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¿Habrá guerra?

¿Habrá guerra?

Los Chapitos como Los Zambada tienen una presencia extendida en el noroeste del país, sobre todo en Baja California, Durango, Sinaloa y Sonora. Esas entidades serían el principal escenario de la violencia si se desata la guerra.

Desde que se conoció la extraña captura, o entrega, del Mayo Zambada y de Joaquín Guzmán López, han circulado versiones contradictorias sobre lo ocurrido. Más allá del interés morboso –quién traicionó a quién– hay una preocupación real: si a raíz de los arrestos habrá o no habrá un rompimiento violento al interior del Cártel de Sinaloa.

Es un asunto de vital importancia. Durante la última década, el mundo criminal mexicano se ha ido organizando en torno de dos grandes ‘coaliciones’: la del propio Cártel de Sinaloa, y la que encabeza el CJNG. La modesta reducción de la violencia que se ha logrado a partir de 2021 se debe en buena medida a la relativa estabilidad y el equilibrio de fuerzas entre ambas coaliciones. Sin embargo, el rompimiento en la cúpula del Cártel de Sinaloa podría dar lugar a una nueva ‘guerra’.

El antecedente más relevante es el conflicto que se dio a raíz del arresto de Alfredo Beltrán Leyva, el Mochomo, en enero de 2008. Este arresto, que los Beltrán Leyva atribuyeron a una traición de sus socios, desató una serie de represalias de alto perfil, incluyendo el asesinato en mayo de ese año de Édgar Guzmán, hijo de el Chapo, y de algunos mandos de la Policía Federal. En los siguientes meses los enfrentamientos y asesinatos se dispararon en Culiacán, en Ciudad Juárez y en Durango. No es una exageración decir que, con la escisión de los Beltrán Leya, estalló una espiral de violencia que se salió de control, y que dieciséis años después todavía no se ha logrado contener del todo.

Con el arresto del Mayo, el riesgo de que un nuevo rompimiento sacuda al país parece muy alto, sobre todo si Zambada efectivamente fue convocado a una reunión por Los Chapitos, donde fue secuestrado y luego llevado a la fuerza a Estados Unidos, como ha relatado su abogado, Frank Pérez. ¿Dónde y cómo sería el conflicto? De acuerdo con el monitoreo de organizaciones criminales de Lantia Intelligence, tanto Los Chapitos como Los Zambada tienen una presencia extendida en el noroeste del país, sobre todo en Baja California, Durango, Sinaloa y Sonora. Esas entidades serían el principal escenario de la violencia si se desata la guerra, y ahí se concentrarían los enfrentamientos entre comandos armados, bloqueos de vías de comunicación, e ‘incursiones’ armadas en las localidades que se identifiquen como ‘refugios’ o ‘bastiones’ de las facciones en conflicto. Por lo que sabemos, ya se tomaron previsiones, al menos para resguardar Culiacán. Sin embargo, será mucho más difícil evitar enfrentamientos en las vastas zonas montañosas del noroeste del país.

Cabe señalar que Los Zambada parecen tener una presencia territorial ligeramente más extendida. Tanto por las operaciones que realizan en el centro-occidente del país (Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Querétaro y Zacatecas), como porque cuentan con al menos cinco grupos subordinados, incluyendo a Los Siete Demonios que dominan un buen tramo de la frontera entre Sonora y Arizona. Los Guzmán, y sus cuatro grupos subordinados de los cuales se tiene registro, parecen tener más fuerza al interior de Sinaloa, además de operaciones en el Valle de México y Quintana Roo.

Cabe señalar también que, en el escenario de una ‘guerra’, lo más probable es que algunas de las otras facciones que históricamente han conformado el Cártel de Sinaloa, busquen alinearse con Los Zambada. Tal es el caso de Los Salazar, la mafia con mayor control territorial en Sonora, que ya está en abierto conflicto con Los Chapitos. De acuerdo con Lantia Intelligence, Los Salazar tienen presencia registrada en 18 municipios de dicho estado, incluyendo Hermosillo y las principales ciudades.

Hay dos factores que, en mi opinión, serán decisivos en el potencial conflicto entre los Guzmán y Los Zambada. El primero es el CJNG. Es posible que, si dicho cártel es percibido como una amenaza común, las facciones del Cártel de Sinaloa busquen llegar a un arreglo. De esta forma evitarían debilitarse mutuamente y perder terreno frente a la organización del Mencho Oseguera y sus aliados. Por el contrario, el CJNG podría buscar aliarse con alguna de las dos facciones (probablemente con Los Chapitos, que prácticamente no tiene presencia en el occidente del país), lo que potenciaría el conflicto.

El segundo factor es la respuesta del gobierno, que en años recientes ha tenido ‘gestos’ con el Cártel de Sinaloa. ¿La buena voluntad demostrada por las autoridades servirá de algo para evitar que en los próximos meses estalle una nueva guerra o, por el contrario, convertirá a las propias autoridades en blanco de los ataques, como ya ocurrió durante la guerra con los Beltrán Leyva?

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