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Esgrimista número uno del mundo le grita a jueza por eliminarlo en la prueba de sable en París 2024

El georgiano Sandro Bazadze dio tremendo espectáculo en los Juegos Olímpicos de París 2024 cuando se procedió a revisar el video y la jueza otorgó el triunfo al egipcio Mohamed Amer.

Sandro Bazadze se enfureció cuando quedó eliminado en el esgrima de los Juegos Olímpicos de París 2024.

Una de las escenas que pocas veces se ve en la máxima fiesta deportiva del planeta la protagonizó el esgrimista georgiano Sandro Bazadze, número uno del mundo.

Él estalló en furia contra los jueces de los Juegos Olímpicos de París 2024, al caer eliminado este sábado en los octavos de final de la prueba de sable masculino.

“Me matan por segunda vez”, declaró Sandro Bazadze invadido por la rabia de verse perjudicado por una decisión que según él no tenía razón de ser, luego de que procedieran con la revisión del video.

El Grand Palais, sede de la esgrima en las justas parisinas, ha albergado muchas exposiciones desde su creación en 1900, y el imponente Sandro Bazadze proporcionó una de las más polémicas.

Bazadze, quien el lunes cumplirá 31 años, se negó a dejar la pista y gritó a la referí española Vanesa Chichón, luego de que ella acudiera al video para dictaminar que el egipcio Mohamed Amer había conseguido el toque de la victoria 15-14.

El dos veces campeón europeo siguió gritándole después, pero Vanesa Chichón lo ignoró y abandonó la pista del Grand Palais, en el centro de París.

“Los jueces, como en Tokio, me matan por segunda vez”, dijo Bazadze a periodistas poco antes de dejar la arena, en referencia a la derrota en semifinales contra el tricampeón olímpico Aron Szilagyi en 2021.

“En Tokio destruyeron mi vida, por poco acaban mi carrera. Regresé y me torné en el número uno del mundo, me preparé para los Juegos Olímpicos, pero ella me mató”.

Bazadze dio un show en la capital francesa. Los asistentes llegaron a abuchearlo, pero él pareció no enterarse mientras extendía los brazos suplicando, en vano, a otros oficiales.

Al final, terminó dejando el Grand Palais sin renunciar a sus quejas, fundamentadas en que, según su criterio, el uso del video no era habitual en los Juegos Olímpicos.

“Mi carrera está acabada, terminó”, afirmó, al tiempo que lanzó un cuestionamiento: “¿Cómo puedo volver si los árbitros me matan todo el tiempo?”.

Sus amagos de colgar el sable coincidieron con promesas de no dejar morir el asunto del supuesto error arbitral.

“Llegué a los Juegos en malas condiciones en mi vida (...). No lo dejaré así; juro por mis hijos que haré algo”.

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