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Daniel Alarcón: “Cada vez que me han ofrecido escribir sobre un país que no sea latinoamericano, siempre me he negado”


                                 Daniel Alarcón: “Cada vez que me han ofrecido escribir sobre un país que no sea latinoamericano, siempre me he negado”

Reputado escritor peruano-norteamericano y su recomendable libro de no ficción: “La balada de Rocky Rontal”.

Daniel Alarcón nació en Perú en 1977 y desde muy pequeño se fue a vivir a Estados Unidos, en donde se formó como escritor, siendo su lengua literaria el inglés. Al respecto, más de uno se pregunta hasta qué punto Alarcón es un autor ¿norteamericano?, ¿o peruano?, ¿o latinoamericano? Lo cierto es que este autor está en la primera línea de la narrativa mundial en el presente siglo y razones sobran para aseverarlo: tanto en ficción y no ficción, Alarcón es un autor que sí tiene mucho que decir.

El último libro de Alarcón: La balada de Rocky Rontal (Seix Barral, con traducción de Alejandro Zambra, Jazmina Barrera y Sabrina Duque), está en las coordenadas de la no ficción, las cuales confirman el por qué está considerado como una de las plumas más relevantes de la actualidad. En estas páginas encontramos artículos y crónicas que parten de su experiencia personal en Estados Unidos, Perú, Chile, Ecuador y El Salvador. Muchos de estos textos fueron publicados en la prestigiosa revista The New Yorker. Como bien saben los letraheridos en el mundo, en TNY así nomás no se publica.

“Yo creo que soy un autor latinoamericano. Creo que me he vuelto más latinoamericano en la última década, en los últimos 15 años quizás, por el enfoque de mi trabajo, por mis vivencias, o sea, por cosas personales, como el hecho de haberme casado con una colombiana, por ejemplo, y mi trabajo en Radio Ambulante. Creo que estos factores influyen en cómo me puedo sentir como escritor en la actualidad. Si bien escribo en inglés, muchos de mis temas son latinoamericanos”, declara Alarcón para La República y, de paso, quedan cerradas algunas dudas sobre cómo habría que ubicarlo en el espectro literario.

“El manuscrito”, “El cementerio”, “La concursante”, “Los verdugos de El Salvador”, “La vida entre piratas”, “Los culpables”, “Desde el pabellón 7”, “La balada de Rocky Rontal”, “Chile en las barricadas” y “Ciudad de muertos”, no solo exhiben la destreza narrativa de Alarcón, igualmente muestran su asombro, en especial cuando retrata la dinámica del universo de las cárceles peruanas, pero aún más: Alarcón presenta una postura ajena a la neutralidad.

"La balada de Rocky Rontal".

“Creo que cualquier crónica que se publica, es una fotografía del momento. Por ejemplo, yo narro lo que vi en Chile. Hablé con los estudiantes que protagonizaron las primeras revueltas, conté de las marchas contra el alza del precio del metro de Santiago. Hablé con políticos y con gente que estuvo en las barricadas, que estuvo en la coalición que buscaba la nueva Constitución. Y todo eso me pareció un proceso de aprendizaje. Yo conté un descontento social, no ideológico, el cual no representa una posición política. Después de Gabriel Boric no sé qué pasará en Chile. En cuanto a lo que pasó en Guayaquil durante el covid, pues mi posición política allí es más bien que la ciudad fue abandonada por los poderes políticos en su momento más complicado, porque simplemente el Estado no se daba abasto. Mi trabajo fue tirarse encima de la granada que estaba explotando. Hubo gente que no tenía por qué hablar conmigo, pero dio la cara y habló conmigo para contarme lo que vivieron”, precisa el escritor.

Incluso en los textos ambientados en Estados Unidos, como el homónimo que titula a la publicación, se siente tanto en registro y en sus silencios, un sabor muy latinoamericano. “Aquí puedes ver a una persona y a su perro en una moto, y parece que es el perro quien maneja la moto. Estas cosas no se ven en Suiza, por ejemplo. En The New Yorker me han ofrecido ir a Japón a escribir una crónica, o ir a Singapur. Siento que yo no puedo aportar mucho haciendo una crónica desde Francia o desde Luxemburgo o desde Ghana. No tengo conocimiento histórico, no tengo una afinidad con la cultura. O sea, yo voy a Tokio de turista y me parece increíble, pero no conozco lo suficiente para poder escribir sobre un país tan diferente al mío. Yo conozco dos lugares bien, Perú y Estados Unidos. Manejo ciertos códigos culturales para poder entender por lo menos cuál sería la pregunta para iniciar la conversación o la crónica o la entrevista. Cada vez que me han ofrecido en The New Yorker escribir sobre un país que no sea latinoamericano, me he negado y creo que siempre lo haré porque, justamente como tú dices, aquí las historias son tan importantes, tan crudas, tan alucinantes, que se parecen, como si la vida real y la literatura fueran lo mismo. Por eso me he metido a escribir crónicas sin extrañar la producción novelística, mis crónicas son como pequeñas novelas”.

Ser buen observador de la realidad es clave para pergeñar una buena no ficción. Si bien Alarcón no vive en Perú, sí tiene una mirada propia sobre la situación actual del país: “No soy opinólogo, lo que hago es reportear y luego analizo. Es terrible la situación actual del Perú. El descaro de la corrupción sin roche: blindaje a personajes corruptos, tenemos un Congreso vendido. No sabemos cómo va a reaccionar la gente en las próximas elecciones”.

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