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En el corazón del '304', el barrio que vio crecer a Lamine Yamal: "Es irónico que los racistas tengan que aplaudirle"

Cada vez que el joven futbolista Lamine Yamal (Esplugues de Llobregat, 2007) celebra un gol, lo hace dibujando con sus manos el número 304, los tres últimos dígitos del código postal de Rocafonda, el barrio de Mataró (Barcelona) que lo vio crecer. La última vez que lo hizo fue en la semifinal de la Eurocopa, vistiendo los colores de la selección española. “Un golazo”, dice Imran. Tiene 9 años y, como la de Yamal, su familia es marroquí.

“Claro que hemos jugado al fútbol con él, en esta plaza”, presume el pequeño, al que le gusta situarse de delantero. Al ser preguntado por la joven estrella, no duda en hacer el '304' con sus manos, un gesto que ansían que Yamal vuelva a repetir este domingo en la final de Berlín. “Yo igual voy a Alemania a ver el partido”, se jacta Imran, que asegura que su tío es muy amigo del futbolista. “A veces le da entradas”, presume.

Todo el barrio de Rocafonda saca pecho cuando se menciona el nombre del jugador culé y la mayoría asegura conocerle. Y todo son buenas palabras para él y para su familia. Sobre todo para su abuela. “Ella le crió. Es una mujer muy sufrida, pero ha valido la pena”, cuenta Abdul. El hombre, de origen marroquí, es amigo de la familia desde hace años y regenta una tienda de ropa en la plaza Joan XXIII, la misma en la que se crió Yamal.

Abdul muestra orgulloso su móvil, en el que atesora una fotografía suya posando con una camiseta firmada por la estrella culé, con el número 41. La que llevó cuando con 15 años se convirtió en el jugador más joven en debutar con el Barça. “Es la de su primer partido con los mayores, contra el Betis”, apunta. Explica que se la dio la abuela del chico y la tiene bien guardada en su casa. “Tiene hasta su sudor”, bromea.

Este tendero recuerda cómo los amigos de la familia se fascinaban al ver al chico jugar en el equipo de La Torreta de Granollers, peña del municipio vecino, al que su madre se mudó después de divorciarse. “Le decíamos a su padre que tenía una joya en casa y que la cuidara”, recuerda.

Ahora, algunos años más tarde, todo el barrio vibra con cada partido del Barça y de la selección. “Muchos llevamos más años aquí que en Marruecos, así que claro que vamos con España, y no es sólo por Lamine”, asegura Youssef, vecino del barrio. Kharim le da la razón. “Que se enteren todos los de derechas. Aunque lo nieguen, nosotros somos españoles. Por eso es irónico que los racistas tengan que aplaudir a un marroquí”, se ríe este hombre, a quien poder animar a la roja le ayuda a sentirse parte de un país en el que no siempre se siente bienvenido.

“Aquí vienen mucho los de Vox a hacer campaña. A decir que nosotros, que solo queremos ganarnos la vida, traemos problemas. Pero alguna vez alguien ya les ha enseñado que el problema son ellos”, bromea Kharim. Se refiere a un incidente que protagonizó el padre de Lamine Yamal, Mounir, que increpó y tiró huevos a unos militantes de Vox que plantaron una caseta en Mataró. El juzgado de esta ciudad le condenó a pagar una multa de 550 euros por daños.

“No está bien agredir a nadie, pero entiendo por qué lo hizo. Hay que ser mala persona para venir aquí a llamarnos moros y luego celebrar los goles de Lamine”, asegura Yassine, que comparte tertulia en el bar con Youssef sobre el partido del martes.

La nueva imagen de Rocafonda

Rocafonda es el barrio más pobre de Mataró, con casi la mitad de sus habitantes en riesgo de pobreza, con una renta media por cápita de 7.190 euros anuales, según datos del INE. Se trata de una zona con un 33% de población nacida fuera de España. Los marroquíes son, por mucho, mayoría entre los recién llegados y llegan a representar el 20% del barrio.

Manuela lleva toda la vida en Rocafonda y lo ha visto cambiar con los años. “Antes también todos éramos de fuera, pero veníamos de otros sitios de España. Ahora vienen de África”, resume esta anciana. Reconoce que ha habido incidentes y problemas, “pero como en todos lados” e insiste en que su barrio es una zona tranquila y agradable, a pesar de lo que se pudiera creer.

“Antes, cuando se hablaba de Rocafonda era para contar cosas malas, pero ahora los periodistas venís aquí por Lamine y podéis contar cómo somos. Árabes, negros y españoles vivimos bien todos juntos”, asegura Manuela, que hace años que conoció a la abuela del jugador en la frutería.

Abdul también cree que el joven Lamine, con solo 16 años, ha hecho mucho por el barrio. “Le ha devuelto la vida a este sitio. Nunca ha sido tan peligroso como lo pintaban, pero es cierto que había incidentes, alguna pelea y droga”, reconoce este tendero, que hace más de 20 años que vive en Rocafonda.

“Antes veías a los niños tirados en el parque y te preocupabas porque no sabías cómo podían acabar. Pero ahora los ves haciendo cola para apuntarse a fútbol”, asegura, apoyado en el mostrador de su tienda. Todos los preguntados aseguran que el joven blaugrana es un gran referente para los pequeños.

“Es muy bueno y cuida de los suyos”, asegura Abdul, que cuenta que lo primero que hizo el jugador con su sueldo fue comprar un piso a su abuela, a la que viene a visitar cada vez que tiene unos días libres. “El coche oficial del Barça lo deja en la puerta y los niños se vuelven locos”, explica.

Una estrella culé en un barrio merengue

Como en todos los barrios, los niños de Rocafonda también visten camisetas de fútbol. Pero, a pesar de lo que podría parecer normal, los colores blaugrana brillan por su ausencia y son sustituidos por el rojo de las equipaciones españolas y marroquíes e, incluso, por algún blanco merengue. “Es que aquí todos somos del Madrid”, dice Youssef, ahogando una carcajada, consciente de lo irónico de tener a una estrella culé en un barrio madridista.

A pesar de que sus colores sean otros, aseguran que ven todos los partidos del Barça con devoción y celebran sus victorias. ¿Y durante el clásico? A esa pregunta prefieren no responder. Los únicos que han cambiado de bando, aseguran, son los miembros de la familia Yamal, que, “qué remedio”, se tuvieron que volver culés.

Youssef explica que no es nada raro que todos sean madridistas. “Cuando éramos pequeños, los que lo ganaban todo eran los del Madrid. Y en Marruecos llevábamos la camiseta blanca y jugábamos a ser Butragueño”, apunta. “Ahora no vamos a cambiar por mucho Lamine que tengamos en el barrio”, bromea.

Los que son un poco más jóvenes y llegaron -o crecieron- con el Barça de Guardiola en auge sí son culés. Como los niños de ahora. Pero los del barrio, más que culés, son de Lamine. “Nos encantaría comprarnos una camiseta suya, pero son carísimas. Lo llevamos en el corazón, pero no en la cartera”, dice, frotándose los dedos índice y corazón con el pulgar.

La figura y el nombre de Lamine Yamal ha cruzado fronteras y ha tendido puentes hasta entre culés y madridistas. Quien lo sabe bien es Juan Carlos, propietario del bar 'El Cordobés', frecuentado por el padre de Yamal. Fue él quien le regaló una camiseta firmada por el chaval que está colgada y enmarcada en este bar regentado por un madridista de corazón. No hay ninguna otra decoración futbolera en el bar que compense. No hace falta.

“Lamine es del barrio y eso es lo que importa”, dice Juan Carlos, que se siente orgulloso de que el joven haya puesto Rocafonda en el mapa. De hecho, este hostelero está hoy “un poco saturado” de atender a periodistas, que han ido pasando en procesión por su bar para preguntar por la familia Yamal. Incluso han venido preguntando por él periodistas del New York Times. “Sí, sí, los americanos”, dice sacando pecho y posando junto a la camiseta de Lamine Yamal.

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