Idiomas y goles
Uno de los grandes placeres del verano es la oportunidad de practicar el 'sillón-ball' sin complejos, enclaustrado con el aire acondicionado mientras afuera arde la calle. De hecho, la memoria de las vacaciones estivales está repleta de hitos deportivos: el ataque de Perico en Luz Ardiden, la contrarreloj de Indurain en Luxemburgo, la final ante la USA de Michael Jordan en Los Ángeles, el oro de Fermín Cacho en Barcelona, los catorce Roland Garros de Nadal o la final del Mundial de Sudáfrica, que en casa celebramos en la piscina, llegaron cuando el calendario laboral se pone cuesta abajo y las temperaturas cuesta arriba. En el verano el deporte sabe mejor, quizás porque en el fondo a todos nos produce un placer animal ver a un tipo haciendo ejercicio mientras te tomas una cerveza fresquita en el salón. El placer de gritarle a un atleta sudoroso '¡pero corre, coño, corre!' repanchingado en la butaca está en el top ten de los placeres terrenales. El pasado fin de semana la televisión nos ofreció una de esas jornadas maratonianas deportivas, y entre competición y competición pudimos comprobar algo que genera tanta satisfacción como los éxitos deportivos: el buen inglés de la mayor parte de nuestros deportistas. Vi a Alcaraz hablando un inglés aturrullado pero solvente y a Marc Márquez comentando la carrera como si fuera de la plantilla de Sky Sports. Carlos Sainz mostró un acento académico y Fernando Alonso una enorme soltura. No solo ellos, los principales deportistas españoles manejan la lengua de Shakespeare con envidiable agilidad. El inglés de Nadal se entiende regular porque habla para adentro, pero ocurre lo mismo con su español. Los Gasol son bilingües, Jon Rahm puede pasar por un cowboy de Wyoming y Carolina Marín parece que se hubiera criado en la Rio Tinto Company Limited. Muy por el contrario, en el mundo del fútbol los españoles muestran por lo general escasa maña para los idiomas. Navas y Reyes apenas lograron aprender un par de palabras nativas en su larga estancia en Inglaterra; Carvajal se reencontró hace unos días con su profesora de alemán y le pidió disculpas por su torpeza. Se hizo viral un vídeo de Joaquín exhibiendo un italiano macarrónico, y el voluntarioso inglés de Unai Emery o Pepe Mel en las ruedas de prensa queda para los anales de la filología inglesa. Habrá pocas grabaciones de futbolistas españoles declamando en idiomas extranjeros con aplomo. No seré yo quien saque la conclusión de que los futbolistas son más cazurros que el resto de los deportistas. Probablemente son conscientes de que les basta con dominar el fútbol, que es un lenguaje universal. Pero sería bonito que marcasen tendencia ante los jóvenes no solo con tatuajes o peinados, sino también mostrando, al igual que hacen otros deportistas, las habilidades idiomáticas que requieren los nuevos tiempos. Los de mi generación nos salvamos chapurreando, pero para la juventud actual el segundo idioma ni siquiera es un valor añadido. A los futbolistas les basta con marcar goles, pero ellos necesitarán un pluringüismo que requiere un enorme esfuerzo.