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Unidad Canina del MSP: Juego y premios adiestran a perros que luego buscarán drogas, explosivos y personas

El Ministerio de Seguridad Pública contó con la primera Unidad Canina del país; con el paso del tiempo, el Organismo de Investigación Judicial, la Policía Penitenciaria y Vigilancia Aérea han desarrollado las suyas

Laika es parte de la Unidad Canina del MSP. Foto: Lilly Arce

Lo que hacen los perros de la Unidad Canina del Ministerio de Seguridad Pública (MSP) puede parecer simple: buscar y encontrar su juguete favorito.

Sin embargo, este juego se traduce en un servicio esencial para el país ya que permite la detección de drogas, explosivos y el rastreo de personas.

La labor de la Unidad comenzó modestamente en los años 90 con cuatro canes importados que se enfocaban en detectar estupefacientes.

Más de tres décadas después, con sedes en Patarrá, Desamparados, y Río Segundo, Alajuela, la Unidad ha crecido y cuenta ahora con 25 perros activos: dieciséis especializados en la detección de drogas, seis en explosivos y tres en la búsqueda de personas.

Jonathan Cortés, miembro del Departamento de Operaciones de la Unidad Canina, destacó en una entrevista con La Nación que no existe discriminación en cuanto a las razas que escogen.

No obstante, aseguró que los pastores son los más adecuados para este tipo de labores. Entre ellos, presentes en la Unidad, se encuentran el belga malinois, el pastor holandés y el pastor alemán.

Cortés explicó que estos perros son ideales debido a “su amor al juego”, una característica fundamental para formar parte del equipo.

Pero, ¿a qué tipo de juego se refieren? Esther Salazar, directora de la Unidad Canina del MSP, explicó que los entrenamientos de los perros consisten en una dinámica divertida para ellos en la cual se les premia por la detección de olores con juguetes.

“Ellos perciben un olor. Cuando lo detectan, se sientan o dan la señal, y se les premia con una bola. Entonces ellos van y juegan; todo lo asocian a un juego”, indicó Salazar.

“Las personas creen que usted llega y le pone la marihuana o la cocaína ahí y el perro se drogó, pero eso no es así. [Ellos] se entrenan por olores. Así se premia al perro, porque lo que está haciendo es entrenando el olfato. Es la asociación que debe tener”.

Cortés añadió que los canes de la Unidad no trabajan todos los días, sino que tienen períodos de descanso para realizar otras actividades.

“Hoy trabaja, pero mañana no. Mañana es un perro común y corriente. Se saca, se baña, se lleva a caminar y se le da el cariño necesario. Pero cuando vamos al trabajo, el perro cambia ese chip. Sabe que se monta a ese carro, llegamos a un lugar a revisar algo y se le ve una postura totalmente diferente”, explicó.

Entrenamiento por etapas

Completar el proceso de preparación no es tarea fácil. Puede tomar de tres a siete meses, dependiendo de lo que Cortés denomina “ventanas de oportunidad” de los perros.

El funcionario se refiere a la rapidez con la que los canes avanzan a través de las etapas del entrenamiento.

La primera etapa consiste en el “engrandecimiento de los impulsos”. Se trabaja en mejorar o atenuar ciertos comportamientos de los perros para que se adapten al trabajo que van a realizar.

Este proceso incluye la “socialización de olores”, que es cuando los animales aprenden a asociar un juguete con olores específicos, como drogas o explosivos, sin contacto directo con las sustancias. A medida que el perro reconoce y responde a estos olores, se le entrena para que señale su presencia.

La segunda etapa se enfoca en la búsqueda de olores en ambientes menos controlados y más desafiantes, con la presencia de personas y otros olores que pueden distraer al perro.

Por ejemplo, se les lleva a un aeropuerto para detectar una maleta con drogas en su interior. En algunos casos, los perros no logran adaptarse a estos contextos y son dados de baja del programa (aunque esto puede pasar en cualquier etapa).

Finalmente, los perros deben realizar trabajos en diferentes zonas del país como prueba final.

El tiempo de servicio en la Unidad es de siete años (o menos si cuentan con alguna lesión que les impida trabajar). Posteriormente, los canes se retiran y son puestos en adopción responsable; antes de que alguien se los lleve, el MSP revisa exhaustivamente las condiciones en las que se mantendrán luego de ser llevados a sus nuevos hogares.

Gina, Milka, Jetta y Sam 5 cuelgan su chaleco después de seis años en la unidad canina

La directora de la Unidad Canina, Esther Salazar, acaricia a Cookie, una de las integrantes del equipo. Foto: Lilly Arce

“El perro elige su vocación y su compañero”

Son los perros quienes eligen en qué sección trabajarán y con qué compañero desempeñarán sus labores. Aunque no pueden entregar un currículum con sus fortalezas, sus personalidades las demostrarán por ellos.

Los canes destinados a la detección de drogas –como marihuana, cocaína, éxtasis, heroína y sus derivados– suelen ser activos y enérgicos, características que favorecen una búsqueda rápida e intensa.

En cambio, aquellos de carácter más sereno y cuidadoso se asignan a la sección de explosivos, donde la clave es evitar movimientos bruscos que puedan causar detonaciones.

La búsqueda y el rastreo están a cargo de los sabuesos, que destacan por su capacidad para explorar diversos terrenos y encontrar el objetivo. Su agudo olfato, determinación y persistencia los diferencian de los demás.

Una vez que el perro escoge su labor, también selecciona a su guía canino, el oficial que lo acompañará en sus tareas.

“Los perros son muy inteligentes y van a medir a la persona. Si tiene un carácter fuerte y agresivo, no se le puede asignar un guía con un carácter bajo, porque el perro se va a comer al guía. Se tiene que buscar ese vínculo para que los dos trabajen bien. Si no, el perro no va a trabajar. No se crea ese vínculo”, explicó Cortés.

Oficial Amalia Zamora jugando con Athena en las instalaciones de la Unidad Canina. Foto: Lilly Arce

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