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Crítica de música: Ismael Serrano y su audiencia convivieron en la nostalgia

Ismael Serrano visitó Costa Rica como parte de la gira de promoción de ‘La canción de nuestra vida’, su nuevo álbum

Ismael Serrano conversó con el público sobre temas como los estándares de belleza inalcanzables y los cambios de pensamiento a lo largo de la vida. Foto: John Durán

La calidez de la música de Ismael Serrano es capaz de envolver a la audiencia en nostalgia pura. Un concierto suyo invariablemente equivale a intimidad. El español consigue despertar ese ambiente primero por su voz, a veces susurrada y comedida, pero con un dejo de llanto. En otras ocasiones canta con una proyección más potente, en un registro grave cargado por un vibrato algo dramático.

Sin embargo, la intimidad también se despierta por sus intervenciones entre temas. Los diálogos son probablemente guionizados, pero consiguen sentirse como líneas espontáneas, personales y auténticas, lo que genera mayor cercanía. El tono jocoso también contrasta con la pesadumbre reflejada en varias letras.

Serrano vistió Costa Rica para presentar su undécimo disco en estudio, La canción de nuestra vida, para lo que se hizo acompañar por el pianista Jacob Sureda, cuya participación agregó dinámica, nostalgia y delicadeza.

Además, quizá lo mejor de este formato, fue el Cuarteto Colectivo de Costa Rica, un ensamble de cuerdas que potenció el impacto de las canciones del músico, dibujando paisajes emotivos y poderosos que permitieron llevar las obras a otra esfera. El arreglo para La llamada fue mi favorito, mientras que hubo varias en las que el acompañamiento en solitario del cello de Guillermo Quirós fue la cereza en el pastel.

Adicionalmente, hubo algunas apariciones de pistas de beats y otras capas, especialmente en los temas pertenecientes al más reciente lanzamiento.

Ismael Serrano se acompañó de un pianista y las cuerdas del Cuarteto Colectivo de Costa Rica. Foto: John Durán

El pecado en el que podría caer el repertorio del madrileño, sin la asistencia de una instrumentación adicional, es que se movería en un rango muy limitado: canciones tristes con arpegios y canciones tristes con rasgueo de guitarra, con un alto riesgo de caer en la monotonía. La adición de nuevas texturas, en cambio, permite que las piezas tengan mayor dinámica.

Del último álbum rescato canciones como Los amantes invisibles (que en su versión original incluye a la cantante Ede) o el tema que le da el título al trabajo. Por otro lado, la versión melancólica de Burbujas de amor (original de Juan Luis Guerra) resulta un poco innecesaria. ¿Para qué bajarle las revoluciones a una obra bailable perfecta con su cadencia original?

Para evocar melancolía sí fue atinada Esto no es una canción de desamor, un tema que valió la pena escuchar con atención. En la línea taciturna se sumaron varias piezas ampliamente conocidas por una audiencia que, de todas formas, necesitaba escucharlas de nuevo. Me pareció curioso que el artista se mantuviera tan apegado a leer las letras colocadas en un atril, en temas de antaño como Vértigo y Un muerto encierras. De la puesta en escena quizá fue el único distractor, pues el juego de luces fue solemne y agregó calidez.

Un setlist de veinte temas y dos más en el encore se sintieron como un regalo para que la audiencia saliera complacida. Con todo esto, el artista permitió que, por un poco más de dos horas, el aforo habitara, junto a él, un mismo espacio de emociones.

EL CONCIERTO

Artista: Ismael Serrano

Lugar: Teatro Popular Melico Salazar

Fecha: 20 de julio

Organización: Interamericana de Producciones

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