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Mi fe, mi desprecio

Abc.es 
La representación de la Última Cena en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos, negada y confirmada según por quién, me produce al mismo tiempo orgullo, desprecio y tristeza. Orgullo por profesar una fe que puede ser objeto de insulto sin que sus autores tengan nada que temer por ello. Es un lugar común en estos casos arrojar sobre los difamadores de El Evangelio el exabrupto de «el mismo valor con el Corán», pero también es exacto. Evidentemente con otras religiones no se atreven, pero eso me hace pensar no sólo en la cobardía de los supuestos valientes, sino en la superioridad moral de una religión que anticipó y afirma hoy plenamente los ideales de la Ilustración. Muchos siguen muriendo... Ver Más

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