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Kamala Harris, el poder tiene nombre de mujer

Abc.es 

A principios de 2020 se sabían dos cosas sobre el futuro vicepresidente de EE.UU. si Joe Biden , entonces candidato, ganaba las elecciones. Sería una mujer y se convertiría en la favorita inmediata del partido demócrata para las presidenciales de 2024. Por aquel entonces, Biden anunció en un debate de primarias –ya tenía casi la partida ganada al izquierdista Bernie Sanders – que elegiría una mujer para el «ticket presidencial». Unos meses antes, el círculo íntimo de Biden filtraba que el veterano político sería un presidente de un solo mandato. En abril de ese año, Biden deslizaba ante un grupo de donantes que se veía como una «figura de transición», un instrumento para que el país dejara atrás el «trumpismo» antes de entregar el liderazgo a generaciones más jóvenes. Por aquel entonces, Biden prefirió no descartar un segundo mandato. La creencia es que era improbable que concurriera a una reelección en la que estaría a punto de cumplir 82 años. (El tiempo ha demostrado que el mundo estaba equivocado, ya que anunció su candidatura para las presidenciales de 2024 a finales de abril). Su «delfín», su segunda en la Casa Blanca , estaría en una posición inmejorable para sucederle. Como ocurre ahora que Biden se retira. Es una tradición establecida en la presidencia del país, desde su nacimiento. John Adams, vicepresidente con George Washington , fue el segundo presidente de EE.UU. Su vicepresidente, Thomas Jefferson, le derrotó en su reelección y se convirtió en el tercer ocupante de la Casa Blanca. Muchos vicepresidentes llegaron al cargo más alto por la muerte de los presidentes, desde Andrew Johnson a Lyndon Johnson. Pero otros lo utilizaron como trampolín político para sus ambiciones: ejemplos de la historia moderna son Richard Nixon, George H.W. Bush o el propio Biden. Kamala Harris era una apuesta segura. Un estrella emergente del partido Demócrata, con credenciales de moderada tras ser una fiscal general de «ley y orden» en California, pero escorada hacia la izquierda en su última etapa como candidata a la presidencia. Los desencuentros en las primarias de hace cuatro años con Biden –Harris le achacó posicionamientos racistas en el pasado– no impidieron el matrimonio de conveniencia: era un gancho para cimentar el apoyo de las minorías raciales y que satisfacía tanto a moderados como a progresistas. Y, sobre todo, convertía el voto a Biden en histórico: su victoria lograría –logró– la primera vicepresidenta del país y la primera persona negra y asiática –Harris es hija de jamaicano e india– en el cargo. Lo que no se sabía era el papel decisivo que tendría la vicepresidenta. La Constitución no da a esta figura apenas poderes y durante buena parte de la historia –el primero en acaparar poder real fue Walter Mondale, segundo de Jimmy Carter entre 1977 y 1981– fue u na mera comparsa del presidente . Solo tiene relevancia constitucional en dos situaciones: su voto decisivo en el Senado en caso de empate y la sucesión en caso de muerte o incapacidad del presidente. La primera circunstancia se cumplió contra pronóstico. Republicanos y demócratas están empatados en la cámara alta a 50 senadores después de que los primeros perdieran los dos escaños de Georgia en las elecciones del 5 de enero (la cruzada de Trump contra el «robo» electoral inexistente no les ayudó). Harris, que como vicepresidenta también es presidenta del Senado, es la encargada de inclinar la balanza cada vez que haya empate y, en EE.UU. en polarización máxima, ha ocurrido muchas veces. Y, nada más aterrizar en el cargo, estuvo a punto de tener que enfrentarse en primera persona a un episodio de gran voltaje político para el futuro del país: e l segundo «impeachment» a Trump , que se sustanció en el Senado con 57 votos a favor y 43 en contra, por lo que el expresidente fue declarado fue absuelto (era necesario el respaldo de dos tercios del Senado, esto es 67 votos, para inculparle). Finalmente Harris no tuvo que involucrarse en el juicio político contra Trump, ya que no hubo empate. La edad avanzada de Biden ha provocado especulaciones durante estos cuatro años sobre la posibilidad de que Harris se conviertiera en presidenta sin pasar por las urnas . Era una de las teorías que manejaban los aliados de Trump y el propio presidente para atacar a Biden. Aseguran que mentalmente es incapaz para el cargo, que no tiene la energía para ello y que, si no es sustituido por Harris, acabará siendo una «marioneta» de la «agenda radical» de Harris. Si bien no ha ocurrido así, es indiscutible el tremendo poder que ha tenido Harris en la Administración Biden. No solo por su papel en el Senado y por su condición de favorita para las Presidenciales de noviembre de 2020 hasta que Biden anunciase que se presentaba a la reelección. También por los duros momentos que ha atravesado el país. La Administración Biden ha heredó la crisis sanitaria y económica de la pandemia de Covid-19 en la que Harris no ha sido una mujer florero. Biden siempre dijo que quería u na vicepresidenta a semejanza de lo que él fue para Obama : una asesora directa –él fue «el último hombre en la sala» para el expresidente– en la que también pueda delegar parte de la responsabilidad, como le tocó a Biden con la recuperación de la crisis de 2009. «Es posible que seas la primera en hacer muchas cosas. Pero asegúrate de que no eres la última», fue el consejo de la madre de Harris a una joven ambiciosa y que apuntaba a romper barreras. La vicepresidenta se ha convertido en la mujer con más poder de la historia de EE.UU. y el tiempo dirá si lo utiliza como le exigió su madre. Sobre todo ahora que Biden la apoya como candidata democráta a la Presidencia de los Estados Unidos para batirse en duelo contra Trump a finales de año. « Mi primera decisión como candidato del partido en 2020 fue elegir a Kamala Harris como mi vicepresidenta. Y ha sido la mejor decisión que he tomado. Hoy quiero ofrecer mi total apoyo y respaldo», ha escrito Biden en X tras anunciar este domingo que se retira de la carrera presidencial.

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