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La risa de Kamala Harris, por Maritza Espinoza


                                 La risa de Kamala Harris, por Maritza Espinoza

El bullying de Trump contra Harris no es de ahorita, sino de cuando esta comenzó a ser voceada como reemplazante de Biden: al no encontrarle demasiados flancos débiles, se lanzó a criticarla por la forma en que se ríe y la llamó ‘Laffin’ Kamala”

Mientras los analistas internacionales aún siguen devanándose los sesos con las implicancias de que una mujer asiático-afroamericana —de la que, curiosamente, no parecen saber mucho, salvo las tres o cuatro líneas de su biografía pública— tome el puesto de un anciano blanco hetero para salvar la cara del Partido Demócrata en las elecciones de noviembre, Kamala Harris ha salido con la pata en alto, golpeando justo en la línea de flotación de la alienígena naranja que hoy pone en riesgo el futuro de la democracia.

En su primera presentación como casi segura candidata, se mandó con todo y con gran estilo. “Yo he sido fiscal general en California y, antes, fiscal de tribunales”, dijo, “y en esos papeles me enfrenté a perpetradores de todo tipo: depredadores que abusaban de mujeres, estafadores que engañaban a los consumidores, tramposos que rompían las reglas en su propio beneficio. Así que créanme cuando les digo que conozco bien el tipo de gente que es Donald Trump”.

Y, fuá, el entusiasmo —incluso el de los más escépticos— se volcó hacia ella, a tal punto que obtuvo tres logros que abonan su camino al triunfo. Uno, en menos de 24 horas, ya había conseguido la cantidad suficiente de delegados demócratas para asegurar su postulación. Dos, recaudó en tiempo récord la barbaridad de ochenta millones de dólares que se suman a los 120 millones que ya habían logrado con Biden para la campaña. Y, tres, en ese mismo período, la distancia que la separaba de Donald Trump en las encuestas (y que hacía que los demócratas dudaran de lanzarla) se acortó de seis puntos a solo dos.

Como es obvio, a Donald Trump eso le ha caído peor que una prueba de sus aventuras con Jeffrey Epstein y no tardó en usar los argumentos que, misógino como es, no utilizaría jamás contra un contrincante masculino. “Hay dos palabras para describir a Kamala Harris: perversa y tonta”, dijo al New York Post el caballerito que, según todos sus biógrafos, no es precisamente una autoridad en materia de empatía ni de coeficiente intelectual.

Pero el bullying de Trump contra Harris no es de ahorita, sino de cuando esta comenzó a ser voceada como reemplazante de Biden: al no encontrarle demasiados flancos débiles, se lanzó a criticarla por la forma en que se ríe y la llamó ‘Laffin’ Kamala. Ella respondió, muerta de la risa, obvio, que así es como se ríen las mujeres de su familia: desde el corazón.

Las bajezas de Trump no pararon allí —ni pararán—, porque ha comenzado a atacarla con asuntos de su vida privada (justo él, convicto de haber pagado a una actriz porno para que callara sus encamadas), como cuando escribió en X: “(A Kamala) le fue mal en el proceso de nominación demócrata, terminó derrotada y desertó incluso antes de llegar a Iowa, ¡pero eso no significa que no sea una política muy ‘talentosa’! Solo pregúntenle a su mentor, el gran Willie Brown de San Francisco”, refiriéndose sibilinamente a una expareja de Harris.

Lo cierto es que este género de ataques solo reforzará más el apoyo femenino a la nueva candidata demócrata, que saltó a la fama justamente cuando, el 2018, durante el gobierno de Trump, el Partido Republicano comenzó el proceso de tirarse abajo la sentencia Roe vs. Wade, sobre el derecho al aborto. Entonces, Kamala, aún senadora, recorrió el país haciendo campaña contra esta maniobra que amenazaba con dinamitar los derechos civiles.

Todo eso confirma la idea de que la todavía vicepresidente de los Estados Unidos no se andará con chiquitas ni remilgos a la hora de poner contra las cuerdas al tipejo que hoy anda alardeando con que es un bendecido de Dios solo porque una bala no pudo encontrar su cerebro, y ya hay quienes predicen que la campaña que se avecina se sintetizaría en una idea fuerza potente que pondrá a Kamala en una posición que el americano promedio adora: “Esta guerra es entre una fiscal versus un convicto”.

Sin embargo, esta campaña también va mostrando las costuras de un país donde el racismo, la misoginia y el androcentrismo se mantienen sin mucha variación. Por ejemplo, en el hecho de que muchos comentaristas de la televisión que, a la hora de hablar sobre cualquier político, suelen saberse al dedillo hasta el nombre de su jugador favorito de béisbol, en el caso de Kamala (y ocurrió también con Hillary Clinton) titubean a la hora de describirla y apelan a los cuatro datos generales que se conocen de ella: que es la vicepresidenta de Biden, que fue senadora demócrata, que es de origen afroasiático, que fue fiscal general de California, que les cae mal a muchos y pare de contar.

Pero Kamala Harris es mucho más. Nacida en un hogar compuesto por un economista y una científica, ha estado del lado de los derechos civiles y el activismo social desde muy niña. Que en la Universidad de Howard donde estudió Derecho (y donde han estudiado muchos de los afroamericanos más destacados del país) era una eximia polemista, que ha participado en campañas políticas desde hace cuatro lustros y que tiene un temple que la hace inmune a cualquier ataque. Todas ellas muy malas noticias para Trump y su equipo de campaña.

By the way, ironías de la vida, ese equipo de campaña que se centró en cuestionar a Joe Biden por el asunto de su edad se verá ahora en la curiosa situación de defenderse del mismo cuestionamiento, pues su candidato, con sus 78 años, no es precisamente un mozalbete y, frente a los 59 años de Kamala, es otro anciano decrépito más. Allí probarán un poco de su propio chocolate. Y ‘Laffin’ Kamala, otra gran ironía, será justamente la que ría al último con la risotada que Trump tanto criticó.

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