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El chiringuito

Abc.es 

A caballo entre lo castizo, lo pícaro y lo rumbero, las jóvenes generaciones de españoles de los 70 y 80 movían sus caderas año tras año con las canciones del verano de Georgie Dann. Qué mejor que bailar su 'Chiringuito' a pie de playa con tinto de verano en el vaso y friturita en el plato contemplando el mar y las ventanas de carne requemada, sol y deseo que abrían los biquinis en las más bizarras. Aquella España que comenzaba a disfrutar sus aires de libertad, la palabra recién recuperada y despertaba al erotismo con las películas verduscas de Pajares y compañía. La letra del Chiringuito de Dann sería hoy objeto de revisión histórica y ajusticiamiento público como las canciones de Manolo Escobar –no me gusta que a los toros te pongas la minifalda– o los chistes de Arévalo, por poner dos ejemplos de tantos artistas que hoy serían considerados adalides del machismo heteropatriarcal, por muchas penas que quitaran en aquellos lejanos veranos de gasolineras con cintas de casette, bolas de chicle de colorines y mortíferos viajes sin aire acondicionado en pequeños coches cargados hasta las trancas. De aquel Chiringuito con rimas infernales y facilonas ('Las chicas en verano/no guisan ni cocinan/se ponen como locas/si prueban mi sardina; Está el menú del día/ conejo a la francesa/ pechuga a la española/ y almejas a la inglesa; Si sube la marea/ me va de maravilla/ la gente se amontona/ y yo les doy morcilla') –pura poesía– pasamos en este verano de 2024 a los chiringos de Isabel García, directora del Instituto de la Mujer, y su mujera, marida, o como quieran llamarla en lenguaje inclusivo, con los contratos a dedos de varios Puntos Violeta en distintos ayuntamientos socialistas por 250.000 euros de nada en dos años. Vamos, lo que gana usted o yo en un pis pas, ya que de Igualdad hablamos. En un país donde las mujeres mueren a manos de sus parejas por una violencia machista que este mes de julio se ha disparado a cotas insospechadas con días que siempre vestirán de negro en el calendario, resulta paradójico que quienes se supone que velan por los derechos de las mujeres sean las que se forran a costa de las políticas de protección y apoyo. Paradójico e indignante, si con ello hay que darle la razón a quienes hablan de «chiringos feministas» obviando la magnífica labor de protección, asesoramiento y apoyo que muchas asociaciones y colectivos prestan a las mujeres maltratadas, perseguidas, abusadas, aterrorizadas. No sé si Isabel García, en su afán de meter dinero violeta a la saca –como violetas son los moratones en la piel, que desaparecen con los días pero nunca se borran– ha medido el daño que su ambición y falta de escrúpulos hacen a quienes intentan defender a las mujeres en situación vulnerable, desprotegidas, acojonadas. A la ministra Ana Redondo le queda por delante la tarea de investigar, llegar al fondo y depurar responsabilidades para sacar el latrocinio de su ministerio de Igualdad. Espero, además, que lo que no consiguió la ministra Montero con su permanente crispación y antihombrismo pueda ser una realidad, un proyecto de encuentro y crecimiento como sociedad de hombres y mujeres al amparo de sus políticas más templadas y conciliadoras. Así las cosas, por hortera que sea, prefiero tomarme la penúltima copa en el Chiringuito de Dann.

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