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El caballero oscuro, por Jorge Bruce


                                 El caballero oscuro, por Jorge Bruce

 Ojalá aprendamos, cuando termine esta larga noche antidemocrática, que los intereses del país no pueden ser supeditados a las propias convicciones.

Asistí, como todos los años, a la celebración de la toma de la Bastilla el pasado viernes 12 de julio. La conmemoración del día nacional francés es el 14, pero como caía domingo se adelantó. El canciller del Perú, Javier González-Olaechea, estaba invitado y se había previsto que diga algunas palabras junto con el embajador francés, Marc Giacomini, quien se está despidiendo del Perú. Tras la breve intervención protocolar del embajador, se le dio la palabra al ministro de Relaciones Exteriores.

Para sorpresa general, se lanzó en una especie de lección sobre la historia de Francia, en territorio francés y ante una audiencia trufada de franceses. Dos minutos después llegó a la Revolución francesa. En vez de citar a Michelet, Braudel, Bloch o Furet (si algo abunda entre los intelectuales galos es el rubro historiadores), citó a… ¡Alan García! Se refirió a una “conferencia magistral” del expresidente aprista ante la Corte Suprema, explicando que había dividido la citada Revolución en cuatro etapas. Pero esto recién empezaba.

Se esperaba una breve alocución, tal como la del embajador, pero nos endilgó una interminable perorata, alardeando de sus conocimientos acerca del país anfitrión. Todo esto no pasaría de ser una gaffe diplomática de alguien ansioso de pasar por ser un fino conocedor de la historia de Francia. Sin embargo, faltaba la embarrada “magistral”, para usar su mismo adjetivo. Al llegar al siglo XX (varios minutos más tarde), el canciller dijo lo siguiente:

“Y aquí posiblemente diga algo que pueda sonar discutible. Porque en su momento el gran mariscal Pétain, héroe de la Primera Guerra, tuvo que soportar, para salvar París, el ingreso de las tropas germanas y fue considerado en su momento un acto de traición. Si la historia hay que mirarla con perspectiva y posiblemente por no ser francés, pero sí adhiriendo a muchos de sus valores, hay que reconocer que salvar París (…) reafirma su existencia no habiendo sido bombardeada”.

También aquí podríamos pensar que las simpatías fascistas del canciller lo llevan a esa peculiar lectura de la historia francesa. El problema es que en Francia ni Marine Le Pen, la lideresa de la extrema derecha a través de su partido Rassemblement National (Agrupación Nacional), se atrevería a ensalzar en público a Pétain. Y la razón es, como diría Descartes, a quien el embajador dice admirar, clara y distinta. Pétain fue, en efecto, un héroe de la Primera Guerra Mundial. Se le conocía como el vencedor de Verdún. No obstante, como dice Harvey Dent, el personaje de El caballero oscuro, la segunda película de Christopher Nolan en su trilogía sobre Batman: “Mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano”. Pétain era primer ministro a los 84 años, cuando firmó el armisticio con Hitler.

Lo que el canciller denomina “salvar París” omite decir que Pétain fue degradado y condenado a muerte por traidor (luego se conmutó la pena por cadena perpetua), al finalizar la Segunda Guerra Mundial, por haber sido no solo una marioneta de los nazis, sino por haber colaborado con entusiasmo para enviar a miles de franceses a morir en los campos de concentración. Durante el denominado régimen de Vichy (ciudad en la que se estableció el Gobierno títere de Pétain), se abolieron las instituciones republicanas y las libertades fundamentales, se disolvieron sindicatos y partidos políticos. Además, se promulgó una legislación antisemita.

Acaso esto explique mejor las simpatías del canciller por el verdugo de tantos judíos enviados a la muerte: fue un dictador bajo la bota de Hitler, pero, más que salvar París, sojuzgó la libertad de Francia hasta el fin de la guerra. Aunque incluso esto podría atribuirse a las posturas ultraderechistas de un funcionario despistado. El problema es que más adelante, en ese interminable discurso, solicitó la intervención de Francia para que el Perú sea admitido como miembro de la OCDE. Y eso sí es un problema serio.

Para los franceses, el régimen de Vichy es un recuerdo que representa las horas más ignominiosas de su larga historia. Pétain cambió el histórico lema ‘Libertad, igualdad y fraternidad’ por el de ‘Trabajo, familia y patria’. Las fuerzas armadas, bajo las órdenes del mariscal, se dedicaron a perseguir y deportar a miles de judíos franceses. Se calcula que, entre franceses y refugiados, se envió a los campos a más de 75.000 judíos, de los cuales sobrevivieron 2.000. Además, Pétain estableció su propio campo de concentración en Francia, en el que encerró a más de 40.000 judíos. Saludar a Pétain y pedir ayuda para ser admitidos en la OCDE, además de hacerlo en el día nacional francés en su propia embajada, es un mayúsculo despropósito que perjudica gravemente los intereses del Perú. Pudo haber citado a De Gaulle, símbolo de la resistencia, pero prefirió a Pétain, emblema de la colaboración con los nazis.

Ya lo hizo en la Embajada de Canadá. Francia, al igual que Canadá, firmó un pronunciamiento en contra de las leyes anti-ONG. ¿Sabía el canciller lo que estaba haciendo al insultar la memoria francesa y, al mismo tiempo, pidiendo su ayuda? ¿Fue un acto fallido o una obnubilación ideológica? Esto es materia de especulación. Lo indudable es que no aporta nada a los intereses del Perú. Cierto, al paso que vamos, ignorando y vituperando a las cortes internacionales, las posibilidades de ser admitidos en la OCDE son nulas. Ojalá aprendamos, cuando termine esta larga noche antidemocrática, que los intereses del país no pueden ser supeditados a las propias convicciones.

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