he acabado haciendo de madre? Perdóname. 

“Me gustan las mentes juveniles y la sensación de que alguien todavía no ha llegado a ser nada”, dice Virginia Wolf. Por tu pregunta sabemos que como mínimo quieres ser alguien, hay voluntad. Todo llegará Ivet, está a punto de llegar tu tren. Fem un cafè quan vulguis. 

Siempre tuya, 

Andrea

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