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¿Quién quiere irse a España?

Son días de calor acentuado por calles llenas de gente que no tiene acento local.

La bella Madrid fue elegida por inmigrantes españoles, pero también por extranjeros que enriquecen su cultura, para disgusto de algunos lugareños que extrañan los veranos de negocios cerrados y calles vacías.

Entre los foráneos, los mexicanos están entre los menos visibles. Peruanos, argentinos, venezolanos y gente proveniente de África atiende en el transporte, en los restaurantes, en los bares. Los mexicanos parecen tener influencia en otra tendencia: el encarecimiento de barrios como el de Salamanca, ahí por la Avenida Ortega y Gasset.

¿Quieren comprar un “piso”? Lleguen con más de un millón de euros, o perderán su tiempo.

A España ya se fueron más de 61 mil ciudadanos que contó el gobierno de México en 2020. Deben ser a estas alturas unos 70 mil los mexicanos que viven en España.

Cifras del INEGI permiten estimar en 14 mil los individuos nacidos en México que decidieron emigrar a ese país solamente entre 2018 y 2023. Después de Estados Unidos y Canadá, España es el tercer destino preferido.

¿Pero a qué se van? “A caminar”, me explica una mujer madura que nació en España y que vivió 40 años en la Ciudad de México. En las ciudades del occidente europeo es posible caminar. No solo por la seguridad, sino por la evolución de una sociedad que cuida sus banquetas solo un poco menos que lo que cuida de los peatones.

Hay mucho qué reconocer de España, de Italia, de Francia y de buena parte de Europa.

¿Quién se viene a España? –pregunto a la mujer– “Quien puede”, me responde, durante una conversación en el histórico parque El Retiro.

Muchos mexicanos descendientes de españoles tienen la oportunidad de tramitar sus papeles de nacionalización. ¿A qué se van?

España no tiene los mejores salarios de Europa y su economía crece más o menos al ritmo de la de México que hoy tiene un PIB más grande. Un 2.5 por ciento de aumento anual en 2023, frente al 3.2 por ciento de los mexicanos.

Queda claro por qué en el caso de las generaciones de mayor edad, siempre y cuando tengan un patrimonio holgado: lindos barrios históricos, oferta cultural interminable y terrazas en las que siempre es posible tomar un café, un vino o una “caña”.

Pero en el de aquellos más jóvenes la respuesta no es así de sencilla. Si no son herederos de una buena suma, habrán de lidiar con la competencia por un puesto laboral junto con aquellos nacidos en la península.

En su favor juega que el desempleo va ligeramente a la baja, aunque 125 mil menores de 25 años seguían “en paro” durante junio. Es posible trabajar en empresas de servicios: tiendas, hoteles, bares y sus terrazas. ¿Es atractivo trabajar?

Quienes estudien pueden aspirar a otras actividades, como las tecnológicas: diseño y desarrollo de software, por ejemplo. Pero es curioso cómo barrios de la Ciudad de México como la Condesa o la Roma lucen más efervescentes en esas labores que lo que puede observarse a simple vista en las calles de Madrid.

Los españoles siguen esperando el desarrollo de un plan que prometía: la inversión gubernamental de unos 12 mil millones de euros para meter al país en la cadena de suministro de semiconductores.

De lo más sólido en la materia está una inversión de 920 millones, por parte de la empresa estadounidense de chips Broadcom, para instalar una planta de pruebas de semiconductores.

Entre lo más prometedor, acaso, está una tímida apuesta por la industria espacial. Para atraer niños, la Agencia Espacial Europea se asoció con Lego para llenar sus tiendas continentales de una oferta de juguetes armables alusivos y de piezas interesantes, como un mini ladrillo de esa marca, pero hecho con base de polvo de meteorito.

En ese ámbito, la astronauta y bióloga molecular Sara García Alonso es la cara española más visible. Pero esos proyectos no están en las conversaciones comunes.

España, como el resto de la Unión Europea, parece enfocar más su energía en discusiones políticas que definirán un futuro incierto. Es ahí en donde México tiene una ventaja.

Una ola de “nearshoring” y una estabilidad política que no la tiene ni Estados Unidos, brindan oportunidades en nuevas industrias que están por verse pronto. ¿Quién quiere irse a España?

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