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Yehuda Shaul, exmilitar israelí: "¿Cómo pensamos que matar a miles de niños nos va a traer más seguridad?"

Yahuda Shaul es activista israelí. Nació en Jerusalén hace 41 años, fue al instituto en un asentamiento judío en la Cisjordania ocupada y, como todos los y las jóvenes de su país, hizo el servicio militar en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) —entre marzo de 2001 y marzo de 2004—. Esa experiencia cambió para siempre su vida y poco después fundó junto a otros 60 compañeros Breaking the silence, una organización que difunde los testimonios de militares para mostrar a la sociedad en Israel y en todo el mundo la realidad de la ocupación en los territorios palestinos.

“Lo que hice y lo que vi durante mi servicio me ha traído hasta donde estoy ahora”, relata a elDiario.es en una entrevista en Madrid en la que es inevitable hablar de la actual guerra en Gaza –más de nueve meses en los que han muerto casi 40.000 palestinos de la Franja–. “Esta guerra tendría que haber acabado hace mucho tiempo, porque los rehenes no van a regresar con una operación militar. Esta guerra tiene que terminar por la catástrofe humanitaria en Gaza y por el sufrimiento de millones de palestinos. Esta guerra tiene que terminar por la forma en la que Israel está haciendo esta guerra”, dice convencido. 

Shaul vuelve atrás en el tiempo, hasta aquel fatídico día de octubre. “Ningún país puede permitir que ocurra en su territorio y a sus ciudadanos lo que ocurrió el 7 de octubre”, cuando Hamás lanzó un brutal ataque sorpresa contra el sur de Israel y mató a más de un millar de personas y secuestró a otras 250.

“Israel tiene la obligación de defenderse, pero también tiene la obligación de defender a sus ciudadanos de acuerdo con el derecho internacional y es muy evidente que las acciones israelíes en Gaza han violado por completo casi todos los principios del derecho internacional”, afirma desde su experiencia como soldado. 

Durante el servicio militar, pasó más de un año en Hebrón, una de las localidades cisjordanas donde la tensión se mantiene más elevada porque hay un asentamiento israelí dentro de la ciudad. El final de su servicio militar, hace veinte años, marcó un punto de inflexión para Shaul: “Fue un momento aterrador. La forma en la que me explicaba a mí mismo las cosas que hacíamos durante el servicio dejó de tener sentido. No podía justificar más esas acciones”, al igual que ahora no puede justificar la actuación en Gaza del Ejército en el que sirvió.  

“La forma en la que estamos luchando en Gaza no sólo es importante desde el punto de vista moral y legal, sino también de cara al día después. Temo que la forma en la que estamos haciendo la guerra en Gaza, la enorme cantidad de víctimas civiles y la enorme destrucción de infraestructuras y propiedades civiles, está sembrando las semillas del odio en las próximas generaciones” de gazatíes.

Shaul teme que la ofensiva en Gaza alimentará el odio hacia Israel en la sociedad palestina de la Franja, que Israel “está empujando hacia la radicalización” y hacia grupos aún más extremistas que Hamás. Por ello, el activista considera que no tiene sentido hablar del fin de Hamás –uno de los objetivos declarados de esta ofensiva que el Gobierno israelí repite como un mantra– porque lo que vendrá después podría ser peor. Menciona, por ejemplo, a los 17.000 niños que han perdido a sus dos progenitores, según estimaciones de UNICEF, y afirma que no van a “amar” a Israel cuando sean mayores.

Una “guerra política”

Shaul se muestra convencido de que hay cada vez más israelíes que piensan como él y que creen que esta guerra tiene que terminar. También han aumentado las protestas en las calles de Israel, “pero el Gobierno, los que toman las decisiones, no están dispuestos a revisar el camino que han tomado”. También afirma que, cada vez más, los ciudadanos entienden que, después de nueve meses, “la guerra es sobre todo una guerra política para que [el primer ministro, Benjamín] Netanyahu, se mantenga en el poder”.

En su opinión, el Ejecutivo israelí –al que califica de “extremista”– está ganando tiempo para que la coalición de partidos que gobierna “no colapse y Netanyahu no tenga que rendir cuentas por sus líos legales y por sus errores el 7 de octubre”.

El activista es consciente de que el “trauma” que experimentó la sociedad israelí el 7 de octubre está alimentando la sinrazón de la guerra. “Este trauma crea un gran agujero en tu estómago, en tu alma, en tu corazón. Y hay dos formas de llenar ese agujero: con rabia, enfado y la petición de venganza; o con humanidad, compasión y el deseo de paz”, explica Shaul. Lamenta que la mayoría de la sociedad israelí haya llenado ese hueco con lo primero. “La sangre está hirviendo desde hace meses, la razón no tiene cabida. Por eso es muy importante que la comunidad internacional intervenga para mitigar esta rabia”, afirma.

El activista cree que sólo la presión internacional puede hacer que el Gobierno ultraderechista de Netanyahu ponga fin al conflicto y que la presión de la calle no será suficiente, aunque esta va a más cada semana que pasa. “Si la comunidad internacional no interviene de forma seria, me temo que Netanyahu va a continuar durante meses”.

El activista, que sabe de memoria los nombres de todas y cada una de las operaciones militares israelíes en Gaza, afirma que la brutalidad de las FDI ha ido en aumento en los pasados 20 años. “Las FDI no decidieron reescribir desde cero la política de objetivos y las reglas de combate después del 7 de octubre, sino que se basan en guerras precedentes. Y los límites de guerras anteriores han sido eliminados hasta llegar a los que vemos hoy en Gaza”, explica. Y agrega que se debe también al sistema interno del Ejército: “El uso desproporcionado de la fuerza que hemos visto después del 7 de octubre no es sólo una respuesta al 7 de octubre, sino la continuación de una tendencia prolongada: la ausencia de rendición de cuentas durante años”.

Pero no sólo las FDI, también para la población israelí los límites han cambiado, según Shaul, y en la actual guerra, nadie se indigna o se sorprende por los “daños colaterales de tres dígitos”, esto es, la muerte de “más de cien personas inocentes por cada medio o alto mando de Hamás” –en los ataques que el Ejército califica en sus comunicados de “precisos”–. “La tolerancia israelí por los daños colaterales ha perdido la proporción”, afirma el activista, refiriéndose tanto a los generales que autorizan los ataques como al público, que no dice nada al respecto.

“¿Cómo demonios pensamos que matar a miles de niños nos va a traer más seguridad?”, se pregunta Shaul y pregunta a sus conciudadanos. “Cualquier persona que se preocupe por las vidas judías y palestinas tiene que entender que la única vía para avanzar es una iniciativa diplomática que aborde las raíces del problema”, que en su opinión son los más de 75 años de desplazamiento y 57 años de ocupación que han sufrido los palestinos, además de los últimos 17 años de férreo bloqueo de Gaza. “La sostenibilidad de la autodeterminación de los judíos está directamente relacionada con la consecución de la autordeterminación de los palestinos. Espero que la gente pueda entenderlo”, concluye.

La ocupación “no se puede defender”

Shaul va aún más lejos y afirma que “la ocupación está destruyendo la moralidad del Ejército israelí, está destruyendo la sociedad israelí y, en última instancia, es la mayor amenaza para el Estado de Israel”. Explica que esa es la postura que compartía con los compañeros de la organización Breaking the silence, que fundó junto a otros integrantes de su misma unidad poco después de terminar el servicio militar. En la actualidad, agrupa a más de 1.400 hombres y mujeres y es “probablemente el grupo antiocupación más activo en Israel”, dice Shaul, quien ya no forma parte de este colectivo desde el año 2020.

No quiere que sus palabras se malinterpreten: “No soy un pacifista, estoy dispuesto a matar y a morir por mi país. Pero creo que no se puede defender moralmente la ocupación permanente de Palestina”, dice con firmeza. Y defiende la solución de los dos Estados, una fórmula que la comunidad internacional ha vuelto a poner sobre la mesa como solución al conflicto histórico entre palestinos e israelíes.

“Sobre todo después del 7 de octubre, tenemos que demostrar a los palestinos de a pie que existe una vía diplomática para la liberación, no sólo la violencia”, dice Shaul, agregando que esa es la forma para contrarrestar a Hamás. Por ello, el activista considera importante que España y otros países hayan reconocido el Estado palestino en estos momentos, “para impulsar la no violencia” y “aumentar la presión para poner fin a esta guerra”. “El hecho que la solución de los dos Estados se quedara sólo en eslóganes y que Israel no rindiera cuentas por sus violaciones de la ley internacional nos condujo al 7 de octubre”, agrega. Ahora esas palabras tienen que concretarse en hechos para evitar nuevas rondas de violencia.

“Lo que el 7 de octubre nos enseña es que, si basas tu seguridad nacional en la fuerza, tienes que estar las 24 horas del día, los 7 días de la semana,” preparado, dice Shaul, quien considera que para Israel no es “sostenible” este planteamiento. “Necesitamos la diplomacia”. Otra conclusión que el activista extrae del ataque de Hamás es que la prioridad del actual Gobierno es “defender los asentamientos de Cisjordania” y, para los ministros más radicales, es “una oportunidad para promover las políticas más extremistas”. Menciona al ministro ultranacionalista y colono Bezalel Smotrich (titular de Finanzas) y al ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, también ultranacionalista. Según el activista, su objetivo es volver a ocupar Gaza y restablecer los asentamientos ilegales, que fueron desmantelados en 2005, cuando Israel se retiró de este enclave. “Quieren el caos, quieren el extremismo. Quieren intentar destruir el colectivo palestino” advierte Shaul, y pregunta: “¿La comunidad internacional lo va a permitir?”. “Necesitamos a nuestros aliados exteriores para asegurarnos de que estos desarrollos horribles no tengan lugar”.

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