El pastillero
Esta semana he alcanzado un hito vital, he doblado un Cabo de Hornos, he cruzado una frontera con la pena del exiliado que sabe que nunca volverá a su hogar: he comprado un pastillero. Elegí uno pequeño y discreto, con un cierre metálico y un elegante revestimiento de polipiel que imita cuero, de forma podría pasar por una cartera o un estuche de trabajo. Lo elegí así no tanto por disimular ante los demás como por amortiguar el impacto de su visión diaria entre mis utensilios más cotidianos. Pero por mucho que se disfrace es un pastillero, qué demonios, y cuando le dí los 20 pavos al dependiente me sentí como Justino de Nassan en el cuadro de 'La rendición... Ver Más