Ana Helena Chacón tiene un sonido favorito: escuchar a sus hijas reír
Ana Helena Chacón Echeverría es conocida en la política: ha ejercido como vicepresidenta, diputada, viceministra de Seguridad y embajadora. Sin embargo, también tiene una faceta como activista en derechos humanos, impulsado con la llegada de su segunda hija, quien nació con Síndrome de Down. Esto la llevó a descubrir la enorme desigualdad que afrontan las personas con discapacidad.
Chacón afirmó que, en su vida, los ejes fundamentales son sus padres, hermanos y sus dos hijas, Marisa y Nina, de quienes siente un profundo orgullo y admiración. Según dice, su sonido favorito es escuchar a sus hijas reír y verlas felices.
“Valoro que mis hijas, ya adultas, sean buenos seres humanos, mujeres honestas, con valores y mucha ética. No son indiferentes al dolor ajeno, he tratado de inculcarles eso siempre”, explicó.
La mayor, Marisa, es una “mujer brillante y empunchada”, a quien Chacón siempre pide consejo. La menor, Nina, es una joven con Síndrome de Down, amante de la pintura. Se llama Carolina, pero decidió cambiar su nombre.
“He sido activista en derechos humanos y, en cada trabajo, abogo porque se respeten y abracen más los derechos humanos. Es fácil decir ‘yo abrazo los derechos humanos de los niños y las niñas’, pero ¿qué pasa con los adultos? ¿Qué pasa con las personas en conflicto con la ley? ¿Qué pasa con los adolescentes que no tienen oportunidad de estudiar? Siempre he visto la política pública como una puerta para abrir oportunidades”, señaló.
Al consultársele si tiene algún pendiente en su vida, Chacón sostiene que ha ido cumpliendo diversas etapas, pero algo que permanece intacto es el “gusanillo de la búsqueda por la justicia”.
“Estoy sumamente preocupada por el aumento de la violencia hacia las mujeres en Costa Rica. Eso me apela al activismo. El aumento de la pobreza, las desigualdades y la falta de apoyo solidario por parte del Estado; son aspectos que nunca voy a dejar”, finalizó.
Chacón también agradece tener amigas desde el kínder y la gente nueva que ha llegado a su vida a través de diferentes experiencias. Además, la llena de alegría tener a sus padres a su lado y saber que puede llamarlos y conversar con ellos.
Sentada en su casa en Guadalupe de Goicoechea, la menor de tres hermanos recuerda que, aunque no era la mejor estudiante, siempre defendía los derechos de sus compañeros.
En su familia, es la consentida, especialmente por su padre, Luis Manuel Chacón, fundador del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y con quien conserva muchos recuerdos de la política.
“Me acuerdo de que él nos montaba en el carro y yo sabía que estábamos en campaña porque nos daba una bandera, que generalmente era de plástico y, al sacarla por la ventana, eso sonaba muy duro, ese ruido ya me hacía saber que estábamos en campaña política. Desde chiquita, conocí candidatos a la presidencia, conocí presidentes”, comentó.
A sus 62 años, la activista dice que le gustaba mucho cuando su padre la llevaba a las plazas públicas y cantones alejados, donde veía otra Costa Rica y conversaba con diversas personas. Desde que aprendió a leer y escribir, ayudaba en las campañas electorales, llevando a la gente a votar y repartiendo almuerzos.
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Más de 30 años de carrera política
Ana Helena Chacón comenzó su carrera política en los inicios de la década de los 90 como presidenta del Consejo Nacional de Rehabilitación y Educación Especial, hoy conocido como el Consejo Nacional de las Personas con Discapacidad (Conapdis). En 1998, ingresó al programa de centralización de lucha contra la pobreza, llamado el Triángulo de la Solidaridad, del expresidente Miguel Ángel Rodríguez. Posteriormente, fue viceministra de Seguridad Pública en el gobierno de Abel Pacheco.
Se desempeñó como diputada en la Asamblea Legislativa durante el período 2006-2010, luego como Comisionada de Naciones Unidas para temas de VIH y, después, como vicepresidenta en la administración Solís Rivera (2014-2018). Del 2018 al 2022, fue embajadora de España. Actualmente, trabaja como consultora para la Universidad de Oxford.
En su carrera, hay muchos momentos significativos y gratificantes. Uno de los más importantes fue el cierre del asilo de pacientes del Hospital Nacional Psiquiátrico. Otro fue la consulta a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que obligó al Estado costarricense a garantizar todos los derechos a las personas homosexuales, incluido el matrimonio igualitario. Además, destacó el vuelo humanitario de España a Costa Rica con 108 repatriados que no habían podido retornar al país por la pandemia covid-19.
Antes de involucrarse en política, trabajó como cajera en una tienda de tarjetas de cumpleaños y, luego, tuvo un grupo de títeres con discapacidad, con los que recorría las escuelas del país para enseñar que a través del arte se puede construir un mejor lugar. También, llegó a cocinar por encargo hasta 600 queques navideños en una Navidad.
Su gusto por el baile, el cine y la lectura
En su tiempo libre, que asegura es poco, la exembajadora disfruta de sus actividades favoritas, como la lectura de novelas latinoamericanas.
El cine también es una de sus pasiones, aunque rara vez va. Consume contenido en plataformas de streaming en su casa. Sin embargo, últimamente no ha tenido tiempo para ver películas. Entre risas, dijo que lleva tratando de terminar una serie de seis capítulos desde hace 22 días y no lo ha logrado.
Le encanta bailar, aunque no sabe si es buena bailarina; la música le fascina y la hace “sentirse viva”. Disfruta especialmente de los ritmos latinos como el merengue, la bachata y la cumbia, así como del rock suave de los años 80, que le recuerda su juventud.
“Amo la naturaleza, disfrutar del verde, el mar, los lagos, los ríos y las montañas. Este país ofrece todo eso. Ahí me siento más viva, respiro un aire diferente y me ayuda a desconectarme un poco de la política, que a veces cansa el alma, sobre todo porque uno piensa ‘esta lucha ya la dimos y la ganamos’ y se da cuenta de que hay que seguir luchando”, indicó.
También, le fascina viajar, conocer nuevos lugares, culturas y gastronomías. Su trabajo le ha dado esa oportunidad. Para ella, estar fuera del país “es una enorme ilusión”, especialmente cuando regresa a lugares donde fue feliz, como en España, donde vivió por casi cuatro años como embajadora.
“Quiero conocer Praga y toda esa parte de Europa que aún no he visitado. Me gustaría mucho ir a Portugal; no pude ir mientras estuve en España. En Asia también debe haber lugares fenomenales que no he podido conocer. He estado en varios lugares de África y me encanta. Ver una cultura tan diferente me llena el alma de aprender y conocer sus luchas”, mencionó.
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