Y los atletas se lanzaron al Sena
A las ocho de la mañana en punto, bajo la lluvia, la organización de París 2024 encontró la imagen que llevaba años buscando. 56 triatletas se lanzaron al Sena para afrontar un recorrido de 1.500 metros y ofrecer una estampa histórica en la capital gala y también en el deporte olímpico. Era el momento de los suspiros de alivio y de los mensajes de poderío , como el de Emmanuel Macron, presidente de la República: «Hemos logrado en cuatro años lo imposible desde hace 100 años, bañarse en el Sena. Orgullo francés», proclamó. « Promesa cumplida. El Sena está listo para nuestros atletas », escribió la alcaldesa de París Anne Hidalgo . Lo mucho que había en juego ayer quedó reflejado con la presencia en la salida del triatlón del presidente del comité organizador, Tony Estanguet y la ministra de deportes Amelie Oudea-Castera , entre otras autoridades. Después de años de trabajo para mejorar la calidad del agua, de semanas de angustia porque sus lecturas no ofrecían garantías sanitarias para nadar en el río y del aplazamiento de la prueba masculina por este motivo, por fin el triatlón femenino se puso en marcha y pareció zanjar, al menos de momento, la mayor crisis deportiva a la que se ha enfrentado el comité organizador de los Juegos Olímpicos . Tras la espectacular ceremonia inaugural a través del río, París 2024 ya tiene la segunda postal para el recuerdo: la de un triatlón en el Sena. ¿Y los triatletas? Bien, cumpliendo su papel, como explicaron con crudeza las españolas Anna Godoy y Miriam Casillas . «Somos un poco como los payasos del circo», admitió esta última esta última. « La organización ha pensado más en el escenario que en los atletas. Han vendido el Sena y París y los triatletas nos tenemos que adaptar a cualquier circunstancia», incluso a un aplazamiento en el caso de los hombres. «Lo que ha pasado no puede ver ver a suceder, no nos pueden tratar así, han tenido muchos años para preparar esto bien y tener alternativas . Se ha vendido que se ha pensado en la salud del deportista pero en realidad no es así porque en ese caso se hubiera competido en otro lugar para evitar problemas, se hubiera hecho un plan B de verdad y no jugar con unos análisis que están al límite», criticó la catalana Godoy. Para los deportistas españoles, no había motivos para la sonrisa ni para lanzar mensajes emotivos a los cuatro vientos. Porque como explicó Roberto Sánchez a este periódico el triatlón es «un deporte de élite gobernado por personas que parecen aficionados». «No se nos tiene en cuenta para nada», lamentó el valenciano, 36º en meta, después de afrontar un triatlón olímpico donde no hemos podido entrenar en el agua para conocer las corrientes y donde hemos tenido que esperar hasta el final para conocer cuándo competimos. Parece que a nuestra Federación Internacional le da igual, creo que deberíamos estar más unidos los triatletas para que no pasen estas cosas». Pero después de 1.400 millones de inversión, de obras enormes como el túnel que cruza por debajo del Sena o el tanque de tormentas de Austerlitz, de una intensa promoción para vender que los parisinos podrán bañarse de nuevo en su río tras 101 años de espera y de baños como el de la alcaldesa Anne Hidalgo para demostrar que todo estaba bajo control, un cambio de planes hubiera supuesto un mazazo para la imagen de París 2024. Aunque el límite del fracaso ha estado muy cerca, porque después de un primer aplazamiento, las tormentas pudieron hacer mucho daño si llegan a aparecer antes. Por fortuna lo hicieron sin tiempo material para remover las aguas y aumentar el caudal, porque de otra forma hubiera amenazado con un nuevo aplazamiento y las fechas libres se acababan. El riesgo de acabar disputando un duatlón, que hubiera sido una mancha histórica para el olimpismo, ha estado presente. París 2024 salvó su apuesta, pero la que salió malparada fue la Federación Internacional , no solo por no defender a sus deportistas sino por la imagen sonrojante de la salida femenina, donde varias triatletas se lanzaron claramente antes de tiempo al agua y, por esos misterios de la vida, los jueces no mandaron repetir. Un hecho que descolocó a otras participantes, como fue el caso de las españolas. «Creo que la Federación Internacional se ríe un poco de nosotras, porque esto está pasando ya varias veces en competiciones y nadie toma medidas. He salido la última porque no podía entender que no se mandara repetir la salida», se asombró Godoy . «Estamos hartos de que se compita así, hay gente que no respeta nada, me han dado golpes nadando, me han arrinconado contra una boya y aquí no pasa nada», lamentó Sánchez mientras mostraba una herida en el pómulo. Mientras tanto Francia, ajena a estas cuestiones, volvió a encontrar motivos para tener una mañana feliz. Dejó de llover, salió el sol, el Sena y París lucieron radiantes en unos circuitos de postal y Cassandre Beaugrand dio al país anfitrión otra medalla de oro. «Orgullo francés», como diría Macron. Fue la nota positiva del triatlón español. El malagueño fue el mejor competidor de los cinco participantes y se alzó con una octava plaza de finalista muy meritoria, después de salir sexto del agua, ir todo el rato a cola del grupo en bici para ahorrar energía, y vivir una carrera a pie con altibajos en la que se recuperó para alcanzar ese diploma olímpico en una final ganada por el británico Alex Yee. Anna Godoy, 17ª, fue la mejor especialista en la competición femenina.