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La 'policía del ruido' llegará en agosto a Santiago

Abc.es 

Eso de «turismo sí, pero no así» se lo están aplicando en el concello de Santiago desde hace algún tiempo, empujados sobre todo por las quejas vecinales que con la llegada del verano aumentan en intensidad y que se concentran, sobre todo, en los accesos y en la parte antigua de la ciudad monumental. Con algunos encontronazos entre vecinos y grupos de peregrinos que se convirtieron en virales, las medidas para encontrar un equilibrio entre la recepción de visitantes y el descanso de los residentes trae de cabeza a la capital de Galicia, que el año pasado registró cerca de un millón de pernoctaciones y este año aspira a fulminar ese récord. Con estas cifras sobre la mesa, las asociaciones de vecinos ponen el foco en los grupos de peregrinos que entran a diario en la ciudad precedidos en muchos casos de un alboroto «que impide el descanso y la convivencia» se quejan. Visto que las campañas de carteles que inundaron barrios como el de San Pedro no están teniendo los efectos deseados, el concello aprobó a marchas forzadas un plan de buenas prácticas que contará con un presupuesto de cerca de un millón de euros, pero que no se hará realidad hasta mediados de agosto. Antes tendrá que cerrarse el proceso de contratación para poner a circular por las calles de la ciudad a una decena de agentes que se encargarán de velar por el civismo de quienes visiten la capital gallega. El expediente, aprobado el pasado día 15 de julio, habla de 'informadores' para referirse a estos empleados externos al concello que irán pertrechados con unos sonómetros con los que medirán los ruidos que ocasionan los turistas, sobre todo y especialmente, los que entran en grandes grupos. Se calcula que estos policías del ruido podrán recorrer hasta cuarenta kilómetros cada día en su afán por acallar los cánticos y el barullo del que tanto se quejan los residentes de los barrios clave por los que atraviesa el Camino de Santiago en su última etapa de peregrinación hasta la tumba del Apóstol. Irán, explica este documento, identificados con chalecos y portarán una tablets con las que informarán sobre comportamiento inadecuados dentro de los límites del municipio. Además de neutralizar el barullo, la campaña tiene otro cometido fundamental que es velar por la protección de una ciudad Patrimonio de la Humanidad que en los últimos tiempos ha sufrido diversos atentados. Desde las anotaciones de los kilómetros recorridos con tiza en plena plaza del Obradoiro a las pintadas con las que en más de una ocasión en los últimos años ha amanecido la Catedral, concienciar a algunos visitantes sigue siendo una asignatura pendiente, a la luz de algunas escenas recientes. Un cámping con hornillo a los pies de la basílica o la práctica de escalada en la mismísima Puerta Santa son algunas de las instantáneas contrarias al equilibrio que persigue este nuevo plan, conveniado por la Secretaría de Estado de Turismo, la Axencia de Turismo de Galicia y el propio ayuntamiento compostelano. El último capítulo lo protagonizó un grupo de peregrinos que quiso dejar constancia de su peregrinaje sobre las milenarias losas de la plaza central de la capital. «Aquí terminanos en Camino de Santiago y empezamos el nuestro» fue el mensaje que dejaron los firmantes —Carmen, Fran y Camila— cuando el 19 de julio recalaron en Compostela. Con rotulador permanente, la imagen no tardó en viralizarse y en despertar las críticas por parte de unos visitantes (la mayoría) cada vez más concienciados con el patrimonio de la ciudad. Meta de peregrinaciones, Santiago aspira a mantener el espíritu de un Camino respetuoso y cordial con la ciudad.

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