'Von Lustig, el hombre que vendió la Torrre Eiffel': el estafador en el cabaret
Víctor Lustig , nacido en Hostinné, una ciudad de la actual República Checa que en la época de su nacimiento, 1890, pertenecía al Imperio Austrohúngaro, es uno de los mayores estafadores de la Historia; también uno de los más ingeniosos y atrevidos. Entre sus hazañas, engañar al mismísimo Al Capone y, sobre todo, vender la Torre Eiffel en dos ocasiones. A personajes así se les puede aplicar con pleno derecho el adjetivo 'novelesco'. Y si tiene esta condición, se convierte inmediatamente en teatral. Patricia Estremera y Alfonso Mendiguchía , Los Absurdos Teatro, han visto las posibilidades escénicas de la historia de este singular y atractivo personaje, y la han contado en una obra que lleva varios meses ya de andadura y que puede verse ahora en el Teatro Lara. Lo peligroso de estas 'obras biográficas' es que pueden resultar tan sugestivas sobre el papel como decepcionantes en escena, porque se convierten en una sucesión de escenas y de hechos sin tensión dramática. No es el caso de ' Von Lustig, el hombre que vendió la Torre Eiffel ', convertida por su directora, Natalia Hernández , y sus intérpretes, Estremera y Mendiguchía, en una suerte de cabaret guiñolesco muy entretenido, divertido y emocionante -aunque en ocasiones algo moroso en su narración-, y servido en un adecuado código caricaturesco que incluso podría exagerarse un poco más. El texto cuenta en pinceladas la historia de Lustig y algunas de sus estafas, que realizó camuflado bajo la apariencia del conde Van Lustig, hasta llegar a la narración de su osada venta del símbolo nacional de París: la Torre Eiffel; tras este episodio, la obra se ventila a toda prisa los años finales del protagonista en apenas un par de minutos. Mendiguchía, dramaturgo además de intérprete, crea un feliz personaje, Kikí, una suerte de cabaretera y maestra de ceremonias que acompaña el relato de Lustig y se transforma para convertirse en varios de los personajes que se cruzan en la vida del estafador. Estremera y Mendiguchía bailan en sus personajes con precisión para redondear una estupenda función.